¡Ah, la estadística! Hermana díscola de la matemática, su práctica excesiva, como el alcohol, hace
aparecer un mundo que tal vez no exista. Teoría estadística: si el número de eventos que se toman
en consideración es enorme, entonces cualquier evento catastrófico (muy probable en esa densidad de
cálculo) es casi una certeza. Como bien acierta en recordarme el amigo Bernardo Borkenztain desde
Uruguay: un gran número de monos con máquinas de escribir, durante un tiempo prolongado,
sustentaría que uno, por azar, escribiera el Quijote. Estadística. Verdad provisoria. Ilusión de
mundo.
Los noticieros del verano nos abruman con horrendos accidentes de ruta. La explicación más
lata es evidente: millares de autos salen juntos en la misma fecha, tratando de llegar a un punto
equis, cruzándose lo menos posible con otros que han tenido idea similar. Un choque a intervalos
irregulares parece ser el producto lógico de tan pésima organización: rutas peligrosas, conductores
estresados, estadísticas impías.
El hecho curioso (muy argentino) es que –puesto el foco estadístico en determinado
aspecto del mundo– es muy fácil determinar, manipular y orientar el sentido común (la opinión
pública) y hacer aparecer temas y leyes sustentados en cálculos primates, bastante cuestionables.
Hace unos años eran los secuestros extorsivos, ¿se acuerdan? Las noticias hacían de un proceso
estadístico medianamente lógico (como el de los choques) un paisaje periodístico aterrador y rico
en representaciones. Medianamente lógico, sí, porque hablamos de un país donde un mínimo porcentaje
de ricos acumula el 90% de toda la bonanza, donde un cuerpo policial corrupto practica su peligrosa
mutación genética, y donde la rápida politización del tema trajo réditos para algunos (traducibles
en sonante para la siempre productiva “industria” de la seguridad). Las noticias de
secuestros, en verano, tienden a desaparecer. ¿Los secuestros también? Lo que pasa en el estío son
–básicamente– los accidentes. El condimento de cada uno (un triste manjar gourmet en el
caso Gaby Alvarez, donde no termino de entender cómo es que tanto piloto como copiloto son
culpables de una misma maniobra hecha con un solo volante) junto con el foro que desata la noticia
en la web es lo que garantiza el rico sabor a verdad. Incluso por encima de la verdad verdadera:
que si hay muchos autos locos hay que redoblar las precauciones y evitar matarse. El verano es
territorio mediático de manipulaciones estadísticas. ¿Y saben qué? El invierno también. Parece que
el plan es que vivamos con terror, más que de educar en la prudencia.