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De robos y sofocones

Hace un calor infernal. Y por supuesto que apenas saluda una al tachero o al encargado del edificio o a la cajera del supermercado o a un amigo que encontró en la calle, acude a “¡Qué calor hace!” o a “Qué día terrible” o a “Y, bueno, ya estamos casi en verano” e incluso a “Qué nos espera en enero”.

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Hace un calor infernal. Y por supuesto que apenas saluda una al tachero o al encargado del edificio o a la cajera del supermercado o a un amigo que encontró en la calle, acude a “¡Qué calor hace!” o a “Qué día terrible” o a “Y, bueno, ya estamos casi en verano” e incluso a “Qué nos espera en enero”. Dicen los ingleses bien educados, o por lo menos lo decían en los tiempos del mayor Thompson, que jamás de los jamases había que hablar sobre el tiempo (el clima), ni en el ascensor con una señora que una no conoce ni en el banquete por el cumpleaños de Su Majestad la reina ni en ninguna parte. ¿Me voy a arriesgar a decir que en ningún otro país de este planeta tiene validez la prohibición? Me arriesgo y lo digo. Una no se imagina a un esquimal diciendo: “Uy qué frío hace”. Pero sí se imagina a un gayego diciendo: “¡Ostras! Pero que nos vamos a morir de calor”. O de frío, claro. Pero los gayegos son capaces de decir casi cualquier cosa. Un pueblo que dice: “Vamos a por ello” puede llegar a decir las inconveniencias más apabullantes. Pero un momento, atención, ¿qué estamos hablando nosotras y nosotros? No de qué sino qué. Castellano, eso estamos hablando y escribiendo. Es decir, lo mismo que está hablando gran cantidad de gayegos. Que viene a ser una lengua extranjera, porque qué es este idioma que hablamos sino un discurso de matriz latina con agregado (robo, saqueo, préstamo, adaptación, como se quiera llamarle) de palabras árabes, francesas, turcas, indígenas, inglesas, alemanas, italianas, griegas, rusas e incontables etcéteras. Por eso es tan gracioso (a veces me da un poco de bronca pero en general me sonrío con este costadito de la boca mostrando dientes) lo de “conservar la pureza de la lengua”. Delivery por ejemplo. Eso. No hablemos del tiempo, hablemos de delivery. ¿No es una maravilla? ¿No es mucho mejor, más práctico, más concreto que “reparto a domicilio”? ¡Ostras! Por supuesto que sí. Vamos a por ello y usémoslo, que en cuanto nos descuidemos va a figurar en el Diccionario de la Real Academia Española. Y mientras tanto, sigamos hablando del tiempo mal que le pese al mayor Thompson: ¡Qué calor hace, se ve que llega el verano, ay, qué nos espera en enero!