Asisto estupefacto a las críticas y ataques cada vez más violentos a la obra y la persona de Beatriz Sarlo. Ella no necesita que la defienda, pero a mí me interesa incursionar en los mecanismos de funcionamiento de la ideología kirchnerista, en su insólita retórica y en sus efectos. Un intelectual amigo, cuya persona y obra respeto, declaró a una revista oficialista que Beatriz Sarlo se había convertido en algo así como la más perversa expresión intelectual de la derecha argentina. Esa declaración se abstenía olímpicamente de ofrecer el menor argumento para justificar su aserto. Y, sin embargo, quien la profería era y es un pensador que se preocupa no sólo por la coherencia y la pertinencia de sus afirmaciones. Pero, amoldado a la lógica de la ideología K, no tiene ni podría tener reparos en usar cualquier palabra que sirva para calumniar, insultar y así destruir imaginariamente a su “enemigo”. Y con un coro servicial que lo aprueba y lo alienta.
La Presidenta señaló que prefiere el conflicto al consenso. Quizá tenga razón: el problema es cómo se desarrollan los conflictos y cómo se los procesa en el marco de un debate ideológico. Quien asimila metafóricamente el “robar goles” a “secuestrar niños” se descalifica a sí mismo, pretendiendo agraviar al adversario. Quienes sólo se sirven de expresiones airadas, de frases obscenas o (como el improbable Osvaldo Papaleo) de sandeces de la peor estofa, se autodescalifican sin resto.
Que la indignación auténtica puede tener la fuerza de un argumento sólido es una cosa; que se fabrique una “indignación” a medida basada en adjetivos descalificativos, otra muy distinta. Beatriz Sarlo ha sabido desmontar los múltiples recursos y triquiñuelas de esa ideología misérrima. Por eso usan esos trucos para tratar de exorcizar su palabra.
El oficialismo debería leer y escuchar a Beatriz Sarlo, en lugar de fomentar esa delirante ristra de agravios sin sustento. Seguramente, ello lo llevaría a realzar sus aciertos políticos (que los ha tenido) y a corregir algunos de sus varios errores.
*Profesor titular de la UBA e Investigador del Conicet.