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LO QUE NO ESTA EN EL POWERPOINT

Del riesgo país al riesgo Pato

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GIRA. Patricia Bullrich con respaldo en EE.UU., durante un viaje la última semana. | Cedoc Perfil

La principal bandera con la que los cerebros económicos de Cambiemos bancan el modelo de ajuste fiscal gradual ante los halcones del propio espacio, que les piden dejar las giladas de lado y meter cuchillo a fondo, es que el paso a paso asegura baja conflictividad social y mantiene la calle tranquila. Es una condición que, sueñan, habilita un giro paulatino de una sociedad que aún piensa con el Estado en el centro a otra que haga eje en la competencia y el mercado. Creen que hasta ahora les viene saliendo bien, que las elecciones legislativas fueron una confirmación de que la gente, a base de obra pública y crédito, está comprando ese tipo de país y que tienen que aprovechar para acelerar un poco, pero sin perder de vista, dicen, que el camino es bien delgado.


Con muchas horas en foros de inversiones, encuentros con financistas que fuman habanos en Wall Street y cafés con CEOs de multinacionales, la troupe de Mauricio Macri le explica esta tesis al mundo con el leitmotiv de que el país está cambiando y que sería inteligente invertir acá, pero especialmente para que le sigan prestando, le sigan financiando ese agujero fiscal que irán achicando pero en forma gradual porque “Argentina is special, you know, peronism, and so on”. Desde el pago a los acreedores que litigaban en Nueva York, el riesgo país, ese indicador que mixtura condiciones financieras y políticas para definir la capacidad de pago, ha venido reflejando el respaldo del capital financiero a esa estrategia. Es cierto que ahora, con más preguntas y más demanda de “mostrame los números, a ver”, sobre todo tras aquellos días de caídas de las Bolsas del mundo, el equilibrio se mantiene. El equipo económico insiste en que estamos cerca de tener un déficit manejable en pocos años, que se está cerca del final de la transición, en fin...


Shock. En paralelo, sin embargo, hace unos días que algunos de los que se han tatuado este camino gradual como la vía exitosa de un giro histórico de la sociedad argentina vienen tragando saliva fuerte. Y no es por el impacto de la movilización convocada por el camionero Hugo Moyano, porque de hecho creen que terminarán domesticando al clan, que consideran más un costo logístico que bajar que una aberración por sus formas, aunque ven probable que su hijo Pablo termine preso en poco tiempo. Tampoco los incomoda el goteo incesante de funcionarios con parientes y chanchullos en el Estado a lo Triaca o con sociedades en el enésimo islote opaco de algún océano a lo Caputo o Díaz Gilligan.

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La última preocupación de los estrategas económicos tiene que ver con el peso que viene tomando dentro del gabinete el ideario “mano dura” en cuestiones de seguridad. La posibilidad de que el envalentonamiento policial al que empujan tanto la ministra Bullrich como el propio Macri derive en un “accidente violento”, Zaffaroni dixit, les llena el PowerPoint de preguntas.


¿Y si todo el frágil avance del gradualismo en reducción del gasto público o apertura de la economía, sin que haya caos social, como predican por el mundo, no les termina sirviendo de nada porque en un operativo a otro efectivo le pinta hacer la gran Chocobar y la calle se calienta no por ajustar el gasto sino por soltar a las fieras? ¿La diferencia en el manejo de las fuerzas durante las marchas contra la reforma previsional, cuando las condujo Bullrich vs. cuando las guió Rodríguez Larreta, no fue un alerta de los peligros de jugar al sheriff?


Los que miran este contraste desde el palo de la producción lo grafican con un ejemplo. “A nosotros nos gusta una economía más abierta, está claro, pero no podíamos liberar la importación de golpe porque nuestras fábricas no estaban para resistir la competencia, y hubiera sido suicida hacerlo. ¿Está preparada la policía para aplicar la cláusula gatillo de Bullrich sin que el experimento termine en una suma de tragedias?n