La semana pasada, entrevistado por Jorge Fontevecchia, el tigrense Sergio Massa negó haber sido mandado por Néstor Kirchner para interceder ante Marcelo Tinelli, allá por julio de este año y mientras ejercía la jefatura de gabinete, para evitar que se lastimara la imagen de Cristina en la parodia de “Gran Cuñado”. “Ni en pedo”, dijo Massa, tratando de despegarse vulgarmente de un pasado inmediato en el cual se vio obligado a desarrollar tareas que no figuran en el protocolo y que, diga lo que diga, ya lleva en su mochila de ex ministro con pretensiones electorales como un peso excesivo.
Esta semana, Tinelli y el exagerado terror del Gobierno a los dichos de Tinelli (o de Susana o de Mirtha) volvieron a ponerse en el centro de la escena, revelando hasta el paroxismo la paranoica sensación de debilidad que anima a los kirchneristas, inspirados en la línea que les bajan los principales inquilinos de la quinta de Olivos.
“Tinelli me contestó como el dueño de un prostíbulo”, se desencajó el matancero Luis D’Elía, tras prenderse con furia junto al senador kirchnerista en jefe, Miguel Pichetto, en una discusión de peluquería con las tres principales figuras del business televisivo.
Así como Massa nunca hizo lo que hizo en junio, su sucesor, Aníbal Fernández, quien también había participado entonces de las presiones al conductor de ShowMatch, dejó en banda al piquetero D’Elía, diciendo que “no forma parte del Gobierno”, pero aclarando que “tiene derecho a decir lo que le venga en gana”.
Pasemos por alto el hecho de que Luisito, durante el mismo junio en que Aníbal F. y Massita se turnaban para rogarle a Marcelo T. que fuera piadoso con Cristina, participó de “Gran Cuñado” desde su casa, donde se mostró muerto de risa y a los besos con su esposa, situación que no suele darse en los piringundines, donde, cuando una esposa llega, suele ser señal de que se pudrió todo. El asunto es que, como aquellos comisarios de pueblo que ordenan atacar los burdeles cuando les cortan el pago del “peaje”, parecería ser que el Gobierno, AFIP mediante, está preparando una nueva invasión de sabuesos a las oficinas de Ideas del Sur, a las de la Giménez y a las de la Legrand.
Hubo un tiempo en que el supuesto “prostíbulo” de Marcelo funcionaba más bien como una sucursal de Disneylandia. Y todos los kirchneristas, empezando por Néstor y Cristina, gozaban chochos allí. El pico máximo de enamoramiento se dio el 22 de octubre de 2007, en Bolívar, durante el virtual cierre de campaña de CFK.
“No muchos tienen el privilegio de elegir la vida que tienen. Gracias, Marcelo, por no olvidar de dónde venís”, cerró su discurso la todavía senadora y primera dama, tras inaugurar un polideportivo en la patria chica de Tinelli, bautizado con el nombre del abuelo de Tinelli y terminado de financiar con 2.600.318 pesos surgidos de las arcas estatales. Aquellas obras fueron puestas en marcha por la empresa Esfinge 21, que es de Tinelli y sería la misma que, ahora, desvela a los nenes de impositiva porque tendría inscriptos sólo a cinco empleados en blanco. Tudo mal...
El Gobierno ha logrado que, mañana mismo, el Luis D’Elía de ficción vuelva al “prostíbulo”. Será una caricatura del propio Gobierno, aun sin serlo. Muy pronto, cualquier otro ex alto funcionario negará sus llamados a Ideas para rogar que paren un poquito la mano, por favor.