Fue la crónica de un final anunciado. El sonoro portazo con el que Elisa Carrió le dijo adiós al Acuerdo Cívico y Social no sorprendió a nadie. Muy por el contrario, fue la confirmación de la difícil navegación por la que discurre un espacio político en el que abunda el desacuerdo. Es un desacuerdo a los gritos y en el que se desnuda una escasa aptitud para el debate interno, esencial para dotar de vigor y contenido cualquier propuesta política. En la base de las turbulencias que hoy sacuden al Acuerdo hay un componente muy fuerte de asuntos personales entre protagonistas que alguna vez supieron convivir bajo al techo de la Unión Cívica Radical. Esa animosidad es la consecuencia, que aún persiste, de los avatares que tuvo aquel tristemente célebre gobierno de la Alianza.
En ese contexto, la figura de Elisa Carrió genera un problema que, al día de hoy, parece no tener solución. Las encuestas están señalando que, si se votara hoy en la interna del Acuerdo, las máximas posibilidades las tendrían Ricardo Alfonsín y Julio Cobos. Carrió ha venido perdiendo caudal electoral en todos estos años. Su tono apocalíptico hoy le genera el rechazo de sectores de la población que alguna vez supieron apoyarla. Es bueno recordar que en la elección de 2007 obtuvo el segundo lugar. Sin embargo, hay que destacar las actitudes de honestidad y valentía que le son propias y que le hicieron rechazar ofrecimientos importantes de los Kirchner –le habían propuesto el Ministerio de Justicia– en los albores de aquella transversalidad hoy ya extinguida. Carrió advirtió por aquel entonces de la genética autoritaria de los Kirchner, así como también sobre las sospechas acerca de la matriz de corrupción en los manejos de la obra pública del Gobierno. Los hechos le dieron claramente la razón. La gran dificultad que tiene la líder de la Coalición Cívica es la de la construcción de espacios políticos que generen no sólo expectativas electorales, sino también de gobernabilidad. Y esto hoy es casi un imposible. La realidad muestra, a su vez, que en la medida en que Carrió no logre eso, sus posibilidades electorales seguirán decayendo. Ella lo sabe y lo saben también en su entorno. Qué hacer frente a esto es un dilema al que hasta hoy no le han sabido encontrar la vuelta.
En el adiós de la líder de la Coalición Cívica pesaron hechos concretos. Uno de los que más influyeron fue la aprobación del presupuesto de la provincia de Buenos Aires por parte de legisladores de la UCR. Ahí, existieron sospechas de un intercambio de votos por ATN para municipios gobernados por el radicalismo. Otro elemento determinante fue la figura de Julio Cobos. Carrió no está dispuesta a apoyar su candidatura. “Mientras estuvo con el kirchnerismo compartió todos sus vicios; no hay que olvidar esto”, recuerda alguien de la Coalición Cívica, quien agrega: “El portazo no es definitivo; es, en cambio, una advertencia a la Unión Cívica Radical de las cosas –hay varias más– que deben definirse para ver si nos reincorporamos o no”.
Lo cierto es que en el radicalismo el cimbronazo ha sido fuerte “¿Quién la dejó ir?”, “¿Por qué la dejaron ir?”, son algunas de las preguntas con aire de reproche que se escuchan de unos hacia otros. Conscientes de este daño, los líderes de la UCR, el GEN y el socialismo están apurando una foto conjunta para la semana que comienza.
Hablando del radicalismo, Julio Cobos está a pleno. Su objetivo es tener finiquitado y acordado un plan de gobierno para fin de año con la idea de abocarse, a partir de ahí, a definir las candidaturas. Las encuestas que maneja el vicepresidente le muestran el ascenso tanto de Ricardo Alfonsín como de Néstor Kirchner.
La semana que pasó tampoco fue buena para Mauricio Macri. A la conmoción producida por el derrumbe del gimnasio de Villa Urquiza –hecho que puso otra vez en tela de juicio el sistema de control y de habilitaciones de la Capital Federal– se le sumó el revés que sufrió en la Legislatura porteña, al concretarse la conformación de la comisión que tendrá a su cargo la investigación del caso de las escuchas ilegales, por el que Macri ha sido procesado. El desgaste político que esto le producirá al jefe de Gobierno porteño será alto. Esto, que hasta ahora no ha hecho mella en su figura –en efecto en las encuestas sigue manteniendo su ascenso–, le dificultará los intentos de acercamiento al peronismo disidente con el objetivo de obtener respaldo para sus aspiraciones presidenciales.
El ruidoso portazo de Carrió ha sido festejado en el Gobierno. “Fue como matar dos pájaros de un tiro, ya que, por un lado, esto deja aislada a Carrió y por el otro, daña aún más las posibilidades electorales de Cobos”, confesaba con inocultable alegría una voz que conoce el pensamiento del matrimonio presidencial.
En el Peronismo Federal se ha seguido este acontecer con mucha atención. En relación con Carrió, quien está en el centro de las miradas es Felipe Solá. Su acercamiento con la líder de la Coalición le genera ruido. “Si hablo con ella me critican; y si no hablo, también”, confiesan haber escuchado a Solá decirles a sus vecinos de banca.
En este espacio también se han anoticiado del crecimiento de Kirchner que están mostrando casi todas las encuestas. En sintonía con este dato es que se ha comenzado a verificar un incremento de las actividades de Reutemann. El ex piloto sigue siendo el hombre que desvela y más preocupa al matrimonio presidencial. Desde el entorno más cercano a Reutemann, todavía está viva la esperanza de su postulación que, de concretarse, nunca lo sería antes de marzo de 2011.
Mientras, esta semana el Gobierno produjo una novedad: habló de la inseguridad. Mucho tuvo que ver, sin dudas, no sólo la proliferación de hechos de violencia que viene impactando en la sociedad, sino también el reflejo que esa realidad tiene en las encuestas de opinión pública. Por ende, tanto Cristina Fernández de Kirchner como su esposo hablaron del tema. Al hacerlo, utilizaron la metodología típica del kirchnerismo, según la cual la culpa de todos los males siempre le es ajena. En este caso, por ejemplo, esa responsabilidad recayó sobre los jueces que excarcelan a los delincuentes. No caben dudas de que hay casos así; pero de ahí a decir que ésa es la causa única de la inseguridad hay un océano. Las cosas son mucho más complejas. Pero a los Kirchner eso parece importarles tan poco como la nada.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.