Veinte años atrás, el semiólogo, filósofo y escritor italiano Umberto Eco (1932/2016) se sumergía en las crecientes redes sociales en particular e internet en general, y lo hacía con cierto humor descarnado para criticar el nuevo fenómeno. “Internet puede haber tomado el puesto del periodismo malo –decía en un texto publicado por El País de España–. Si sabes que estás leyendo un periódico como La Repubblica, Il Corriere della Sera, puedes pensar que existe un cierto control de la noticia y te fías. En cambio, si lees un periódico como aquellos ingleses de la tarde, sensacionalistas, no te fías. Con internet ocurre al contrario: te fías de todo porque no sabes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Piensa tan solo en el éxito que tiene en internet cualquier página web que hable de complots o que se inventen historias absurdas: tienen un increíble seguimiento, de navegadores y de personas importantes que se las toman en serio”.
Desde esta columna se intenta decir más o menos lo mismo. Internet es un recurso, no una fuente. Ofrece, sí, elementos que pueden valer como fuentes o –al menos– como gérmenes de una tarea de investigación periodística. Pero no es confiable y obliga a chequear y rechequear sus contenidos. Cada nueva red –Faceboook, Twitter, Telegram, Instagram, etc. – incorpora materiales sensibles para el conjunto de las sociedades, que no alcanzan a resolver el principal intríngulis de todo material informativo: su veracidad o falta de ella.
Lo acabamos de ver, una vez más, con la asunción de Luiz Inácio Lula da Silva el 1° de enero y el intento fallido de golpe contra la institucionalidad en Brasil, consumado por miles de ciudadanos, muchos de ellos protagonistas de la invasión a los espacios públicos de los tres poderes. Esos miles no llegaron a Brasilia de manera inocente y solo en respaldo al anterior presidente: desde las redes, Twitter y WhatsApp en particular, se alimentó una hoguera que pudo incendiar la continuidad democrática del país. Chequeado.com, la organización argentina dedicada a definir qué noticias resultan ciertas y cuáles falsas, publicó en estos días un informe con la firma de Lucía Martínez en el que cita investigaciones propias y de grupos de fast checking de Brasil. Según el medio local Agencia Pública, cita: “Los atacantes a las sedes del gobierno brasileño se organizaron a través de redes sociales utilizando la expresión ‘Festa da Selma’, una alusión a la selva, término utilizado por los militares brasileños”.
La nota de Chequeado señala que, según un relevamiento de Agencia Lupa (medio de fast checking brasileño) “se registró que en grupos públicos de WhatsApp manifestantes se organizaron para ‘tomar las calles’ desde al menos el 5 de enero” y en Telegram se viralizaron ofertas de viajes en ómnibus a Brasilia y pago de gastos de comida y alojamiento.
Sugiero a los lectores de PERFIL que se nieguen a “comprar” las informaciones surgidas de las redes sin intentar, al menos, confirmar sus contenidos con medios formales, periodísticamente confiables tanto por sus políticas editoriales como por la seriedad de sus periodistas.
Lector. El señor Max Schindler firma la carta que encabeza el Correo de hoy. En ella puntualiza que el contenido general de esa sección resulta muy sesgado, en general con textos de gente “muy irritada”, unida “por su odio hacia la actual vicepresidenta, como si fuera una campana que se mueve hacia un solo lado”. Debo aceptar que tiene razón, pero no es un acto volitivo que surja de quien edita la sección: no llegan al Correo cartas de otro signo, salvo excepciones. No es bueno eso, pero cuando llega un texto de otro signo, se publica como el resto.