Esta semana, con el comienzo de la Feria del Libro, una verdadera multitud se agolpa en el predio de La Rural, y entre las novedades que se presentan hay un libro que me interesó particularmente.
Born, de María O’Donnell (Sudamericana), relata e investiga el secuestro por cuyo rescate se ha pagado el mayor precio de la Historia. Nos referimos, claro, al secuestro y rescate de Jorge y Juan Born, por los cuales se terminó pagando sesenta millones de dólares.
Con infinita paciencia, O’Donnell no solamente ha investigado archivos y relatos sino que logra conversar largamente con una de las víctimas, Jorge Born, quien a su vez se muestra por primera vez hablando en público de aquellos meses atroces.
—Yo estaba haciendo un libro sobre el financiamiento de la política –explica María–, quería contar casos que mostraran cómo el que aporta plata obtiene algo a cambio. Necesitaba ejemplos y recordé el indulto a Firmenich. Como Firmenich había hecho aportes a la campaña de Menem, me metí con esa historia y, en realidad, descubrí que esa plata que venía de Cuba tenía que ver con el secuestro de los hermanos Born y, cuando comencé a investigar, me pareció increíble que esa historia no se hubiera contado en detalle. Se trataba, nada menos, que de los dos hijos de uno de los titulares del emporio económico más importante de la Argentina. Estuvieron nueve meses secuestrados (desde septiembre de 1974 hasta junio de 1975). A Juan lo liberaron unos meses antes pero Jorge cumplió todo aquel tiempo inexorable.
—¿Quiénes intervienen directamente en el secuestro?
—La cúpula montonera ordena el secuestro conducida por Firmenich y el sistema de inteligencia hace todo el relevamiento en el que Rodolfo Walsh desempeña un rol de búsqueda de datos aun cuando, en ese momento, no era el jefe de inteligencia. Los que realizan el secuestro propiamente dicho son los integrantes de la Columna Norte de Montoneros, cuyo secretario militar era Galimberti. Estaba a cargo de Fernando Vaca Narvaja pero quien lleva adelante el secuestro es Roberto Quieto.
—Las crónicas de la época recuerdan que, en la Avenida del Libertador, se encontraba presuntamente trabajando una cuadrilla de falsos operarios que interrumpe el paso de los Born y procede a secuestrarlos mientras mueren el chofer y Alberto Bosch, que ocupaban los asientos delanteros del auto.
—En aquel momento, el presidente de Bunge y Born era el padre de los hermanos Born. Jorge y Juan tenían entonces 40 y 39 años, respectivamente, y comenzaban a desempeñarse en cargos de responsabilidad de la empresa. Como los Montoneros preveían un secuestro muy largo, consideraron la edad avanzada del padre y optaron por los hermanos que, por otra parte, viajaban siempre juntos (por motivos de seguridad) desde la magnífica casa de Beccar hasta sus oficinas del Microcentro. En cuanto se produce el secuestro, Juan cae en una crisis psíquica muy grande y los carceleros advierten que iba a costar mucho que se adaptara a vivir en una de las celdas que les habían destinado. Durante meses, los hermanos Born estuvieron separados sin saber que ocupaban celdas contiguas. Aquellas “cárceles del pueblo”, como las llamaban los Montoneros, habían sido construidas especialmente para ellos y estaban separadas por aislaciones de telgopor que aislaban las paredes y no permitían ninguna filtración de ruidos. Esto, te repito, los hermanos no lo supieron mientras estuvieron en cautiverio. Tampoco conocían el destino que había sufrido el otro hermano.
—Es notable tu investigación acerca de los infinitos y complicados trámites que precedieron a la aceptación del rescate y, luego, a la forma en que se hizo…
—Los Montoneros comienzan pidiendo 100 millones de dólares –resume María– y allí se encuentran con algo inesperado como es la resistencia a pagar del padre de los Born… Cuando lo llamaban, les cortaba el teléfono y los Montoneros, sorprendidos, le decían a Jorge Born (hijo): “Pero ¿de qué está hecho su padre? Cuando lo llamamos nos corta la comunicación…”. Pero la respuesta de Jorge era invariable: “Ustedes no conocen a mi padre…”. En efecto, parece que el padre era un hombre muy estricto, puritano, a quien le costó mucho tomar la decisión de pagar el rescate. El mismo Jorge hijo sabía que su padre no pagaría 100 millones de dólares aunque los tuviera. Y allí empieza la dificilísima negociación en la cual, de alguna manera, el quiebre psíquico de Juan hace que los Montoneros le demuestren a Jorge que su hermano estaba muy debilitado. Jorge, entonces, escribe a su padre pidiéndole que, por favor, negocie con los captores. Allí empieza entonces una muy larga negociación…
—Claro. No era solamente dinero de la familia sino también de la empresa, ¿no?
—Sí. Los socios eran también los Hirsch. Bunge y Born eran comerciantes de granos y vienen a la Argentina desde Bélgica. Al cabo de un tiempo, Bunge vuelve a Bélgica y sólo Born queda aquí. En aquel momento, también de Bélgica, llegan los Hirsch, y allí se constituye una sociedad que, si bien seguía llamándose Bunge y Born, tenía también como socio a Mario Hirsch junto a Jorge Born padre como presidente. Los Hirsch estaban muy agradecidos a la familia Born, a pesar de no haber sido socios fundadores, y esto explica el formidable empuje que brindó Mario Hirsch a la compañía, haciéndola crecer en forma tal que, de ser una empresa exportadora de granos pasó a ser también propietaria de fábricas textiles, de alimentos y de productos químicos. Eran los principales industriales de la Argentina. En este libro, Jorge Born (hijo) me contó que Mario Hirsch le dijo: “Vos disponé de la plata. Hacé lo que quieras…”. Y ésos son fondos que termina poniendo la compañía Bunge y Born.
—Según tu relato, entonces, ése es el dinero que, cuando se paga el rescate, Montoneros deposita en Cuba…
—Los Montoneros fueron cobrando en distintas y sucesivas etapas. Primero cobraron la plata en pesos: tenían muchas deudas y, después, cuando ya estaban clandestinos (en el gobierno de Isabel Perón), no tenían obviamente cuentas bancarias ni podían administrar aquel dinero. Se preparaban para una larga clandestinidad y fue entonces cuando Firmenich viaja a Cuba y establece una negociación con el gobierno de Fidel Castro para depositar parte del rescate en Cuba, vía valija diplomática con escala en Perú porque, en aquel momento, Perú tenía vuelos directos, sin escalas, a Cuba. Una parte del dinero fue llevado así…
—Pero, ¿esa plata vuelve de Cuba?
—Bueno, éste es uno de los misterios de la plata de los Montoneros: una parte va a Cuba y otra es confiada al banquero David Graiver. Graiver estaba muy necesitado de dinero para comprar algunos bancos en los Estados Unidos. Tenía vínculos con Quieto y otros montoneros y ofreció pagarles muy buenos intereses. En aquella época de clandestinidad, los Montoneros les pagaban un sueldo a sus soldados, etc., y a David Graiver le era más fácil pagarles altos intereses (alrededor del 9%) en dólares. Con Cuba el tema era más complicado porque allí estaban prohibidos los dólares y, por lo tanto, no recibían remesas mensuales como las que les garantizaba Graiver. Por eso decidieron dividir aquel dinero entre Cuba y Graiver. Durante la dictadura, la cúpula Montonera se exilió primero en México y luego en Cuba. Se financió la contraofensiva, etc.
—Tampoco se aclaró nunca la misteriosa muerte de David Graiver en un accidente aéreo en el que también mueren los pilotos…
María rememora tramos de su libro:
—Ellos le habían dado a David Graiver 16 millones de dólares en Suiza porque, en un momento determinado, Born ya no podía seguir trayendo más dólares a la Argentina. A Born (padre) la Aduana le incauta valijas con millones de dólares y cuando se lo explicaron a Jorge (hijo), que estaba secuestrado, éste comentó: “Así no se pueden hacer las cosas…Cobren afuera…”. Pero, ¿cómo iban a hacer los Montoneros para cobrar en Suiza? Es allí cuando salen a buscar a David Graiver, quien tenía una estructura montada con bancos afuera, en el mundo, además de los que ya administraba aquí. Entonces, los Montoneros le dan a Graiver 16 millones de dólares, que eran una parte de los secuestros de los Born, y otra del secuestro de Metz, un directivo de Mercedes-Benz. Los 16 millones de Graiver están documentados, están los papeles, crean una sociedad panameña. Con Cuba, en cambio, nunca quedó claro cuánto depositaron allí.
—¿Dónde vivía Graiver?
—Parte en México y parte en los Estados Unidos porque todavía no tenía todos los papeles para Estados Unidos y, en un vuelo privado, como recordamos recién, se estrella y muere… Los Montoneros, entonces, presionan a la viuda, Lidia Papaleo, señalándole que existía una deuda de 16 millones de dólares y que ellos pretendían que la familia devolviera el dinero que ellos habían puesto. La muerte de Graiver es anterior al golpe del 24 de marzo de 1976 y allí aparece el doctor Paz, que reclama el dinero a Lidia Papaleo. En definitiva, los Montoneros pierden ese dinero. Nunca logran recuperarlo. Mucho después, con el correr de los años, a partir de una indemnización que Alfonsín le otorga a Lidia Papaleo, Born logra recuperar algo del dinero del rescate. En cuanto a los Montoneros, nunca consiguen recuperar la plata que le habían confiado a Graiver.
—¿Y el dinero de Cuba?
—Después del misterioso accidente de Graiver, los Montoneros dicen que a Graiver lo mató la CIA o alguna otra agencia, y en mi libro, Raúl Magario (jefe de finanzas de los Montoneros) relata que él recibió la plata de los Born en Suiza y que, poco antes de la muerte de Graiver, la conducción lo envió a Uruguay para un encuentro con Graiver. Tenía que hacerle una advertencia: “¡Usted se tiene que mudar de los Estados Unidos porque lo van a matar!”. La conducción le pide que vaya a Alemania y David Graiver no lo entiende así porque su padre ya era grande y no sabía hablar alemán, y no podría cuidarse, etc. En realidad, nunca se comprobó que la muerte de Graiver haya sido un crimen. Quedó como un accidente.
—Más allá del trabajo de investigación de tu libro, hay un hecho muy interesante como es el haber podido conversar directamente (y por primera vez) con el sobreviviente Jorge Born…
—Sí, él nunca había hablado públicamente del secuestro y por algún motivo, cuando fui a verlo por primera vez (acababa de cumplir 80 años), me parece que tenía ganas de hablar… Al principio yo no estaba segura de que quisiera colaborar pero se fue dando realmente una situación en la cual él decidió que iba a contar la historia de su secuestro tal cual había sucedido…
—Sí, llama la atención la tranquilidad con la que hablaba con sus captores… ¿Incluso, discutía con ellos?
—Sí –explica María–, yo entrevisté a Roberto Perdía (uno de los integrantes de la cúpula montonera), y en esto coinciden los testimonios de los Montoneros con el testimonio de Born. No es que Born cuente solamente que él tuvo una enorme fuerza de voluntad y se puso a negociar sino que los propios Montoneros dicen que Jorge (hijo) resultó clave para que ellos pudieran negociar con el padre. Y también señalan que el que llevó adelante la negociación no sólo por su vida sino también por la de su hermano, negociando simultáneamente con los Montoneros y su padre, fue Jorge (hijo) ¡desde su celda de cautiverio!
—Deben ser circunstancias que requieren de una enorme sangre fría…
—Desde ya. Hay que recordar que éstos eran ricos herederos pero que también habían sido criados con cierta severidad de parte de su padre, quien los hizo empezar como pinches en la
compañía; que habían hecho la colimba (en aquel tiempo no era habitual entre gente rica) y, en el caso de Jorge, ¡durante un año y medio! El me dijo que esa experiencia de una larga conscripción le había servido para estar preparado para lo que, luego, fue la cárcel de los Montoneros…
—Se dijo, también, que cuando Born (padre) dudaba de pagar el rescate por no ser dinero de su propiedad, su esposa lo amenazó con el divorcio si no lograba la liberación de sus hijos…
—Jorge (padre) envió a su esposa y a toda la familia al Uruguay porque no entendían que había que esperar y negociar… Entonces, después del secuestro (también el ERP había secuestrado a mucha gente), Jorge (padre) se queda solo a cargo de la negociación. En un momento dado, parece que sus carceleros le decían a Jorge (hijo): “¡Escríbale a su madre para que lo conmueva!”, a lo cual Jorge (hijo) recordó para este libro que su respuesta fue: “¡Ustedes no lo conocen! No le voy a escribir a mi madre porque no lo va a conmover”. En verdad, fue él quien le escribió a su padre, a quien admiraba por una parte pero cuya dureza no podía dejar de reconocer…
—Sentimientos mezclados…
—Cuando Jorge le escribía a su padre sabiendo que no iba a pagar 100 millones, ¡le decía que estaba hablando con sus captores para conseguir un descuento! Te reitero que terminan pagando 60 millones de dólares pero, cuando Jorge sale del cautiverio, encuentra a su padre muy desmejorado. Sintió que haber tenido que pagar el rescate significaba, para su padre, una derrota…
—Debe haber sido muy interesante humana y periodísticamente conocer al protagonista de esta terrible historia…
—Bueno, se fue generando un vínculo a raíz de esas largas conversaciones. Me recibió siempre en su oficina del centro de la Capital. Una oficina muy sencilla: pequeña, bien iluminada pero, te repito, ¡muy sencilla para lo que uno podría esperar de alguien tan rico y poderoso! Nada ostentoso: diplomas con el título del Colegio Nacional de Buenos Aires y de la Universidad. Y un gran retrato de su padre, por quien, hasta hoy, siente una gran veneración…