COLUMNISTAS
Los amistosos de la Seleccion

Desde una limousine

El 5 a 0 contra Guatemala, a las tres de la mañana del jueves pasado, no sirvió para nada. No hay manera de maquillarlo, pese a las declaraciones posteriores de los protagonistas, que hablaron de juntarse, mirarse, conocerse y de todos esos lugares comunes absurdos por los que transitan futbolistas y entrenadores cuando no quieren decir lo que realmente piensan.

1107fucks
|
El 5 a 0 contra Guatemala, a las tres de la mañana del jueves pasado, no sirvió para nada. No hay manera de maquillarlo, pese a las declaraciones posteriores de los protagonistas, que hablaron de juntarse, mirarse, conocerse y de todos esos lugares comunes absurdos por los que transitan futbolistas y entrenadores cuando no quieren decir lo que realmente piensan.
Fue un bodrio que ni siquiera merece ser comentado. Acaso estuvo bueno ver con nuestra camiseta a chicos como Higuaín, Lavezzi, Escudero o Banega. Para Jonathan Maidana, autor de un golazo, fue inolvidable. Y para Marco Ruben, de penoso paso por River y transferencia millonaria posterior a Villarreal con préstamo al Recreativo, otro tanto. No creo que Ruben imaginara que iba a ser convocado, y mucho menos, entrar y meter un gol. Pero le pasó todo esto, así que para él estuvo bien. También se produjo la recuperación de Ustari, que tuvo dos atajadas infernales, dignas de aquel gran arquero que asomó hace nomás un par de años. Y no hay más para mostrar. No hubo diferencias entre Batista y Basile. Como casi siempre, Mascherano fue figura excluyente y Riquelme intentó –esta vez, sin éxito– ser el eje del equipo. Al igual que en la Selección mayor, estuvo en la cancha los 90 minutos, aun cuando el partido tenía números amplios a favor de Argentina.
Se torna inexplicable la llegada del Checho, si tácticamente no va a hacer nada diferente a lo que hace Basile. No tiene sentido, si sólo está para seguir lineamientos ajenos y decir obviedades en las conferencias de prensa. Es un desperdicio; Batista es un técnico con vuelo propio. Pero es imposible creerle, cuando dice que este partido fue útil “para ir encontrando el equipo con vistas a los Juegos de Beijing y por las ganas que tenían los muchachos de ponerse esta camiseta”. No hubo rival. El lo sabe.
Habrá que acostumbrarse a este panorama: goleadas inútiles ante equipos débiles, partidos horribles a los que les sobran 60 y 70 minutos y una prensa complaciente que le escupe palabras dulces a un ciclo que tiene grietas cada vez más visibles. Fue patético leer columnas elogiosas hacia Basile porque fue a Los Angeles a ver el partido. Es su obligación, más allá de que casi lo arrastraron para que fuera porque no le sobraban ganas. Por lo menos, se dio el gusto de pasearse en una limousine de 150 dólares con su fiel escudero Rubén “Panadero” Díaz.
Ahora volverá Basile –ya sin la “limu”– y nos encontraremos frente a otro problema. Argentina tiene un programa de partidos impresentables. Están en veremos un amistoso contra la Selección de Catalunya (25 de mayo) y otro contra Jamaica en Londres (31 de mayo). Los rivales que sí están confirmados son Egipto (El Cairo, 26 de marzo), Hungría (Budapest, 4 de junio) y Bielorrusia (Minsk, 20 de agosto). Obviamente, en el medio se juegan las Eliminatorias: el 14 de junio contra Ecuador, en River, y, por fin, tres días después contra Brasil, de visitantes.
Esto también preocupa: es parte de los negocios de la AFA que no se entienden. En el fútbol se maneja mucho dinero, lo sabemos todos. Pero también se cuida el aspecto deportivo, que es lo que permite hacer grandes negocios. Acá no. Acá se organizan partidos contra Bielorrusia y Jamaica porque sólo se piensa en el cachet y porque hay un contrato con la empresa World Eleven por una determinada cantidad de partidos. Seguramente, dejan un buen dinero, pero, ¿nunca jugaremos contra España, Italia, Alemania, Inglaterra, Holanda, Portugal? No pido mucho. Brasil jugó contra Irlanda, es mejor que Guatemala. ¿Por qué nosotros contra Guatemala, Egipto, Bielorrusia y Jamaica? Así, con estos rivales, jamás habrá medida de nada o, lo que es peor, se sacarán conclusiones sobrevaluadas, como ocurrió en la Copa América del año anterior. Cuando tocó el único rival serio de la competición (Brasil en la final), se perdió 0-3 con baile. Algún obediente (o Basile mismo, sería muy capaz) dirá que “nadie quiere jugar con la Argentina porque nos tienen miedo”.
Tal estupidez es rebatida fácilmente. En esta última fecha FIFA, Italia se enfrentó a Portugal (los dos fueron con titulares); Inglaterra se presentó en el nuevo Wembley ante Suiza, en el debut de Capello; España recibió a Francia; Croacia, a Holanda, y Alemania chocó con Austria.
Está claro: no es que “nos tienen miedo”. Quizá la organización de los partidos no esté en las mejores manos. O, tal vez, jugar contra “nadie” genere goleadas absurdas y haga que el circo montado alrededor de Basile y ciertos jugadores funcione perfecto. No olvidemos que hay un sector poderoso del periodismo de fútbol que hace su trabajo para los jugadores, el técnico y Grondona, no para el público.
Por eso, es vital que sepamos en qué se convirtió la Selección: en un grupo de jugadores con una camiseta gloriosa frente a sparrings débiles, para que nos creamos que tenemos un equipazo.
Lamentablemente, no es así. Hay excelentes jugadores y serias deficiencias en la conducción. Y si bien Grondona pareció dar señales de reacción con el llamado a algunos campeones del ’86, todo parece indicar que nada cambiará. Tendremos que ver a la Selección argentina así, penosa, jugando contra “nadie”, siempre con el mismo esquema.
Ah... y con Alfio Basile, su máximo responsable, como Soda Stereo: mirando todo, tras los negros vidrios de una limousine.