COLUMNISTAS

Deus ex máchina

El campo sigue en pie de guerra. A estas alturas, más bien me parece que los motivos de los pequeños productores (como los de los pequeños consumidores, es decir: todos) son muy atendibles, y los de la gran oligarquía (y los grandes consumidores, Gobierno incluido) tienden a organizar una sublevación que les garantice sus privilegios.

Rafaelspregelburd150
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El campo sigue en pie de guerra. A estas alturas, más bien me parece que los motivos de los pequeños productores (como los de los pequeños consumidores, es decir: todos) son muy atendibles, y los de la gran oligarquía (y los grandes consumidores, Gobierno incluido) tienden a organizar una sublevación que les garantice sus privilegios.
Santiago Gobernori recibió el encargo del Teatro Sarmiento de montar un biodrama, esto es, una obra de teatro basada en alguien que está vivo. Deus ex máchina aprovecha a Bubi, un amigo del abuelo de Gobernori, para escarbar en misteriosos territorios. Sus padres llegaron de Alemania huyendo luego de la Primera Guerra. Bubi vive ahora con su familia en Brandsen. Es inventor. Desde baleros a tirafondos ferroviarios, Gobernori lo trae en los fragmentos de su memoria como alguien inquieto por reinventarse ante cada fracaso. Pero sus fracasos (que pueden parecer individuales) comienzan a enlazar con los fracasos sociales, con la Historia. El tiempo del espectáculo se funde con el tiempo del afuera; a pasitos de la Rural, la obra mete el dedo sucio en la llaga. Y sin falsos oportunismos: los ensayos comenzaron mucho antes de la explosión.
Una máquina que espera una electricidad que la Municipalidad no provee, unos clientes que pretenden contratar un catering de caviar y pagarlo como choripanes, un Raúl de pesadillas que resulta ser Raúl Alfonsín (ya era hora de que entrara a la ficción), una familia que –Tío Vania dixit– sólo piensa en trabajar y seguir trabajando (“son proletarios de su propia invención; los explota su propia máquina”), y un monólogo final que hiela la sangre, no tanto por su contenido, sino por su extraña capacidad de anticipación. Es claro: el buen teatro anticipa la realidad. De yapa, la observación de esta ficción alocada puede echar algo de luz sobre alguna verdad profunda: el enfrentamiento es de clases. Un gobierno peronista, mientras tanto, y por si quedaban dudas, no será jamás el camino al socialismo: si algunos preocupados podían creer que esto llevaría a una reforma agraria, Cristina se ha encargado de aclararlo bien: vuelve a ser verdad eso tan sinuoso de que “Perón evita la patria socialista”, así, sin comas, y con el evita en minúscula.