Si bien tuvieron un origen en común, en territorio inglés (según la historia oficial) y con algunas reglas parecidas, el fútbol y el rugby tomaron caminos antagónicos en muchas cuestiones. Sin embargo, el presente los emparenta nuevamente en ciertos aspectos: la falta de espacios, la declinación en talentos, la obsesión por el resultado y la preponderancia del físico por encima de la destreza o el intelecto. Frente a semejante statu quo resultan llamativas las coincidencias de dos de las máximas figuras de ambos deportes. Kaká, por un lado; Juan Martín Hernández, por el otro. Sudamericanos y nacidos en el mismo año, 1982, con diferencia de tres meses. Idolos en Europa, pero con proyección mundial, con las distancias lógicas en términos de popularidad y salarios entre una disciplina y otra.
Pero puestos ambos a ejercitar lo suyo en la cancha, tanto el brasileño como el argentino tienen el ADN de la distinción, del charme para desenvolverse en un escenario por más importante que fuera. Jorge Valdano decía que “gambetear es estafar con elegancia”, y tanto el nacido en Brasilia como el formado en Deportiva Francesa, de Pilar, no resignan la estética para “estafar” adversarios. Además, vivieron un 2007 consagratorio. A Kaká, la FIFA lo eligió como el mejor del mundo; a Hernández, el premio máximo de la IRB se le escapó por poco: hasta las semis del Mundial de Francia, Juani punteaba con Felipe Contepomi en la clasificación para llevarse el galardón, pero justo ese día, en París, el 10 de Los Pumas tuvo un rendimiento opaco y fue superado por quien, para colmo, la rompió en esa semi, el sudafricano Brian Habana. A Juani le quedó un premio consuelo: lo eligieron el mejor rugbier de Francia, donde es Gardel o el Mago, como lo llama la prensa. Incluso, el diario Le Monde fue más allá de incluirlo en el equipo ideal del reciente Mundial: señaló como “mejor gesto técnico” el juego con el pie de Hernández.
¿Otra referencia? Juan Martín fue campeón con su club, Stade Francais, en una producción memorable: en medio tiempo a full, el argentino brilló al pasar a jugar como apertura (había arrancado como centro) y cambió una derrota segura ante Clermont por la gloria, en un Stade de France que se rindió ante su vocación de triunfo. En el año que pasó, a Kaká le tocó las generales de la ley con un Milan que tuvo que cumplir con una pesada sanción en el torneo local y por eso apostó todo a la competencia internacional. Y en ese plano, fue una temporada tan sensacional como la de Juani Hernández: el equipo rossonero se llevó la Champions League (Kaká la rompió en gran parte del certamen, aunque los goles de la final ante el Liverpool los hizo Inzaghi) y en diciembre, en Japón, lo sufrió in extremis Boca en la final del Mundial de Clubes, con un gol y dos generosos pases para que vacunara Inzaghi.
¿Otros rasgos que los vinculan? Tienen cara de buenos muchachos, pero a la hora de vestirse de deportistas se transforman en asesinos seriales, implacables, fríos y sumamente efectivos. También suelen llevar la fama y la idolatría con modestia que no suena a falsedad. No son agrandados ni tienen gestos ampulosos. Además de tener estaturas parecidas (1,86 el brasileño y 1,87 el argentino), suelen aprovechar sus condiciones atléticas. Kaká, con la pelota en su poder, es extremadamente veloz y con excelente control: por momentos parece que se deslizara en el terreno y, cuando la tira larga, es inalcanzable.
Juani tampoco parece un sprinter, pero puesto a desarrollar velocidad, tiene lo suyo y pisa bien fuerte, bien afirmado, lo que dificulta mucho que lo tackleen y lo derriben. Hace un par de semanas, antes de lesionarse del todo frente a Montauban (ya había empezado con molestias), el rugbier argentino se enchufó media hora e hizo maravillas; por ejemplo, el try que fabricó en una maniobra unipersonal: recibió un despeje en su propio terreno, oteó el panorama y tiró un sombrero espectacular que desairó a toda la defensa, se sacó de encima la marca del fullback rival, hizo equilibrio en el barro para no irse de la cancha con gran dominio de su físico y terminó apoyando una conquista sensacional.
Eso sí, en algo difieren. Kaká es la conjunción de destreza más eficacia; Hernández es más imaginativo, tiene mayor poder de inventiva, aunque a veces resigne contundencia. Además, no creemos que, por sus orígenes y su formación, Kaká sea fanático del rugby; en cambio, a Hernández (sobrino de Patricio, aquel zurdo que jugó en River y Estudiantes, entre otros) le encantaría convertirse en futbolista profesional, aunque sea por un día. Y mal no le iría: con la caprichosa y traicionera “ovalada” hace cosas increíbles, malabares que no se sabe si, con la redonda, algunos jugadores de Primera del fútbol argentino podrían realizar…