¿Cómo hará el radicalismo para gobernar si es que gana en 2011?
Esta pregunta se formula a cada rato en los ámbitos políticos y da por seguros dos conceptos contradictorios: que la UCR está otra vez en carrera después de haber tocado fondo y que aún no superó el trauma de abandonar el poder sin terminar el mandato en las dos ocasiones que tuvo desde la recuperación democrática de 1983.
La huida de Fernando de la Rúa en helicóptero está muy presente en la memoria de los argentinos y el kirchnerismo se encarga de refrescarla en todos los discursos. Fue tan autodestructiva y frágil esa gestión que se ganó el desprecio social y abrió heridas muy profundas en el cuerpo del partido centenario. Pero la figura de Raúl Alfonsín, a un año de su muerte, fue revalorizada casi como la contracara del matrimonio Kirchner. Hasta sus viejos adversarios coinciden en rescatar la honradez y austeridad que evidenció a lo largo de toda su vida, su vocación de diálogo sin perder firmeza en sus convicciones, la defensa de los derechos humanos cuando las balas picaban cerca y el combate a favor de la libertad y en contra de todo tipo de autoritarismo con el histórico e inédito juicio a las juntas y la paz con Chile. Como un Cid Campeador que siguió ganando batallas aun después de muerto, sopló tan fuerte el nuevo viento alfonsinista que generó un fenómeno inédito al catapultar a su hijo Ricardo al primer lugar en imagen positiva entre los dirigentes políticos. Su crecimiento en las encuestas fue vertiginoso pese a que su experiencia parlamentaria o de gestión es casi nula y que sus condiciones y reales capacidades están por verse.
No hay demasiados antecedentes en la historia de alguien que haya pasado del desconocimiento casi total a la cima del aprecio. Extrañamente, el único caso que se le asemeja es el de su correligionario y competidor Julio Cleto Cobos, que también, en un abrir y cerrar de ojos, desde la madrugada del voto no positivo pasó a integrar el pelotón de los argentinos más respetados. Pero hay diferencias. Cobos fue ministro y después gobernador de Mendoza y fue expulsado del partido por acompañar como vicepresidente de la Nación a Cristina Fernández, aunque luego regresó al redil, arrepentido de haber creído en las buenas intenciones de Néstor. Su mayor virtud y su mayor defecto lo obligan a caminar por un estrecho desfiladero. Otra curiosidad es que en el mundo de la política hay bastante consenso en decir que el mejor candidato del radicalismo es el menos conocido: Ernesto Sanz. Tiene buenos antecedentes al comando de la intendencia de San Rafael; su desempeño como senador y ahora en la jefatura de su partido lo muestran como un analista inteligente capaz de pensar estratégicamente las próximas jugadas. Algo premonitorio hubo cuando dijo: “Para un futuro gobierno no peronista es un enorme desafío colocar a la sociedad de su lado y no a las corporaciones”.
Y aquí aparece la madre de todas las preguntas. ¿En qué están pensando para romper ese mito de que los radicales no saben gobernar y que la CGT de Hugo Moyano y los piqueteros K les van a hacer la vida imposible si vuelven al poder? Por ahora, le encargaron a un ex legislador brillante como Raúl Baglini la confección de propuestas eficaces en cada una de las áreas más problemáticas que vayan más allá de la retórica bienpensante y excesivamente generalista con que se suelen redactar las plataformas partidarias.
El ciudadano está reclamando soluciones concretas a problemas concretos. Crece el rechazo al reunionismo inconducente y a la sanata ideologista. ¿Cómo van a evitar que la bomba de tiempo que dejará este gobierno en muchos planos les estalle en las manos? ¿Qué mecanismo cultural van a fomentar para suturar la fractura social cargada de odio como la peor herencia que recibirán? ¿Cuál es la propuesta económica para superar la inequidad social y la indigencia de una vez por todas? ¿Qué planes tienen para controlar la inflación escondida bajo las alfombras del INDEC? ¿Cómo van a atacar la inseguridad sin caer en la mano derecha dura fuera de la ley ni en el falso garantismo presuntamente progre que propone solucionar todo con la movilidad ascendente, camino correcto pero demasiado largo para los más humildes? Responder con propuestas claras estas demandas de la sociedad, entre muchas otras, es uno de los senderos que debe transitar quien pretenda suceder a los Kirchner.
No hay alianza electoral posible ni con Elisa Carrió ni con ningún peronista. Los compañeros de ruta serán el socialismo de Hermes Binner, el GEN de Margarita Stolbizer y no mucho más. El ex ministro Jesús Rodríguez reconoció que tienen que fundar una coalición para ganar los comicios y que deberán construir otra mucho más amplia para sustentar gobernabilidad. Están pensando en un gobierno de unidad nacional con un gabinete multipartidario, con varios peronistas destacados. Aspiran a que la agenda de Estado y la convivencia pacífica que han instalado Eduardo Duhalde y Rodolfo Terragno rindan sus frutos. Pero el futuro aún está muy lejano y lleno de incertezas.
¿Quién sería el próximo jefe del PJ en la hipótesis de que el kirchnerismo fuera derrotado? ¿Reutemann, De Narváez, Solá, Scioli, Capitanich, Urtubey, Das Neves, los Rodríguez Saá o el propio Duhalde? El que está llamado a jugar un rol clave por experiencia y respaldo de sus pares es el gobernador sanjuanino José Luis Gioja. En caso de emergencia, rompa el vidrio: hay un candidato a presidente taquillero según las encuestas y que no ofrece demasiadas contradicciones para enfrentar al kirchnerismo que se llama Roberto Lavagna y que nadie se atreve a descartar.
Hubo un breve pero prolífico período de la historia reciente donde los acuerdos UCR-PJ funcionaron sin intentos de “Banelco” ni palos en la rueda. Entre setiembre de 1987 y mayo de 1988, mientras Antonio Cafiero era el jefe del peronismo, se aprobaron leyes muy delicadas como la de Coparticipación Federal (que rige actualmente), que puso más transparencia a las promociones industriales, y la de Defensa, que prohibía la inteligencia interior por parte de las Fuerzas Armadas. ¿Hay un Cafiero en el peronismo que viene? ¿Hay un Alfonsín en el próximo radicalismo? Demasiadas preguntas sin respuestas. Nadie duda, sin embargo, de que en 2011 va a haber segunda vuelta y el que gane saldrá fortalecido con una legitimidad particular en las urnas. La suerte de Hugo Moyano y de algunos movimientos sociales que dependen de la billetera oficial está atada a la suerte del kirchnerismo. Renovarán su poderío o comenzarán su ocaso según le vaya al matrimonio presidencial.
¿El radicalismo logrará convencer a las grandes mayorías de que está en condiciones de gobernar? O mejor dicho: ¿se podrá demostrar que alguien no peronista puede gobernar este país? Sería la consolidación de esta democracia inestable con tantas asignaturas pendientes hacia los que menos tienen.