El pasaje del soporte concreto (papel de diario) al virtual (pantalla del celular, siempre adosada al hombre como un apéndice) señala una manera novedosa de asumir cuándo la realidad merece ser contada. Lejos de urdir una anécdota en introducción, nudo y desenlace, saboreamos ahora una velocidad total que prescinda de marco de referencia o de síntesis para regodearse momentáneamente en el puro nudo. No culpo a nadie. Yo mismo he militado que buscar el puro nudo era una aventura narrativa digna de explorarse.
Así las cosas, le preguntan a Kicillof si Macri debería hacer cuarentena en la Provincia al regresar de Europa y el gobernador, en total sintonía con esa intimidad a la que nos tiene habituados hablar en zoom, hace lo que cualquier mortal sin cargos ni cucardas: se tienta de risa. Y dice: “Disculpen, me tenté”. Y no pasa nada.
Antes, una noticia contenía anécdota y mediante la tríada argumental aristotélica podía surgir la epifanía que concatenaba (responsabilizaba) hechos. Ahora se da al revés: una anécdota sin relevancia puede (y debe) convertirse en noticia, siempre que catalice alguna gracia indecible e instantánea. La anécdota es noticia porque le pasa a un funcionario que debe elegir, a la velocidad del rayo, cómo responder a algo capcioso pero obvio. El tiempo se detiene, vibra de bifurcaciones, y Kicillof opta en el filo del instante por decir la verdad: que se tentó. Y no explica por qué; ni falta hace. Pero, ¿es Kicillof o la cámara quien fabrica esta epifanía?
No es culpa del periodismo ni de una forma de pensar el mundo en el sarcasmo: son los hábitos del homo pandemicus. Ir a la facultad en calzoncillos, confesar lo primero que se nos cruza y que quede registrado, desplazar al ex amigo con un dedo resbaloso al reciclaje: formas físicas de apropiación de lo real que generan respuestas acordes en el discurso.
El futuro será colorido y muy veloz. Hasta que nos cansemos y volvamos con angustia a tallar la realidad en piedras y menhires.
