En el momento que usted, lector, se siente a leer esta columna, Cristina Fernández de Kirchner estará ya en París. Le va a venir bien este viaje a la Presidenta para despejarse un poco después del ajetreo de los últimos días en la Argentina. De todas maneras, el infortunio parece acompañarla en sus desplazamientos internacionales. Cuando fue la ocasión del viaje a Caracas para firmar acuerdos con el presidente Hugo Chávez le tocó justo en el difícil momento en que los gobiernos de Venezuela y Colombia se encontraban en un punto crítico de sus relaciones como consecuencia del incidente diplomático entre Colombia y Ecuador. Ahora la situación parece repetirse ya que encuentra al presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, complicado no sólo por el caso de Ingrid Betancourt sino también por el secuestro del crucero con turistas franceses en las costas de Somalia.
Pero mientras la Presidenta disfruta París –que, sin dudas, siempre vale una misa– aquí siguen resonando los ecos del conflicto entre el Gobierno y el campo, y sus secuelas.
Una de esas secuelas se vivió el miércoles 2 de abril, durante la ceremonia de reivindicación de la soberanía argentina sobre las islas Malvinas.
Allí se produjo un hecho que no puede ser dejado de lado.
En el mismo acto en el que habló la Presidenta se había decidido que hablaran un oficial de las Fuerzas Armadas y un soldado que combatió en esas, nuestras islas.
Se eligió al ex soldado Esteban Juan Tries. Esteban Juan Tries hizo el servicio militar en el Regimiento III de Infantería. En la noche del 13 al 14 de junio de 1982 luchó con bravura junto a toda su compañía, la A, y, en un acto de coraje y valentía, salvó la vida del sargento Villegas, que había caído bajo las balas de las tropas británicas.
Horas antes de su alocución, al ex soldado Tries le pidieron los lineamientos generales de su discurso, el que comprendía los siguientes puntos:
Introducción; Saludo; Recuerdos del combate; Actos de heroísmo; Coraje; Lealtad; Compañerismo (la relación entre oficiales, suboficiales y soldados durante el conflicto); Camaradería; Combate sin distinción de jerarquías; El regreso; La falta de reconocimiento del Estado nacional; Agradecimiento al Gobierno; Agradecimiento por los homenajes de los 25 años; Pedido para insertar el tema Malvinas en la educación; Llamado a la unión de los veteranos; Valores patrios; Reclamo de soberanía; Mandato constitucional.
Increíblemente, unas horas antes de la ceremonia, al ex soldado de Malvinas Esteban Juan Tries le comunicaron que por una orden superior y debido al estado de sensibilidad de la Sra. Presidenta por el conflicto con el campo (sic) no le permitirían hablar.
El hecho, tremendo, es una ofensa más, dentro de las muchísimas que, lamentablemente, vienen sufriendo nuestros soldados desde aquellos días aciagos de la guerra.
A su regreso de Francia, la Dra. Cristina Fernández de Kirchner debería convocar a Esteban Juan Tries y disculparse con él.
La pregunta que cabe hacerse ante esto hecho insólito es: ¿tanto miedo le tiene la Presidenta a la expresión libre de un ciudadano?
El viaje a París de la Presidenta tal vez le permita darse el tiempo para alguna reflexión más profunda de todo lo que ha pasado durante los 20 tensos días del conflicto con los ruralistas. Al respecto, un dato: el repaso de los números de la última elección es bien interesante. Veamos los guarismos de algunas de las localidades más calientes de la protesta.
San Pedro:
Cristina Fernández de Kirchner -
Julio Cobos:45,77%
Elisa Carrió -
Rubén Giustiniani:28,63%
Gualeguaychú:
Cristina Fernández de Kirchner-
Julio Cobos:37,55%
Roberto Lavagna -
Gerardo Morales:17,88%
Las Flores:
CristinaFernández de Kirchner -
Julio Cobos:48,44%
Elisa Carrió -
Rubén Giustiniani:28,29%
Estos son sólo algunos ejemplos de un fenómeno muy claro. En la mayoría de los lugares en donde la protesta del campo se hizo fuerte, había ganado la Presidenta. Esto está mostrando que una parte de su base electoral seguramente participó de la protesta.
Es un capital político que la Presidenta ha perdido en estos días.
En este sentido, y yendo específicamente al discurso de Cristina Fernández de Kirchner en la Plaza de Mayo, hay varias cosas por decir. Veamos.
Dijo allí la Presidenta haber cometido el pecado de ser votada por la mayoría del pueblo argentino. La realidad es que a pesar de que el triunfo de Cristina Fernández de Kirchner fue contundente y claro y por más de 20 puntos sobre el segundo, no logró la mayoría de los votos sino que obtuvo el 45,6% de los sufragios válidamente emitidos.
Esto no afecta en nada su capital político ni su total legitimidad. Debería, sí, ayudarla a comprender que no debe sorprenderse por la existencia y magnitud de quienes se oponen a ella, los que no han encontrado –esto también hay que decirlo– en la desarticulada e inconexa oposición un cauce político que los contenga.
La Dra. Kirchner, a su vez, asemejó la protesta del campo al lock out patronal del 24 de febrero de 1976, previo al brutal golpe militar del 24 de marzo. La verdad es que asimilar esto a aquello tan terrible ha sido no entender todo lo que ha pasado en el país durante los 25 años de vigencia democrática. Había en los cortes de ruta –que desde esta columna he criticado por su ilegalidad– mucha gente que no había nacido en esa época, así como también otra gente que en esos años sufrió persecución.
Pero, además, aparece en estas expresiones un aire de macartismo que inquieta. Vayamos sumando: para la Presidenta las cacerolas son golpistas, la protesta del campo es golpista y el accionar de los medios, cuando son críticos, es golpista.
La Presidenta dijo que mucho de la protesta tenía que ver con la política en pro de los derechos humanos que lleva adelante su gobierno y el de su marido en funciones, Néstor Kirchner. La idea de los Kirchner es que, habiendo hecho lo que hicieron en pos de la elogiable anulación de las leyes de impunidad y de los indultos, esto les da derecho a desconocer lo hecho durante el gobierno del Dr. Raúl Alfonsín. He aquí una tremenda injusticia.
Nadie puede dejar de destacar el paso gigante que significaron los juicios a los comandantes que dispuso llevar adelante la administración del Dr. Alfonsín en un acontecimiento de dimensiones históricas. Sin dudas, las leyes de Obediencia Debida y Punto Final fueron inmorales y reprochables, pero también es justo decir que fueron producto de la enorme presión militar de aquella época –hoy día afortunadamente inexistente– y de la soledad en que se dejó a aquel gobierno cuando, desde el mismísimo justicialismo, sus dirigentes más conspicuos expresaban que había que terminar con los juicios a los responsables del terrorismo de Estado.
Los Kirchner quieren imponer la idea de que la historia nació con ellos.
En la Plaza de Mayo la Presidenta, en un momento de bienvenida humildad, pidió ayuda a todos los sectores para que su gobierno pueda ser exitoso. En ese sentido, le haría mucho bien entender que el pensamiento crítico ayuda, así como también ayuda el dialogo con aquel que comulga con otras ideas. Estas dos prácticas hasta el momento no figuran en el manual de usos y costumbres del actual gobierno.
La semana, pues, terminó con el campo esperando al Gobierno para conversar y con la Presidenta ocupándose de la prensa.
El elemento más novedoso de esta “ocupación” tiene que ver con un informe de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires sobre el comportamiento antiético de la prensa y una iniciativa de instrumentación del observatorio contra la discriminación en los medios.
Sobre esto, algunas precisiones.
La discriminación es algo reprochable en cualquiera de sus formas.Sobre esto –como ocurre con tantas otras cosas– se debe ser específico y concreto. La discriminación no sólo es inmoral sino que también comporta un delito.
Cuando la Presidenta habla de una prensa que ve una realidad parcial dice algo que es inexacto, cosa que ella sabe. El recorrido de los distintos medios, aun de aquellos más críticos hacia el Gobierno, permite observar el reflejo de las buenas noticias.
También es cierto que la prensa debe estar sujeta a la crítica de todos lo sectores, incluyendo, obviamente, el Gobierno. El establecimiento de mejores estándares de calidad para el ejercicio de la profesión es algo que preocupa y ocupa a la mayoría de los periodistas en nuestro país y en el mundo.
Pero, ¿es ésta la real preocupación de los Kirchner?
La respuesta lisa y llana es no.
A los Kirchner les molesta la crítica –cualquier crítica–. Sus raíces en Santa Cruz son muy elocuentes en cuanto a acciones de hostigamiento a la prensa libre usando el instrumento de la publicidad oficial.
La verdad es que al Gobierno le molestaron mucho las imágenes y los testimonios desde los distintos cortes y desde las caceroleadas que reproducían los medios en directo. En realidad hay que decir que los medios nacionales se quedaron cortos. De la protesta en Chaco no se mostró casi nada, y lo mismo vale para el norte de Sante Fe, Salta y Corrientes.
Tratar a Hermenegildo Sábat de mafioso es desconocer las cualidades personales y profesionales y la trayectoria de compromiso democrático y con la libertad de expresión de un hombre íntegro que habló –y cómo habló– con valentía a través de su arte en aquellos años de plomo en los que tantos callaban.
Por eso es que ver a los Kirchner ponerse a la cabeza de una cruzada en pos de una mejor calidad de la prensa me hace acordar a cuando Carlos Menem, en el apogeo de su poder y terriblemente ofuscado con la labor de la prensa independiente, propuso la creación de un Tribunal de Etica para juzgar el comportamiento de los periodistas.
La idea era acallar a los periodistas que disgustaban al poder. Esto de ahora huele a mucho de aquello.
Como se lee en el Eclesiastés:
“Lo que antes sucedió,
Vuelve a suceder;
Lo que antes se hizo,
Vuelve a hacerse.
¡En esta vida no hay nada nuevo!”