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Doblepiensa orwelliano

Tenemos la suerte de ser argentinos, golpeados, saqueados, pero también, a gusto en este mundo, charletas, inventores, salideros, enamoradizos. Lo último que se vacía es un café, enmarañado de conversaciones diversas. O una esquina improvisada; birra o mate; nunca falta el comentario psicoanalítico, una cita de Maradona, de Borges, una canción de la Negra o divagues fascinantes que nos agrandan la noche.

Ser argentino es también hacer la Argentina. Así como ha tenido golpes irreparables, –genocidio indígena, dictadura militar–, perdura el afán de conocimiento, la picardía, el intercambio. Por eso es indignante la irrepresentatividad del actual presidente. Parece que lo hubieran traído de Oceanía, el superestado orwelliano, donde se manipula a la “prole” destruyendo el pasado e implementando el “doblepiensa”.

Insisto con esta pregunta, ¿a quién representa Milei? Lo eligió el “pueblo”. ¿Lo eligió? No cabe duda de que fue resultado del rechazo de lo anterior. Pero entonces otra pregunta: ¿de dónde surge? ¿De la Historia o de las redes? ¿De la democracia o de la tecnocracia?

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No deja de sorprender que, a pesar del resultado del domingo pasado, insista con socavar los pilares de nuestra fortaleza. ¡El Garrahan! ¡La UBA! Es una aberración nacional, ¿o acaso le parece (a él, y sobre todo a quienes rinde pleitesía) que un país latinoamericano con tantos profesionales en lugar de mano de obra barata ya no corresponde con la nueva distribución capitalista? Mejor que vuelva a Oceanía, la ficción de un mundo sin amor, de donde parece haber salido.

En 1984, la novela de Orwell, “mediante el ejercicio del doblepiensa, el mandatario se convence de que no está violando la realidad. Se trata de decir mentiras descaradas, creyendo sinceramente en ellas. De negar la existencia de realidades objetivas”. Garrahan, jubilados, rutas, cloacas, estudiantes, etc. Y más adelante: “Los cultivadores del doblepiensa saben que se trata de un vasto sistema de engaño mental, y al mismo tiempo son quienes más lejos están de ver el mundo tal como es en realidad”.

Mejor volver a los nuestros, “rajá, turrito, rajá”, diría uno de los personajes de Roberto Arlt.