Donald Trump, con sus arcas llenas de varios miles de millones de dólares, es, según Obama, el personaje clásico del reality show. Irrumpe en la escena política norteamericana con sus verdades políticamente incorrectas. Como un trompo entró en el partido republicano captando votos que lo separan de Hillary Clinton en apenas escasos seis puntos.
El magnate reaviva la genética histórica del inconsciente colectivo de una sociedad que no olvidó el sueño americano y que le viene como anillo al dedo encontrar al enemigo afuera. Mediático, culpa a los inmigrantes mexicanos del principal mal de Estados Unidos. De lo peor, violadores… Propone levantar un muro de 3 mil km pagado encima por ellos. Payaso ignorante, lo calificó Lila Downs; racista y odioso, apuntó Shakira. A Donald “Peluquín” Trump lo enfrentaron muchos, Carlos Slim, Larry King, el chef José Andrés… Tambalearon sus negocios pero no se mosqueó ni por 16 millones de votos latinos. Arremetió sin piedad contra las mujeres que no le gustan calificándolas de “¡cerdas gordas, animales desagradables, perras y menopáusicas…!”.
Acá por el contrario suenan otros discursos todos políticamente correctos. Campañas llenas de mentiras y ni un grito de verdad. Los tres candidatos prometen el cielo y la tierra. Mienten Sancho, señal que cabalgamos. Del más al menos.
Scioli promete ejercer su función con plenitud. Eliminar retenciones a las economías regionales, obstáculos para exportar, impuesto a las ganancias y gradualmente el cepo cambiario. En cuatro años un dígito de inflación, la Policía Federal a la ciudad, no devaluar, no ajustar; un camino lleno de inversiones y pleno desarrollo.
Macri asegura una lluvia de dólares, casas para todos y todas, obras por 16 mil millones de verdes. Asignación universal a la vejez con medicamentos gratuitos ¡aunque no hayan aportado! Asistencia total al infante. Eliminar las retenciones agrícolas, en forma gradual para la soja. No existirá cepo ni Impuesto a las Ganancias. En dos años un dígito de inflación, reducirá la pobreza y el narcotráfico; tren, autopistas…
Massa pide cien días para levantar el cepo, dice el salario no es ganancia. La inflación reducida a un dígito en dos años, gravar la renta financiera, 82% móvil para jubilados, artillería legal contra la droga y la inseguridad, milicos a las villas y fronteras, rebaja impositiva del 30 % y terminar con los señores feudales que usan a los pobres y cada vez son más millonarios.
Frases dulces a los oídos sin sustento de verdad. El que vota a Scioli no sabe si vota el kirchnerismo o a un Daniel que fortalecido podrá superar el doble comando, aunque es raro que tanta sumisión despierte rebelde. El que se define por Macri sabe que miente porque nunca comulgó con la política K, aunque insista en lo contrario, y si es peronista lo escondió de por vida ¡y resultaría un PRO arrepentido! No pudo escapar a un vecinalismo, el más importante de la historia argentina. El chico Newman no aprendió lo suficiente para hablar de igual a igual con dirigentes con capital político, sin dejar de sentir que son subordinados.
El que vota a Massa por sus propuestas se olvidó que comulgó con los K durante ocho años y estando en la Anses el 82% móvil no le importó. Después de evitar la posibilidad de reelección de Cristina ganó una soberbia que lo emparenta con lo peor del kirchnerismo. Se sintió ya en la Rosada, perdió adeptos, negoció con el kirchnerismo y no pudo llegar al sentimiento de la gente. El riesgo de repetir el mismo estilo.
Nuestro voto sumergido en un lavarropas emocional, dice Campanella. Por más que lo lavemos, sale sucio. Sucio porque tiene mucho de mentira y no encuentra la verdad.
*Socióloga y periodista.