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Dos citas como consuelo

Baader escribió libros, y gracias a un amigo psiquiatra fue declarado insano, por lo que podía insultar a la burguesía.

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| Cedoc

Entusiasmado por las declaraciones de Luis Miguel Etchevehere, las notas en todos los medios del Grupo Clarín, La Nación, Infobae, el comunicado oficial del PRO y todos los que aseguraban que estaba en riesgo la propiedad privada; entusiasmado, como decía recién, salí a la calle a brindar mi apoyo y a redoblar mi militancia. Sentía un entusiasmo inenarrable, un palpitar acompasado, el estremecimiento previo a la ilusión llevada a cabo. Por fin estaba llegando eso que tanto soñé, eso que tanto esperé, eso por lo que tanto luché: la reforma agraria, la socialización de los medios de producción, la justicia social. Pero no. Parece, por lo que me enteré –que no es mucho–, que es apenas una disputa entre herederos –el típico quilombo de guita en una familia de multimillonarios– y las cosas –es decir, la vida bajo el yugo capitalista– van a seguir igual, o tal vez peor. Decepcionado, volví a casa y me encerré dos días enteros a leer como para cambiar de tema y olvidarme del asunto. 

En dos libros diferentes encontré citas o pasajes escritos como al pasar, que sin embargo me resultaron por demás interesantes. En la página 22 de Las epidemias políticas, de Peter Sloterdijk (Ediciones Godot, Buenos Aires, 2020) se lee: “El autoproclamado ‘superdadá’ Johannes Baader se burló, alrededor de 1920, de la ‘Proctadura del diletariado’” (aunque no leo alemán –frase en la que fue escrito el juego de palabras–, sí lo conocía en inglés y en francés, y por eso me permito afirmar que la traducción de Nicole Narbebury es excelente). Hoy muy olvidado, Baader fue sin embargo un personaje encantador. Nacido en Berlín en 1875, íntimo amigo de Raoul Hausmann –quien lo introdujo en el dadaísmo y en el clima de vanguardia de principios del siglo XX–, como una especie de Xul Solar teutón, intentó devolverle un aura cósmico al arte. Escribió libros, panfletos y, gracias a un amigo psiquiatra, logró ser declarado insano, por lo que podía insultar a la burguesía y a la casta política alemana, e incluso al cristianismo, sin riesgo de ser detenido. Pronto rompió con el dadaísmo oficial alemán, aunque siguió proyectando viviendas dadaístas (antes se había recibido de arquitecto). Murió en un asilo de ancianos en 1955, contando historias delirantes a sus compañeros de habitación.

En la página 358 de Lecciones sobre dialéctica negativa, de T.W. Adorno (Eterna Cadencia, Buenos Aires, 2020, traducción de Miguel Vedda) hay una nota al pie en la que se aclara un nombre propio mencionado por Adorno: “Gegen den Strom (Contra la corriente) fue el título de dos revistas; Adorno pudo haber tenido en mente ambas: la primera apareció entre 1928 y 1935 y fue una publicación del Partido Comunista alemán; la otra, una publicación de la liga cultural germano-estadounidense, apareció en Nueva York en 1938-39, fue editada por Robert Bek-Gran y Rudolf Rocker y fue una revista de emigrantes antifascistas y antistalinistas, de tendencias anarquistas”. No conocía ninguna de esas dos revistas, pero la que me interesa es la segunda. Internet y yo no nos llevamos bien, no obstante pude encontrar una muy informada ponencia: “Against the Current: Robert Bek-Gran and German-American Antifascists in 1930s America”, de Tom Goyens, un historiador belga. Ya sin espacio, me guardo los comentarios para mí.

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