En algunas ocasiones no se dan las condiciones para ganar las elecciones en un momento dado, pero se pueden sentar las bases para un proyecto político importante. Tal vez el caso más emblemático de este tipo es la construcción política que lideró Mauricio Macri bajo distintos membretes, a lo largo de muchos años, y que culminó con su elección como presidente de la Argentina.
Capital. En 2005 empezamos a trabajar en la ciudad de Buenos Aires con un pequeño partido que dirigía Mauricio, integrado mayoritariamente por personas que tenían poca o ninguna experiencia política, una mentalidad moderna, la capacidad de planificar estratégicamente y estaban más interesadas en comprender la realidad concreta que en discutir ideologías.
Esas personas se diferenciaban de la mayoría de los políticos latinoamericanos en que no habían vivido las tensiones propias de la Guerra Fría que dejó tantas huellas nefastas en nuestros países. No habían vivido eso por una cuestión de edad, ya que empezaron a hacer política en el siglo XXI, cuando se había producido el mayor cambio de la historia de la humanidad.
La Guerra Fría fue un conflicto global económico, político, ideológico y cultural entre dos bloques liderados por Estados Unidos y por la URSS, que mantuvo al mundo al borde de la guerra nuclear. No consistió en una confrontación directa entre ellos, sino que se realizó a través de terceros países y organizaciones armadas irregulares, y que envolvió a intelectuales y a todas las personas informadas. Cuando la guerra terminaba, los jóvenes del mundo se movilizaron para oponerse a la invasión de Vietnam, un hecho que marcó sentimentalmente a una generación.
Dos modelos económicos. Durante ese conflicto ideológico se enfrentaron dos modelos políticos y económicos que pretendían imponerse en todo el mundo. En lo económico, uno era capitalista, basado en el respeto a la propiedad privada, la competencia y el intercambio de bienes y servicios mediante transacciones en las que intervienen los mercados. El otro era socialista, en el que el Estado manejaba toda la economía, era dueño de los medios de producción y controlaba su intercambio, buscando llegar a la igualdad social.
Al principio, el círculo rojo consideró que la propuesta de Macri era una variante del peronismo.
La implantación de este último sistema tuvo enormes costos. En la URSS la colectivización de las tierras costó más muertos que la Segunda Guerra Mundial. En China el Gran Salto Adelante, dirigido por Mao entre 1958 y 1961 para crear comunas populares y prohibir la agricultura privada, mató de inanición a más de 20 millones de personas. En Camboya, en una reforma semejante, murió un tercio de la población.
Nada de esto mejoró la economía. A fines de la década de los 80 la Unión Soviética se asfixió económicamente y se disolvió. En China, después de que Mao intentara implantar este esquema a rajatabla con la Revolución Cultural consiguieron la igualdad: toda la población llegó a vivir en una condición miserable. En 1977 Deng Xiaoping hizo un giro, e implantó en China un capitalismo manchesteriano que la convirtió en la mayor potencia económica del mundo, en la que viven más multimillonarios que en Estados Unidos. Siguieron sus pasos Vietnam, Laos y Camboya, logrando resultados económicos notables. Solo mantienen esa organización económica unos pocos países muy pobres, como Zimbabwe, Corea del Norte y Cuba, restos del naufragio del socialismo real.
Democracia. En lo político, los occidentales defendían la democracia liberal que tiene como pilares la elección popular de sus autoridades, la alternancia, el respeto a la libertad de pensamiento, a la libertad de prensa, la división de poderes, la existencia de garantías para que la oposición pueda disputar el poder, el reconocimiento de los derechos de las mujeres, las minorías étnicas, religiosas, sexuales.
Los países socialistas implantaron la dictadura del proletariado. Proclamaron que existía una única verdad, la del partido, expresión de la clase obrera y por tanto de la historia. Fueron gobiernos casi siempre vitalicios, en los que no se respetaban las libertades individuales, el disenso, la diversidad. Reprimían a los homosexuales, los enviaban a campos de concentración, las mujeres no tuvieron ningún espacio en las esferas de poder.
Desde fines de los 70 Deng Xiaoping condujo a China hacia un capitalismo autoritario altamente eficiente. La Unión Soviética y los países que dependían de ella se desmoronaron a fines de los 70, evolucionando en algunas ocasiones hacia democracia y manteniendo en otras algún tipo de régimen autoritario. En noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, último símbolo de la vieja sociedad.
El mundo bipolar fue reemplazado por otro económicamente uniforme porque prácticamente todos los países se hicieron capitalistas, en base, otra vez, a dos modelos, pero ahora políticos: el capitalismo democrático y los capitalismos autoritarios, que en muchas ocasiones son altamente eficientes. El dilema entre eficiencia y libertad es muy antiguo, se discutió en Atenas cuando algunos plantearon que la democracia era ineficiente y que era preferible el éxito de los tiranos.
La economía mundial se globalizó, se crearon organismos como el G20, para que todos los países puedan discutir y luchar por sus intereses de una manera pacífica, diversa a la que estuvo vigente en el siglo XX. Rusia y China tienen empresas que trabajan en todo el mundo y buscan obtener utilidades. Pasó el momento en que respaldaban a pequeños países que incautaban empresas extranjeras o dejaban de cumplir sus obligaciones económicas. La economía globalizada crece de manera permanente: quienes se encierran en sí mismos no pueden sino fracasar.
Contexto. Es en este contexto que surge y se desarrolla el proyecto político que dirige Mauricio Macri desde hace dos décadas. Sus dirigentes son vitalmente ajenos a lo que ocurrió en el siglo XX, están formados en una visión pragmática de la política, saben que el país no podrá desarrollarse mientras exista la pobreza, quieren que Argentina se integre al mundo, son capaces de hablar el lenguaje que es propio de los dirigentes de la nueva era.
Mientras se consolidaba la identidad de este proyecto que quería impulsar el cambio hacia la modernidad, surgió en el seno del peronismo, y en otras fuerzas políticas latinoamericanas, una alternativa articulada con movimientos oscurantistas que tomaron elementos de la izquierda del siglo pasado. Y se autodenominaron socialismo del siglo XXI. Tenían que ver más con la ideología de los jóvenes que Perón echó de la Plaza de Mayo que con el peronismo tradicional.
El papel estelar de Argentina en el G20 fue posible por la especial capacidad de su presidente y de su servicio exterior.
El programa del gobierno que exhibe La Cámpora en su página de internet mezcla algunas de esas ideas que fracasaron con supersticiones nacionalistas que no guardan relación con la realidad. Era bastante ingenuo suponer que el capitalismo podía entrar en crisis si el gobierno de Cristina no pagaba la deuda de los fondos buitre, que era un poco menor al dinero que pierde Facebook en una mañana de crisis en la bolsa, o que en el pago de esa deuda se jugaba el futuro de las elecciones americanas.
Durante los años de la lucha en contra de la guerra de Vietnam, cuando los activistas sabían que su pareja les ponía los cuernos, trataban de apedrear la embajada norteamericana porque suponían que el jefe del imperio estaba detrás de esa desgracia.
Cuando algunos dicen que quienes manejan los grandes mercados de Wall Street están instalados en Buenos Aires, temerosos de que gane las elecciones Cristina Fernández, no toman en cuenta que el total de nuestra economía es un poco inferior al de la ciudad de Nueva York. El papel estelar de Argentina en el G20 fue posible por la especial capacidad de su presidente y de su servicio exterior, que lograron un reconocimiento desproporcionado con el peso de nuestra economía en un grupo que reúne al 85% de la producción mundial.
Círculo rojo. Al principio, el círculo rojo consideró que la propuesta de Macri era una variante del peronismo, pero la realidad refutó esa idea: se desarrolló de manera autónoma sin mezclarse con el kirchnerismo que devoraba al peronismo, expresión política más cercana a Hugo Chávez que a Perón, a la Saladita que al G20, al pobrismo medieval que a la época de riqueza incalculable que viene de la mano del desarrollo tecnológico y la robótica. Por primera vez en un siglo, una alternativa nueva se abrió paso de manera permanente en la política argentina, tratando de consolidar la democracia, aliada a peronistas y ciudadanos de toda ideología que coinciden solo en ese postulado.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.