El despacho de Patricia Bullrich luce impecable. Hay un solo objeto que sobresale en medio de tanto orden: sobre la mesa ratona, frente a un sillón grande, una caja de cartón marrón –con carpetas que desbordan– y un rótulo impreso en computadora con un nombre y un apellido: Santiago Maldonado. Los que estuvieron allí los últimos días cuentan que la ministra de Seguridad se muestra confiada, igual que en sus apariciones públicas, de que la Gendarmería no tiene ninguna responsabilidad en la desaparición del joven de 28 años.
La hipótesis más firme que manejan en Seguridad intenta relacionar la desaparición de Maldonado con el ataque de un grupo de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM) a una estancia del Grupo Benetton, el 21 de julio. El puestero Evaristo Jones declaró que se defendió de la agresión a cuchillazos y que hirió a uno de sus atacantes. Se esperan los resultados del ADN de los padres de Maldonado para compararlos con los de la mancha de sangre que quedó en la camisa del puestero. “Hay un herido por un lado, y un desaparecido por el otro”, repiten en el ministerio buscando establecer un nexo entre esos dos hechos. Un dato más podría servir para abonar esa teoría: uno de los tres celulares que usaba Maldonado se habría activado por última vez ese mismo 21 de julio.
A metros de Corrientes y Callao, en un bar con mesas en la calle, una de las dirigentes más comprometidas en la lucha por los Derechos Humanos se muestra nerviosa. Cree descubrir en cada persona que se acerca a un miembro de los servicios de inteligencia. Cuenta que una semana atrás, cuando estuvo en Esquel, la siguieron a cada paso. Se volvió convencida de que la Gendarmería es la responsable de la desaparición de Maldonado.
Su hipótesis se basa en los testimonios que recogió en el Sur. Ninguno es categórico, pero todos sostienen que después del operativo de Gendarmería se dieron cuenta de que faltaba “uno”. Y ése uno, aunque muchos hasta ese día ni siquiera sabían su nombre, sería Santiago. También se refiere a las sospechas sobre la falta de decisión que creen advertir en el juez Guido Otranto. El mismo que, relatan, en enero no tuvo problemas para entrar con caballos y drones en tierras que ahora se mantienen a salvo por ser consideradas sagradas.
Las responsabilidades no son las mismas. Es el Estado el que debe las respuestas. Por ahora nada alcanza para saber dónde está Santiago Maldonado.