Fopea, el Foro de Periodismo Argentino, actualmente la más relevante agrupación de periodistas del país, difundió esta semana la encuesta que realizó entre casi mil periodistas profesionales en actividad. La vocación, el deseo de transformar la realidad y la búsqueda de la verdad aparecen como las tres principales motivaciones de los encuestados. Casi la mitad de los periodistas afirma que en el medio donde trabaja hay una libertad sólo parcial y el 38% considera la dependencia de la publicidad oficial como el principal problema para el ejercicio de su profesión. Calificaron a los medios como condicionados el 58%; como complacientes, el 12%; como críticos, el 9%; y como extorsivos, el 8%.
Ante la pregunta sobre quiénes eran sus referentes, los más votados fueron: Jorge Lanata, Nelson Castro, Rodolfo Walsh, Víctor Hugo Morales, Ninguno, Magdalena Ruiz Guiñazú, Horacio Verbitsky, Alfredo Leuco, Joaquín Morales Solá y, empatados en el décimo lugar, Eduardo Aliverti y Ernesto Tenembaum. Cuatro de los diez principales referentes son columnistas del diario PERFIL, uno de La Nación y otro de Página/12.
En los últimos tiempos, el antagonismo llevó a no pocos lectores a integrar la lectura simultánea de dos diarios: Clarín o La Nación combinado con Página/12 o Tiempo Argentino. Uno de los principales pintores argentinos, Luis Felipe Noé, contó en un reportaje que mezcla “una canilla de agua fría y otra de agua caliente: Clarín y Página/12”. El consumo de diarios siempre fue asociado al matrimonio porque se trata de un compañero cotidiano por muchos años.
Quizás a una parte de los consumidores de periodismo de calidad le esté pasando lo mismo que durante una etapa de su evolución les sucedió a ciertas tribus de los indios Gaycurú (que en su esplendor ocuparon desde el Mato Grosso hasta la provincia de Santa Fe). En ellas, ante la existencia del doble de hombres que de mujeres, el sistema oficial de parentesco aceptó que cada mujer tuviese un marido y un amante oficial. En nuestro caso actual, lo escaso sería un grado aceptable de objetividad. Durante los fines de semana, PERFIL –que hoy cumple seis años– trata de ocupar ese espacio de cierto equilibro con el resultado que cada lector evaluará. En el reportaje que se publica en esta edición a Ignacio Ramonet (ver páginas 34 a 38), el mayor referente mundial de la crítica a los grandes medios de comunicación y de todas las búsquedas de periodismos alternativos, se profundiza sobre estos dilemas que hoy atraviesan a nuestra profesión.
El kirchnerismo tuvo éxito en establecer la idea de que “los medios son los culpables de lo malo” y hacer de ello una significación operante de todo el discurso oficial. O sea, el principio ordenador de toda la discusión política que tiñe a todos los otros significantes de su significado operante. Al alinear los medios entre opositores y oficialistas se creó una intertextualidad entre Clarín y La Nación, por un lado, y Página/12 y Tiempo Argentino por otro, un diálogo entre estos medios que directa o indirectamente se contestan haciendo de policía discursiva unos de otros. Obviamente PERFIL no está exento de ese pugilato –quizás por estar más cerca de Clarín y La Nación–, pero por su menor relevancia logra salirse, por lo menos algunas veces, de esa pica retaliativa.
Los medios oficialistas disputan a los “medios hegemónicos” su lugar (habría que ver si ya no son más poderosos los primeros que los segundos: hegemónico es el el jefe y guía). Si triunfaran, lograrían sustituirlos como estructura de dominación; o sea, ser lo mismo que hoy denuncian, sin que esto implique de mi parte aceptar como cierta su denuncia. Reproducirían un statu quo con otros actores.
El apasionamiento en la confrontación tiene su lógica. Todo proceso de significación es un juego de diferencias donde los opuestos se significan mutuamente. Pero crear un afuera de ese espacio beligerante es la tarea que el periodismo precisa hacer. No sé si PERFIL podrá contribuir en mucho o en poco a eso, pero aspiramos a aportar en esa dirección.
Otros ámbitos de intervención discursiva –la televisión, la radio y los medios escritos populares– pueden precisar del golpe sin fin para mantener entretenidas a sus audiencias. Pero en la prensa escrita de calidad, más tarde o más temprano, una forma de periodismo transubjetivo se impondrá, porque la exposición a sensaciones cada vez más fuertes crearán una coraza protectora en los lectores y los gritos conmoverán menos, por lo menos a estos lectores más calificados.
Marx insistió en llamar la atención sobre la tendencia humana a la reificación, a tomar como natural lo que el mismo hombre creó. Este periodismo de antagonismo no es la norma, es sólo un estadio de nuestro actual nivel de evolución cívica.