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Educación y cultura

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| Cedoc

Hemos deplorado la separación gubernamental entre educación y cultura, que es un combo tanto más armónico que cultura y turismo, por poner sólo un ejemplo. 

¿No es la educación lo que garantiza el acceso a la cultura? ¿No es, acaso, el cultivo de las mejores potencias de las personas aquello que debería constituir el norte del sistema educativo? 

Pero es inútil subrayar un diferendo contra esa ya larga desasociación cuyos efectos, sin embargo, son cada vez más alarmantes. Pongo un ejemplo.

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En estas últimas semanas se discutió bastante el “Proyecto Artigas”, patrocinado por Juan Grabois, entre otros. La prensa porteña festejó con algarabía su “derrota” (fue la palabra que el propio Grabois utilizó) en el episodio Etchebehere, pero más allá de ironizar sobre la moda que ponía en primer plano a un prócer casi desconocido en Argentina, no abundó en caracterizar ese nombre, Artigas, y su papel en las luchas de la independencia y la constitución de las repúblicas sudamericanas. No es sorprendente: la incultura va de la mano de la deseducación. 

Oficial del cuerpo de Blandengues, José Gervasio Artigas (1764-1850) luchó contra los ingleses, los portugueses y los españoles. El 29 de junio de 1815 lideró en Concepción de Uruguay la primera Declaración de Independencia (Congreso de Oriente o de los Pueblos Libres). Gauchos, guaraníes, negros y mestizos constituían la base social de la revolución que promovía Artigas. 

Antes, había rechazado la resignación de la Banda Oriental a los realistas por parte del Primer Triunvirato y había enviado representantes a la Asamblea del Año XIII con instrucciones de reclamar la Independencia absoluta de España, organizar el estado federalmente y fijar la capital fuera de Buenos Aires, ese nido de serpientes. Los representantes de la Logia Lautaro en la Asamblea (liderados por Alvear) rechazaron a los delegados de Artigas. 

Desde 1814 Artigas estuvo en guerra contra el Directorio porteño. No era para menos: su federalismo proponía la recuperación de los antiguos fueros de las autoridades comunales, integradas al gobierno nacional, y abogaba por la expropiación de la tierra a los terratenientes para distribuirla con criterios según los cuales “los más infelices serán los más privilegiados” (negros libres, zambos, indios y criollos pobres).

El Directorio unitario no sólo le mandó tropas, sino que permitió al Imperio Portugués la invasión de la Banda Oriental (1816). Derrotado, Artigas se refugió en Entre Ríos, donde todavía debió sufrir la traición de Francisco Ramírez. Murió en el exilio paraguayo. 

La reasociación de educación y cultura serviría al menos para discutir el destino más justo para la tierra cultivada y para decidir a qué proyecto (del pasado y del futuro) se adhiere, con la necesaria distancia crítica que la educación provee.