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Terrores

Efecto King

Como decía Link la semana pasada: se está acabando el verano. Pero hablemos de un tema bobo y al tono: el cine de verano.

Rafaelspregelburd150
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Como decía Link la semana pasada: se está acabando el verano. Pero hablemos de un tema bobo y al tono: el cine de verano. Suelo ver todo lo que me pongan al alcance de los ojos. Así que mientras espero el estreno de dos de mis autores favoritos (los Coen y P. T. Anderson, ambos con títulos que desde ya parecen puestos por esa caricatura genial del maestro Liniers), reparo en la casi total ausencia de buen cine que acompaña a los veranos. ¿Qué pasa? ¿Hay una ley?

La cosa es que nos vimos 1408. Está basada en una novela del polémico Stephen King. No me arrepiento de la inversión. Es lindo asustarse en el cine. Es pavo, pero me interesó mucho la noción de “efecto”. Los dramaturgos solemos esquivarle el bulto. Porque la palabra es hermana gemela de “efectismo” y casi nunca de “eficaz”. King –de quien no he leído nada, creo– me pareció peligrosamente eficaz. O al menos ha logrado confundirme respecto de estas tres palabrejas. La película cumple con todos (todos) los clichés. Hay cucos, hay miedo “psicológico”, hay vértigo en cornisas, hay de todo lo que teme un hombre de esta cultura. ¿Es esto bueno o malo? ¿Concientiza sobre algo útil? ¿Es moral? Minga. Es simplemente “eficaz”. Efectiva, una pirueta en el vacío. No importa si recurre a Photoshop o a actores excelentes.

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La danza europea enuncia también que a veces busca el “efecto puro”: un acontecimiento que –careciendo de causas– es pura belleza y fascina al ojo. No está mal. A veces funciona. La madre literatura se escandaliza: a Stephen King se lo aborrece o se le depara el Nobel. Yo no tengo ni idea. Pero en su vulgaridad me hizo pensar. Por ejemplo, en cómo apelar a lo que sea para producir un “efecto”. ¡Y lograrlo! Es más de lo que se puede decir de muchos autores serios y de invierno.