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¿Eficientismo vs. insensibilidad?

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Argentina en Cannes. El estilo CEO se observó esta semana en el eficiente trabajo oficial en Mipcom, la mayor feria de TV del mundo. Aquí, el caso Maldonado dejó al descubierto que ese estilo, a veces, carece de la necesaria sensibilidad política. | Cedoc Perfil
Esta semana se realizó en Cannes el Mipcom, el mayor encuentro de la televisión mundial. Más de 13 mil personas y 4.600 empresas se reunieron para conocer las últimas novedades de la industria y para comprar y vender sus producciones. PERFIL estuvo entre ellos a propósito del próximo lanzamiento de sus dos canales de televisión abierta.

El primer día, en una de las salas se anunció las presentaciones de siete proyectos argentinos en busca de inversores internacionales. Quienes allí lo hacían contaban con el asesoramiento y esponsoreo del Incaa y de la Agencia Argentina de Promoción de Inversiones y Comercio. Decían que el año pasado, tras una presentación similar, había conseguido financiación inmediata el 30% de los proyectos presentados. Y los otros, en forma posterior.

Los argentinos parecían conformes con el apoyo “moderado pero razonable” del Gobierno (el costo de la organización rondaría los 500 mil euros). Recordaban la profundidad de la crisis de la industria de 2016 y se mostraban expectantes con lo que viene.

La presencia argentina se observó fundamentalmente en los jugadores más grandes, como Telefe, El Trece, TV Pública, las productoras Kuarzo y Pol-ka, y la distribuidora Telefilms.

Había un tema que hacía reír a todos, para no llorar. Contaban que en 2013 la Argentina había sido elegida “país invitado”, un galardón que, según los más experimentados, esconde una veta más de los organizadores del evento para conseguir más ingresos, en este caso por lo que se supone que paga el país “homenajeado” para recibir tal honor.

“Fue una vergüenza –explicaba uno de los mayores productores–, se gastaron fortunas, se armaron eventos a los que íbamos cincuenta que ya nos conocíamos, todos argentinos, muchos kirchneristas.
 
Llegaron a contratar un barco para una fiesta. No era para generar nuevos negocios, era para justificar tanta guita y para pagar favores. Estos tipos –por el macrismo– parecen más profesionales”.

En un stand cercano, uno de los funcionarios argentinos hablaba como si fuera un CEO más de una gran cadena internacional: márgenes de rentabilidad, posibilidades de ganar nuevos mercados, inversiones y costos. Algunos de los productores, especialmente los más jóvenes, reconocían el apoyo que significaba ese asesoramiento “estilo empresario”, además de las facilidades económicas que les daban para llevar sus productos a esta feria.

Gen empresario y caso Maldonado. Los productores locales audiovisuales están lejos de atravesar un buen momento. No son pocos los que añoran los cuantiosos fondos que el kirchnerismo volcaba en series y películas. Se quejan de que ahora se les quitó incentivos esenciales y muchos debieron cerrar. Creen que estos funcionarios están guiados por un concepto empresarial del Estado, que desdeña la cultura en función de mejorar el resultado fiscal.

Es que es esa mirada empresarial la que caracteriza al nuevo gerenciamiento estatal que propone el macrismo. Por eso se lo critica y por eso también se lo elogia. El elogio suele venir de quienes ven al Estado como un facilitador de negocios del sector privado, como pudo suceder en el Mipcom: “Los que se quejan son los que recibían el dinero del Incaa para hacer películas a riesgo cero y que no le interesaban a nadie. Hoy no derrochan dinero y no te piden coimas”, celebraba un productor que cerró en Cannes una importante venta de contenidos a una OTT, las plataformas del tipo Netflix.

Quizá es ese gen empresario, tan celebrado por unos, el que a veces los deja a contramano de la sensibilidad política. En una empresa el eficientismo puede ser todo. En la política, es una parte del todo. El caso Maldonado es el ejemplo más reciente de esa dicotomía.

Desde el principio, la ministra Bullrich se vio ajena a la conmoción que provoca en el país la supuesta desaparición de alguien vinculado con la militancia. Como si fuera la CEO de Gendarmería, cuyas acciones bajaban si se encontraba culpable a uno de sus miembros, fue tan cerrada su defensa que durante semanas contribuyó al clima de sospecha sobre el Gobierno. Con sólo ser vehemente tanto en defender a la Fuerza como en decir que no se protegería a nadie, se le hubiera quitado argumentos a quienes los acusaban.

Los que conocen a Bullrich y al Presidente sostienen que la ministra hizo lo que Macri le había instruido hacer, o bien lo que ella supuso que Macri quería. Para el caso, es lo mismo.

Tiene razón Cristina Kirchner cuando dice que un jefe de Estado debe dar la cara ante casos que conmueven a la opinión pública. Sólo que dicho por ella parece broma, porque tanto durante la presidencia de su marido como en la suya, los Kirchner se caracterizaron por literalmente escaparse cada vez que ocurría un hecho de esa magnitud. Desde las tragedias de Cromañón y de Once hasta la muerte de Nisman. Y en general se recluían en sus residencias de Santa Cruz, lejos de todo.

El primero que salió a decir lo que se necesitaba escuchar fue Marcos Peña, en el Congreso, y habían pasado varios días desde que se denunciara nacional e internacionalmente la desaparición de Maldonado, “forzada” según la carátula judicial.

Durante más de dos meses Macri guardó silencio. Las encuestas que le acercaban sostenían que el caso “no mueve el amperímetro” electoral. Quizás reflejen la realidad, pero un estadista a veces, debería actuar más allá de un cálculo electoralista.

En cambio, la voz oficial en los últimos días fue Carrió. Primero para arriesgar un “20% de posibilidades” de que el joven estuviera en Chile militando con la RAM, con una frialdad estadística que un caso como éste no lo merece, al menos en público, al menos sin más datos que lo avalen. Tras las críticas recibidas, dijo que cuando se supiera la verdad, le deberían “pedir perdón” porque ella no habla “en vano”.

Hubo otras estadísticas sobre el caso. En privado, altas fuentes oficiales indicaban hace tres semanas que había “un 90% de posibilidades de que Maldonado no hubiera estado en el lugar donde ocurrieron los enfrentamiento entre gendarmes y mapuches”.

El segundo aporte de Carrió fue comparar al cuerpo encontrado sobre el río Chubut con Walt Disney, por lo supuestamente bien conservado que estaba.

Humanizando a Macri. Según los estudios de campo que realiza el oficialismo, uno de sus grandes méritos es que no se lo percibe contaminado con los hábitos de la vieja política. Pero representar la “nueva política” no significa que no se deba tener sensibilidad política, tacto social.

Macri repite que no es el mismo que cuando empezó en política. Que él timbrea no para decirles a los vecinos lo que va a hacer sino para aprender de ellos. Es un slogan creíble de alguien que siempre estuvo alejado de los dramas cotidianos y parecía soberbio. Esa soberbia y lejanía fue la primera imagen que tuvieron al conocerlo personas como Peña o Duran Barba.

Pero el proceso de “humanización” de Macri no está concluido. Jaime diría que tan mal no lo hacen según los resultados electorales. Es cierto, pero la sensibilidad política e histórica no debería ir en desmedro de esos resultados. A Macri le escaseó ese sentido varias veces, como cuando designó por decreto a los dos nuevos miembros de la Corte suponiendo que era una forma de demostrar poder o cuando le condonó 70 mil millones al Correo por una antigua deuda de su padre creyendo que no habría escándalo.

Pero lo de Maldonado es más grave, porque el destrato presidencial con ese drama personal que recrea un drama colectivo, ignoró la gravedad del tema en la historia argentina y el rol jugado por las fuerzas de Seguridad, aun cuando en este caso se comprobara finalmente que la Gendarmería nada tuvo que ver. Recién tras la aparición de su cuerpo sobre el río Chubut, el Presidente y sus ministros hicieron explícita la preocupación del Estado.

Ni Macri ni la mayoría de sus funcionarios fueron partícipes de las pasadas dictaduras ni sufrieron sus consecuencias, pero deben inocularse de una vez la sensibilidad por los derechos humanos. No para no regalarle esa bandera al kirchnerismo, sino para hacer lo correcto. Incluso aunque las encuestas no les señalen beneficios por ello.
Hay errores que ni un triunfo electoral podrá convertir en aciertos.