La afirmación del título no es mía, sino de Theodore Sturgeon (1918-1985), un escritor de ciencia ficción estadounidense conocido por Los cristales soñadores, de 1950, y sobre todo por Más que humano, de 1953. La Ley de Sturgeon, también conocida como Revelación de Sturgeon, surgió, como tantas otras verdades, de casualidad. A Sturgeon lo estaban entrevistando para una revista y en determinado momento el periodista le objetó que en la ciencia ficción estadounidense de posguerra había mucha basura. Sturgeon le respondió que sí, que eso era verdad, pero que también era cierto que una aseveración semejante era aplicable no sólo a la ciencia ficción, sino a cualquier otra cosa: “Sin duda, el 90% de la ciencia ficción es mierda. Pero eso es porque el 90% de cualquier cosa es mierda”. Ya Vilfredo Pareto (1848-1923) había enunciado un principio, que se considera el antecedente más inmediato a la Ley de Sturgeon, que decía que siempre el 20% de las causas produce el 80% de los efectos. El Principio de Pareto, también conocido como Principio del 80/20, nos recuerda que lo verdaderamente excelso del mundo siempre se concentra en una parte pequeña. Por ejemplo, los programadores utilizan inadvertidamente el Principio de Pareto cuando dicen que el 80% de las fallas de un software es generado por un 20% del código de dicho software, mientras que el otro 80% genera tan sólo un 20% de las fallas. De modo que el Principio de Pareto influye notablemente en nuestras vidas, pero la Ley de Sturgeon, podría decirse, produce un impacto emocional mucho más grande, ya que nos recuerda que estamos rodeados de mierda y que la mierda es una condición del mundo en que vivimos.
Los alcances de la Ley de Sturgeon son infinitos. La información que consumimos y producimos, las acciones que llevamos a cabo, las interacciones con otros seres humanos, el conocimiento que tenemos, las posesiones que cuidamos y anhelamos, las cosas que decimos y escribimos, el tiempo que perdemos, etc., en todo debemos abrirnos paso en medio de la mediocridad, como si estuviéramos trepando una montaña embarrada, para dar con aquel 10% que vale la pena.
En realidad, la Ley de Sturgeon justifica, entre otras muchas cosas, la existencia de la crítica, que debería ocuparse de tratar de entender por qué los lectores prefieren la mierda y por qué los mejores escritores son aquellos capaces de engendrar obras egregiamente terribles. Pero suponiendo que hubiera gente capaz de tomarse ese trabajo, sus juicios tampoco escaparían a la Ley de Sturgeon.
Pareto nos impulsa a seleccionar lo más eficaz para los fines que podemos proponernos, lo que tiene más impacto, y por tanto a priorizar. Sturgeon, en cambio, nos pone en guardia contra toda la mierda que nos rodea. Antes de que ustedes lo digan: el 90% de esta columna es mierda