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El año lamborghiniano

Osvaldo Lamborghini nació en 1940 en Buenos Aires. En 1969 dio a conocer El fiord, un breve relato admirable, de circulación casi clandestina. A comienzos de los setenta participó en la revista Literal, de orientación aproximadamente lacaniana. En vida publicó apenas otros dos pequeños libros (Sebregondi retrocede, Poemas) y murió a los 45 años en Barcelona.

Quintin150
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Osvaldo Lamborghini nació en 1940 en Buenos Aires. En 1969 dio a conocer El fiord, un breve relato admirable, de circulación casi clandestina. A comienzos de los setenta participó en la revista Literal, de orientación aproximadamente lacaniana. En vida publicó apenas otros dos pequeños libros (Sebregondi retrocede, Poemas) y murió a los 45 años en Barcelona. Fue una figura enigmática, borrosa. Alguna vez escribió: “El 24 de marzo de 1976, yo, que era loco, homosexual, marxista y alcohólico, me volví loco, homosexual, marxista y alcohólico”, pero se suele discutir con qué intensidad mantuvo esas características, antes y después de la fecha citada.
Un escritor casi invisible en vida se ha ido desplazando post-mórtem hacia el centro de la literatura argentina. La conclusión de ese movimiento tendrá lugar en 2008, con la inminente aparición de una biografía de mil páginas que Ricardo Straface preparó durante diez años y que promete, además de aclarar algunos enigmas sobre el escritor, sacar a luz textos inéditos y otras maravillas ocultas. Así lo afirman los editores pero también quienes, como Fogwill, han tenido acceso al manuscrito.
Como etapa necesaria de este desenlace triunfal, hay que mencionar la publicación de buena parte de la prosa y la poesía de Lamborghini en ediciones curadas por César Aira, primero en 1988 y luego a partir de 2003. En el prólogo (desaparecido de la segunda versión) de Novelas y cuentos, Aira hace un retrato apologético de Lamborghini, que contiene algunos pasajes rotundos. Uno, referido a El fiord, dice así: “Se trataba, y sigue tratándose, de algo inusitadamente nuevo. Anticipaba toda la literatura política de la década del setenta, pero la superaba, la volvía inútil. Incorporaba toda la tradición literaria argentina, pero le daba un matiz nuevo, muy distinto”. Otro es este: “¿Cómo se puede escribir tan bien? Creo que hay un más allá de la calidad estilística, más allá del simulacro de perfección que puede lucir una buena prosa. (...) Entre sus papeles no hay un solo borrador, no hay versiones corregidas; de hecho, no hay casi tachaduras. Todo salía bien de entrada”. Un tercero: “Osvaldo era un señor apuesto, atildado, de modales aristocráticos, algo altivo pero también muy afable. Su conversación deslumbraba invariablemente. (...) Además, lo había leído todo, y su inteligencia era maravillosa, dominadora. Fue venerado por sus amigos, amado (con una constancia que ya parece no existir) por las mujeres, y respetado en general como el más grande escritor argentino. Vivió rodeado de admiración, cariño, respeto, y buenos libros, que fueron una de las cosas que nunca le faltaron”.
Alguna vez, Roberto Bolaño decretó que era absurdo edificar una tradición a partir de Lamborghini. Hoy, la idea contraria es casi unánime. La “Literatura de izquierda” se coloca bajo su sombra protectora. Como si se tratara de Juan el Bautista que anuncia el Advenimiento, una flamante colección de ensayos encargados por Juan Pablo Dabove y Natalia Brizuela, agrupados bajo el título Y todo el resto es literatura, precede a la obra de Straface. El libro muestra la profusa y actualizada vitalidad de los estudios académicos lamborghinianos y se ocupa de desmentir el retrato de Aira. Uno de los viejos amigos del autor, Luis Gusmán, lo trata como a un patán paranoico que vivió una vida miserable (su otro Salieri, Germán García, había hecho algo parecido en un librito titulado Fuego amigo). Los artículos más técnicos, entre los que no falta quien relaciona la obra de Lamborghini con Toni Negri y el asesor presidencial Ernesto Laclau, señalan con rara unanimidad que el trabajo de Aira es una mera “operación” para promover su propia obra. Me temo que entre tanto estudio, tanta interpretación y tanta polémica, Lamborghini quedará tan alto en el canon de nuestras letras que no va a ser necesario leerlo.