Con mis amistades estamos preparando la necrológica para publicar en la última semana de marzo, cuando se realice en Córdoba el VIII Congreso de la Lengua patrocinado por la infame Real Academia Española. Nosotres estaremos en otra parte, en el encuentro internacional Derechos Lingüísticos como Derechos Humanos, que se realizará también en Córdoba del 26 al 29 de marzo.
Al Real Congreso llevaremos una corona mortuoria, con una leyenda que subraye que la Madre de la Lengua Castellana dejó morir a su hija por codicia.
Uno de los derechos que reivindicaremos en el encuentro paralelo será el de jugar con el lenguaje, del que nadie puede reivindicar título de propiedad alguno, para mantenerlo vivo. Por ejemplo, en relación con el masculino universalizante que la RAE defiende a capa y espada. Es mentira que no esté marcado genéricamente, y esa marca hiere la sensibilidad de quienes quedan fuera de su alcance, que son la mayoría de quienes usamos el lenguaje.
Por supuesto, si el uso de la “e” como plural inclusivo pretende imponerse como una norma abstracta, tampoco llegará muy lejos. María Moreno lo dijo claramente: “¿Qué pretenden, que les diga forres?”. Las situaciones de enunciación y el sustrato libidinal del lenguaje muchas veces nos obligan: para forrear a alguien, en masculino o femenino, siempre habrá que recurrir a las viejas desinencias.
Lo mismo con los señores de la RAE, que solo pueden señalarse como “viejos chotos”, precisamente por su impulso para legislar sobre derechos que hemos abrazado hasta sus últimas consecuencias: el derecho a decidir la propia lengua.