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El capitán Peluso

El señor Peluso se ha convertido en personaje de la prensa del corazón indignado, nuevo rubro de la prensa amarilla. No es un criminal. Como Kirchner y Scioli, ha caminado por el delgado hilo que separa la legalidad del riesgo de tener que legar su patrimonio a una corte de abogánsters del foro.

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El señor Peluso se ha convertido en personaje de la prensa del corazón indignado, nuevo rubro de la prensa amarilla. No es un criminal. Como Kirchner y Scioli, ha caminado por el delgado hilo que separa la legalidad del riesgo de tener que legar su patrimonio a una corte de abogánsters del foro. Lo perdió su vinculación con Scioli. Apasionado por la motonáutica –hobby ruidoso, violento y contaminante que comete crímenes impunes contra la naturaleza y el buen gusto–, vive en la casa del Boating de San Isidro que construyó un damnificado por la quiebra Electrodomésticos Scioli, tan escandalosa como estas noticias, que, analizadas una a una, sólo escandalizarían a un lector de Página/12 y a condición estar firmadas por el venerable Verbitsky. Peluso es uno de los cincuenta operadores que medran con la explotación de viciosos ludópatas y lucran con compañías aéreas, hoteles-casino de Nevada y, particularmente, con el embauque, la usura y el tráfico de divisas. Eso mismo lo vuelve candidato ideal para dirigir la Lotería, institución que Juan B. Justo llamaba “el impuesto al zonzo”. En el Boating es sólo uno de los 240 propietarios que eligieron la seguridad de esos lotes con amarras, sacrificando su calidad de vida: sus casas no dan al río, sino al arroyo Sarandí, justo en la desembocadura del canal Gauto y Pavón, que alivia excesos pluviales y cloacales de las barrancas de San Isidro. El río está lejos y para alcanzarlo los vecinos deben atravesar la desembocadura del río Luján, que alivia descargas pluviales, industriales y cloacales de San Fernando, Tigre, Escobar y del fétido río Reconquista: a su manera acuática, Peluso paga también su impuesto al zonzo. Denuncian que importó un barquito vistoso, aunque obsoleto, que ha engrosado la flota de más de un centenar de yates de procedencia irregular, alguno de ellos famoso por su desempeño deportivo. Se cuenta que tiene propiedades de dos millones en Miami: es uno de los veinte mil argentinos que tienen casas, islas y hasta castillos por todo el mundo y lejos de la AFIP. Se reprocha su ingreso al Estado, pero: ¿esperaban que Scioli eligiera a D’Elía o a Pérez Esquivel para conducir su agencia de estafar a ilusos timberos? Scioli llegó a la política de la mano de Menem, en tiempos de la quiebra de su empresa comercial que aplicó un impuesto al zonzo a los que fían chucherías eléctricas. De la mano de Kirchner, asumió en la Provincia con su esposa, ungida con un sabroso crédito del Banco Provincia, tan blando como el que financió la compra del predio de La Rural a la firma norteamericana Ogden (de la Org. Den-Arváez), emprendimiento de un circunstancial competidor y potencial aliado.