La semana pasada comenzó con el viaje del ministro de Economía para negociar la deuda con el Club de París. Si bien inicialmente había expectativas sobre el cierre de este capítulo de larga data, la posibilidad de entendimiento entre las partes se deslució. Esto implica que la estrategia de sumar dólares vía mercados financieros a tasas bajas se postergó.
Luego, el Ejecutivo implementó restricciones a las compras de bienes por internet en el exterior, que ingresan al país por correo, dando una clara señal de mayor cierre de la economía (cepo 2.0).
Más importante aún, el miércoles 22 de enero el Banco Central de la República Argentina (BCRA) decidió dejar de intervenir en el mercado cambiario y volvió a hacerlo casi 24 horas después para moderar el tipo de cambio nominal (TCN) oficial, que había llegado a operar en $ 8,40.
De esta forma, el TCN cerró la semana en torno a $ 8, acumulando en lo que va del año una depreciación del 23%, marcando el fin del gradualismo de la política cambiaria. Sin embargo, la devaluación no aporta soluciones si no se instrumenta dentro de un plan integral (única forma de reducir la incertidumbre y la desconfianza).
Por último, el viernes las autoridades anunciaron el fin de la prohibición (a personas físicas) de compra de divisas para atesoramiento junto con una reducción del 35% al 20% del anticipo de Ganancias a los gastos con tarjeta en el exterior y la adquisición de moneda extranjera.
Recién en las próximas semanas se tendrá una noción de la magnitud de la flexibilización del cepo, y del impacto que tendrá sobre el dólar blue. Si la AFIP autoriza un monto elevado de venta de divisas, es probable que la brecha cambiaria se reduzca pero también caerán más las reservas, generando inestabilidad.
En cuanto a la reducción del anticipo de Ganancias, vale destacar que la vigencia del 35% duró menos de un mes y medio. La devaluación de más de 20% permitió que, pese a esta reducción, el dólar tarjeta se encuentre en un nivel más elevado que la semana pasada. Además, la debilidad del peso ayuda a apuntalar las divisas del turismo receptivo.
Lo relevante en cuanto a la toma de decisiones es que si el Ejecutivo planeaba subir más de 20% el tipo de cambio, no tenía sentido subir a principios de diciembre la retención al 35%. Este es un ejemplo más de las idas y vueltas de las decisiones económicas, que marcan la ausencia de un plan consistente que genere certidumbre.
Pese a que el dólar oficial a $ 8 se encuentra casi 60% por encima de los valores de enero de 2013, no queda claro si a ese valor el Ejecutivo logrará estabilizar las expectativas de devaluación, ya que éstas dependen mayormente de las señales y la confianza de los agentes en la política oficial.
En el corto plazo, el Gobierno necesita anclar el TCN y las expectativas para evitar la incipiente carrera entre precios y salarios, y para que los productores agropecuarios tengan incentivos para vender la cosecha gruesa, ingresando dólares vitales para el país (aparentemente, la estrategia de colocar deuda aún está lejos de dar frutos).
Si el BCRA logra estabilizar la paridad por unos meses sacrificando una cantidad no excesiva de reservas, habrá ganado una pulseada importante. Pero el riesgo de la nominalidad ascendente puede llevar a que los agentes vuelvan a demandar dólares a fines de año. La reciente devaluación redujo significativamente el atraso cambiario, pero esta conclusión es parcial o estática: falta incorporar la dinámica de los demás precios de la economía, que venían acelerándose antes del salto de dólar.
Sin un plan económico consistente, será muy difícil evitar que la inflación y los salarios trepen por encima del 30% anual, por lo que la mejora del tipo de cambio real sólo sería transitoria. Hacia fines de 2014, las expectativas de devaluación volverían a subir porque se necesitaría un nuevo salto del dólar, profundizando el círculo vicioso de desconfianza, devaluación y aceleración de la carrera entre precios y salarios.
*Economista jefe de Ecolatina.