Mencionamos dirección, interpretación y producción cinematográfica, hasta el momento, pero estas tres tareas no son las únicas que impulsan y generan la participación de mujeres en la industria. Rubros técnicos como asistencia de dirección, fotografía, escenografía, arte, maquillaje, vestuario, han visto modificar los guarismos de la intervención de mujeres en la actividad, que en otras épocas eran aún menores o nulos.
Es curioso, en la tarea de investigar, encontrarse con información fáctica y también deducible de registros de rodajes que contrastan con la realidad que se quiere promover como la de una mayor equidad de género, cuando, por ejemplo, rubros como fotografía siguen siendo ocupados por hombres y con una mínima intervención de mujeres.
ADF, entidad que desde 1996 nuclea a los autores de fotografía cinematográfica del país, mantiene en su sitio oficial un dato que avala aquello que se presume. De ochenta miembros, solo nueve son mujeres, es decir solo el 11,25% de los miembros. Contrastando, por ejemplo, con AADA (Asociación Argentina de Directores de Arte de la Industria y Medios Audiovisuales), en donde ese porcentaje de participación femenina sube a casi el 66%.
Este rubro, tradicionalmente, ha sido ocupado por mujeres, aunque algunas directoras de arte como Romina Del Prete (Los adoptantes, Mecánica Popular, Incómodos, Il Richiamo, etc.) alertan sobre algo que es una realidad en el medio: “Por lo general, hay más directoras de arte mujeres que varones, pero los directores de arte, salvo algunas excepciones, pisan más fuerte y son mejor remunerados. Las diferencias existen.”
Del Prete llegó al cine de muy joven, rompiendo algunos mandatos impuestos. “La idea de ser una artista era ser ‘hippie’ en mi casa. No entendían que uno puede ganarse la vida a través de algo más lúdico. Tenía que ser arquitecta, no escenógrafa. Siempre fui independiente, me fui a Europa a los 22 años a trabajar allá como asistente de Renata Schussheim. Hoy soy su productora, colaboro con ella cuando hace instalaciones. Estuve primero en Madrid y luego en Roma trabajando en un cine de autor profesional, en películas que fueron a Cannes y Venecia. También trabajé como vestuarista, estudié en la Universidad y me recibí de escenógrafa. Salté un poco de un lugar a otro, después preferí trabajar más en el diseño y la dirección de arte.”
“La dirección de arte algunas veces está relegada, es un punto fuerte, eso es injusto, porque el director de arte entra en muchos casos inclusive antes que el director de fotografía, por ejemplo. La luz es fundamental, y lo digo con mucho respeto, pero algunos son machistas. Sin embargo, con esta ola verde todo está cambiando hacia encuentros más positivos. Es clave el trabajo en conjunto a la hora de desarrollar proyectos de cualquier tipo, cine, videoinstalaciones, teatro, televisión, etc.”, agrega.
En el mismo rubro, Sandra Iurcovich (El eslabón podrido, Astrogauchos, Diablo, Al fin el mar, Aballay, el hombre sin miedo) dice: “Empecé en el cine con Adiós querida luna, de Fernando Spiner. Yo venía haciendo varias cosas antes, teatro, TV, clips, ambientar bares, etc. Me enteré de la peli, leí el guión y tuvimos una charla con Fer, habiendo casi nada de dinero, lo convencí con ideas con muy pocos recursos. Entré al cine como directora de arte. Aprendí de golpe el modo de trabajo en serio, aunque ya había trabajado en varios programas para TV. Entré por la puerta grande con mucho esfuerzo y tiempo.”
Avanza: “No encontré realmente temas de género que frenaran u obstaculizaran mi quehacer. Tal vez la dificultad de trabajar con dos hijos chicos. Pero siempre compartimos eso con el padre de mis hijos”. Y agrega sobre diferencias entre hombres que hacen dirección de arte y mujeres: “Habiendo mayoría de directoras de arte, suele suceder que las pelis más grandes y las coproducciones las agarran hombres y algunas mujeres, siempre que escucho lo que cobran los colegas en esas producciones, suelen cobrar más los hombres. ¿Son más escuchados o respetados cuando piden más? No lo sé. Parece ser parte de la herencia patriarcal y del viejo cine hecho por hombres en las cabezas de equipo.”
Natural Arpajou, directora de Yo, niña, se relacionó con el medio desde diferentes áreas, llegando a dirigir su primer largometraje luego de un largo camino en dirección de cortos, producción y castings. “Creo que todo está cambiando, que todos estamos abriendo la cabeza, hay como una apertura mayor. Si bien hay cosas que pensaba, con este movimiento le das una forma. Hay una apertura mayor, no en el método, pero sí más de fondo. Hay más libertad en cuanto a sexualidad, por ejemplo, y yo improviso mucho y puedo hacer trabajar a gente de un mismo sexo.”
Y va más allá: “Me pasó muchos años de trabajar en productoras que no me daban la oportunidad de dirigir. Y tuve que hacer mil cortos, pasar tiempo y probar por afuera que podía, aun cuando les daban a hombres la oportunidad sin haber hecho nada. En general, en el medio te ayudan porque creen que te están haciendo un favor. Tenés que ser mujer y sentirlo en carne propia, e incluso, el machismo no es solo desde los hombres, sino también de las mujeres. Y en mi rodaje he escuchado, ‘para qué quiere cambiar cosas que hace cien años se hacen de una manera’. Si sos mujer, y más operaprimista, te la hacen complicada. O en las producciones no me dejaban ir a lugares alejados. Hay mujeres que son machistas con mujeres. Tema de acoso, siempre pasa en el laburo de bancarte que hablen de tu cuerpo, si estabas produciendo, te reías y ya.”
*Autores de Mujeres, cámara, acción (Ediciones Continente).