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la amenaza a la recuperacion

El confuso discurso oficial es inflacionario

Dada la intervención del INDEC, deben convencernos de que no hay una crisis de precios, en lugar de convalidar las sospechas en los acuerdos salariales

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El INDEC dice que los precios al consumidor suben al ritmo del 8 al 9% anual. El ministro de Educación negocia con los maestros un aumento salarial del 23%. El ministro de Economía dice, por la mañana, que la inflación es un invento de los medios y de la oposición, y por la tarde, que los precios los aumentan los comerciantes e industriales y no el Gobierno.
El ministro del Interior y el jefe de Gabinete indican que suben algunos precios, como el de la carne, pero no el resto, y que no va a haber ajuste para bajar la inflación (que según él no existe). Finalmente, una de las principales autoridades del partido oficial y secretario general de la CGT indica que la inflación no se puede desconocer, pero que es consecuencia del crecimiento de la economía.

A estas alturas, la falta de coordinación y coherencia del discurso oficial no debería llamarnos la atención. Algo similar ha ocurrido con la metamorfosis del relato en torno del uso de las reservas para pagar deuda. Pasó de “una garantía para asegurar el pago de la deuda y bajar la tasa de interés” a “la única alternativa al ajuste y al default”. Y como ya había pasado, entre otros temas, con las retenciones móviles y su destino, en el segundo trimestre de 2008.
Parafraseando a Tolstoi, podría decirse que hay una sola forma de decir la verdad, pero que cada uno tiene su propia manera de mentir.
Ahora bien, desde el punto de vista de la política económica, esta descoordinación y confusión en el discurso oficial es importante y no sólo una anécdota.

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Me explico. Uno de los temas centrales de la moderna macroeconomía se vincula con la necesidad de “construir expectativas”. Todos nosotros, si podemos, tomamos decisiones en economía en función de lo que esperamos que suceda en el futuro. Y esas expectativas en torno al futuro se forman de distinta manera. En términos muy generales, algunos creen que el futuro repite experiencias del pasado. En materia inflacionaria, por ejemplo, suponen que si estamos ante una aceleración de la tasa de inflación, la misma seguirá. Otros consideran que el futuro es independiente del pasado y que depende de “lo nuevo” que se haga, o que anuncie el Gobierno.
Es tan importante el “efecto anuncio” que hay estudios empíricos internacionales sobre la influencia de las declaraciones del presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos en la evolución de la estructura de las tasas de interés de mediano y largo plazo.

En el caso que nos ocupa, si el Gobierno anunciara un plan antiinflacionario y éste fuera creíble, las expectativas de inflación se moderarían en función del éxito que la gente le atribuiría a ese específico plan y, por lo tanto, quienes forman precios o negocian salarios lo harían en el marco de esa moderación.
Pero, obviamente, para que el “efecto anuncio” sea positivo, se tienen que dar dos condiciones. La primera, es que quien “anuncie” sea creíble. Y la segunda, que lo que se anuncie tenga sentido.
Y aquí está el problema de la Argentina de hoy. Las autoridades han perdido credibilidad en esta materia, desde que el INDEC fue intervenido y el Indice de Precios al Consumidor, manipulado. Y, por otra parte, el único “anuncio” antiinflacionario que explícitamente se hizo, es que se va a seguir alentando la demanda (la inversión y el crédito para consumo) y que seguirá creciendo el gasto público financiado con el Banco Central.
Y esa es la paradoja. Si el Gobierno no cree que haya un problema inflacionario tiene que “convencernos” y no homologar implícitamente aumentos de todo tipo (medicina prepaga, salarios) que duplican o triplican los datos del INDEC.

Y, si en cambio, considera que la inflación es “culpa” de los formadores de precios, entonces, tiene que moderar expectativas con un discurso único y creíble en torno a su política antiinflacionaria, para no dar la señal de que convalidará cualquier aumento desde la política monetaria y fiscal.
Sin embargo, con esta falta de discurso creíble y único, y con esta política expansiva de la demanda, el propio discurso es inflacionario y la única política para evitar la aceleración de la inflación seguirá siendo el “ajuste automático”.
Es decir, la inflación se acelera, afecta el poder de compra de los sectores de menores ingresos, éstos frenan el consumo, y se desacelera la inflación. Como ha pasado, por ejemplo, con el precio de la carne que se “calmó” porque se frenó el consumo.