En uno de sus shows, Les Luthiers decían: “Esa película la vi dos veces, la segunda vez no la entendí”.
Ver las intrincadas circulares que emana el BCRA, en franca contradicción con dichos del propio ministro de Economía, quien a su vez también es contradicho por el propio presidente, es sencillamente producto de querer romper una ley que la humanidad nunca ha podido, la ley de la gravedad: todo cae por su propio peso.
Y los mercados son eso. Son ni más ni menos que una balanza, donde se sopesan a diario, por hora, por minuto, riesgos contra beneficios.
Y si percibo que el riesgo de perder el poder adquisitivo de mis pesos es inminente y real, buscaré refugio. ¿Dónde? En el dólar o el euro, por supuesto.
Y si no llego a este y pienso que está muy alto, miraré alrededor y veré si no es hora de cambiar el auto, la aspiradora o la TV, para aprovechar que aún no subieron de precio.
Argentina es una nación de sobrevivientes.
Son ochenta años de inestabilidad monetaria, interrumpidos por lapsos (Plan Austral, Convertibilidad), pero que conllevan una certeza: el que apuesta al peso pierde.
Y si bien se reniega, en el fondo se termina reconociendo la verdad que inútilmente se quiere esquivar. Para ejemplos, la tozudez de querer insistir con la compra “subsidiada”
de los 200 dólares mensuales, la cual ahora, artilugios mediante, lo lleva al valor de 131, mágicamente el valor del dólar blue (paralelo). Entonces, ¿en qué quedamos? ¿No era que era un valor “irreal”?
¿Qué sucedió? Lo contrario a lo buscado. El dólar se vuelve a escapar. Puede que baje, pero en Argentina con esta fuerte inestabilidad, más que bajar se percibe que “toma carrera”.
Costos. En el medio, se agravan los costos de cosas “suntuarias” como la música o las películas, que siendo suntuarias son utilizadas por millones de habitantes (muchísimos) y sobre todo jóvenes. Luego nos preguntamos por qué quieren emigrar.
Y toda esta paranoia, surgida de que los políticos hace rato dejaron de pensar en la sociedad, en los habitantes, los ciudadanos y los perciben como una sola cosa: un voto.
Y la inflación es “piantavotos”. Y el dólar arrastra la inflación (fenómeno absolutamente local, ¡en el mundo esto no sucede!), entonces el axioma es: los políticos le temen al dólar.
Le temen al testigo que refleja en la angustia de la sociedad la desesperación de conservar valor, de ahorrar (lo cual es una virtud, no un defecto, Sr. Presidente, aclare este malentendido).
Producción. Hasta acá lo que le pasa a la gente… ¿Y a las empresas?
Bueno, asistimos incongruencias que quedarán en el “top ten” de los dislates de la historia de las finanzas argentinas. A saber:
Sacar una circular que les impide a las empresas (muchas de ellas exportadoras) pagar sus deudas con el exterior, en un 60% y las “invita” a reestructurarlas a dos años.
O sea, que el anuncio del Acuerdo por la Deuda Externa, que fue anunciado como el punto de inflexión para que el sector privado pueda acceder en mejores condiciones a financiarse, quedó en el anuncio nomás. Este daño es tremendo, e histórico. Si bien hubo situaciones similares en el pasado, fueron en medio de caóticas devaluaciones, algo que hoy no sucede… por ahora.
En otra medida, se restringe aún más el límite de financiamiento a las empresas que exportan con la intención no dicha pero clara de que estas vendan sus tenencias en dólares. ¡Si las tienen! Y si no, se asfixiarán financieramente, no podrán exportar, y por ende, no entrarán dólares. O sea, el perro se muerde la cola. Difícil de entender.
El cuadro no luce bien: empresas que se van, las que se quedan enfrentan castigos por todos lados (restricciones financieras, impuestos, cargas sociales en alza, sin hablar de que estamos en pandemia y con cuarentena, todo por evitar lo inevitable.
Ideas. La conducción económica y política no quiere enfrentar la realidad que se impone, y tiene tres alternativas, enumeradas de la peor a la mejor:
* Seguir insistiendo con estos parches, que ya son uno sobre otro y terminarán en llantazos sin duda.
* Desdoblar de una vez el mercado entre dólar comercial (oficial) y dólar financiero (mercado). Al menos así, si hubiera una especulación desmedida, el BCRA podría intervenir.
* Unificar el mercado cambiario. Es curioso que se critique (y con razón) tanto a la política económica-financiera del gobierno anterior para seguir con su receta en cuanto a lo cambiario (el desdoblamiento se armó en el final de aquel gobierno),
Si se unificara, dado el contexto, donde no habrá más importaciones y sí muchas exportaciones, el BCRA podría recomponer sus reservas y todo podría mejorar, y mucho.
Es verdad que habría probablemente un overshutting (sobrevaloración del dólar) pero este ya lo tenemos hoy a 140 pesos, nada es lógico. Un vino de excelente calidad vale 3 dólares, ¡cuando en el mundo vale 20 o 30!
Pero sería pasajero. En épocas de Néstor Kirchner, se llegó a un dólar de 4,20 o más, para luego de unos meses estar a 2,70. Ese es el camino, pero requiere coraje, y obviamente un plan, el que no aparece.
Todos queremos que le vaya bien al Gobierno (salvo contadas excepciones, en general políticas). ¿Cómo no lo vamos a querer si estamos en el mismo barco?
Pero todo barco necesita una buena Hoja de Ruta y una Carta de Navegación, si no, la zozobra será cuestión de todos los días.
No es tan difícil, salvo que la queramos complicar. La propuesta es volver a la lógica, y dejar de combatir lo imbatible.