COLUMNISTAS
NEWELLS Y CENTRAL, LA PASIoN SEGuN ROSARIO

El duelo abismal

Sin el Otro no hay dialéctica, ni código común, ni historia compartida. Está en juego el mismo juego. El discurso es idéntico y peligroso: “Hay que ganar, como sea”. Esta tarde no habrá lugar para la metáfora

|

“(...) Las perfiladas letras de un volumen
que la noche no borra, son sin duda
no menos personales y enigmáticas
que yo, que las confundo. No me atrevo
a juzgar a la lepra o a Calígula”
del ‘Poema de la Cantidad’, Jorge Luis Borges (1899-1986)


Menos exóticos que estrafalarios, ellos también construyen su identidad a partir de esa habilidad tan argentina de convertir en virtud la falta. Lo que alguna vez explotó como insulto o descalificación, es utilizado después como bandera, sin pudores. De este modo, no hace tanto, Boca logró exorcizar el cruel mote de “bosteros”, nacido por culpa de las inundaciones del Riachuelo. Lo mismo hizo River con el hiriente “gallinas”, que taladró sus oídos desde que Peñarol les dio vuelta un partido que ganaba fácil 2 a 0 por la final de la Libertadores del ‘66. El caso de Newell’s Old Boys y Rosario Central, protagonistas del clásico rosarino, es sin dudas extremo. Históricamente son “Leprosos” contra “Canallas”. Nada menos. Imaginen esta tarde, digamos... a un suizo recién llegado al Coloso, frente a la multitud que grita, canta, agita sus banderas y se divide, enfervorizada por su infinito amor a la enfermedad bíblica o a la humillante descalificación moral. No entendería nada. ¿Cómo explicar esa identificación extraña, tan más allá del bien y del mal? Quién podría. Esto es Argentina, compatriotas, el jugador distinto del mundo. Cuenta la leyenda –hay otras versiones pero la que sigue es la más linda– que los apodos nacieron hace casi un siglo a raíz de un frustrado partido a beneficio del Patronato de Leprosos. Los muchachos del aristocrático colegio inglés fundado por Isaac Newell se ofrecieron a jugarlo, pero los ásperos empleados ferroviarios del antiguo Central Argentine Railway Athletic Club se negaron. Y se pudrió todo entre ellos. Para siempre.
Quizá sea cierto que Rosario es la ciudad más futbolera del país. Cuna de cracks, dueña de un estilo propio, en 1939 logró un milagro; la altiva y hegemónica Buenos Aires afilió a sus equipos a su liga profesional. Después llegarían los campeonatos. El primero fue de Central, en River y dejando afuera a Newell’s en una semifinal, con gol de cabeza de Aldo Pedro Poy. La final fue contra San Lorenzo, pero de este partido casi nadie se acuerda. El otro es mito. En cada aniversario, durante los últimos 35 años –éste será el número 36–, el heroico Poy protagoniza una ceremonia pagana de originalidad única: rodeado de fieles centralistas se arroja en palomita y empuja la pelota hacia un arco vacío para que todos griten. Gol. Uno de los cuentos más lindos de Roberto Fontanarrosa se llama así, justamente: 19 de diciembre de 1971.
Newell’s, que tenía un equipazo, tuvo su revancha frente a Central el 2 de julio de 1974: le ganó el Metropolitano gracias a un histórico zurdazo de Mario Zanabria. Hay otros hitos. Por ejemplo, el Día del Padre, pura liturgia leprosa, que conmemora el partido del el 8 de marzo de 1992: Central se negó a postergarlo y Newell’s, con su equipo profesional en Chile para jugar por la Libertadores al día siguiente, se lo ganó con la tercera más Llop y Domizi, que hizo el gol. El Día Nacional del Abandono, 23 de noviembre, es feriado Canalla y recuerda un clásico de 1997 ganado con baile en Arroyito, 4 a 0 y suspendido por “inferioridad numérica” después que expulsaran al cuarto jugador de Newell’s. Si los Canallas llaman Pecho frío a los leprosos, una poética que alude a su supuesta falta de fervor emocional; los de Newell’s responden bautizándolos Sin Aliento después de constatar un poco feliz recurso técnico para generar ambiente en el Gigante de Arroyito: la utilización de grabaciones de cantos de la hinchada amplificada por altoparlantes. ¿Que más? En Central alardean con la lista de celebrities fanas del club: Ernesto Guevara, Olmedo, Fontanarrosa... En Newell’s contestan exhibiendo la foto de un Maradona flaco y luciendo, fugaz pero inolvidable, los colores del club. Central tiene más clásicos ganados, 44 contra 40. Pero Newell’s está arriba en títulos, 5 a 4. Eso sí, Central ganó uno internacional de manera heroica, la Conmebol ’95, después de levantar un 0-4 ante Atlético Mineiro. Están ahí, parejos, muy a cara de perro.
Es paradojal. Mientras Rosario consagra gobernador de Santa Fe a su intendente, Hermes Binner, después de una civilizada elección contra Rafael Bielsa, sus clubes se hunden en una crisis abismal. El viejo club de los ferroviarios está intervenido, quebrado económicamente. El de los seguidores del exclusivo colegio inglés no están mejor: desde hace 12 años son dominados por un extraño personaje de apellido López, que no muestra balances, ni acepta elecciones, ni da explicaciones. Los dos, históricos semilleros de talentos, tienen sus inferiores diezmadas y promedios muy bajos. Están en zona de Promoción y deberán pelear duro por no descender. En este contexto se verán las caras hoy. No será fácil. El discurso es idéntico y peligroso: “Hay que ganar, como sea”. No habrá lugar para la metáfora en esta tarde donde todo debería ser celebración y rito. Ojalá gane la cordura. Ojo, sin el Otro no hay dialéctica, ni código común, ni historia compartida, señores. Lo que está en juego es el mismo juego. El sistema. A cuidarlo, porque es la única chance de sentirnos dignos, de pelearla, de intentar algo y hasta ganar, si no nos hacen trampa los de siempre.