Muchas de las teorías políticas sobre el Estado y las teorías de las Relaciones Internacionales sobre el orden mundial, se centran en sus dimensiones internas y externas respectivamente, pero sin comprender su intercomunicación sistémica.
Para la teoría política, una entidad pública es reconocida como Estado según ciertos atributos o capacidades al decir de Oszlak: existe una institucionalidad de la autoridad; se ejerce una accountability sobre éstas; se conforma una identidad colectiva y se externaliza su poder al ser reconocidos por otros estados.
Para la teoría internacional, los Estados son unidades autónomas y soberanas que al no tener una autoridad superior monopólica, deben sostener su seguridad militarmente en un equilibrio de poder.
¿Cómo podemos analizar estas esferas analíticas y que cobran pleno entendimiento en su interdependencia? ¿Qué dimensiones le otorgan más poder explicativo a esta relación? Para esto, es necesario realizar una enumeración de orden creciente en densidad y robustez explicativa.
En primer lugar, la dimensión diplomática. Esto solo explica relacionamientos formales entre funcionarios de las Cancillerías que ejecutan y administran decisiones políticas soberanas y autónomas según el poder real de cada Estado.
En segundo lugar, la dimensión política decisional se sostiene en un bloque de relaciones socioeconómicas establecidas con márgenes de maniobra según la jerarquía internacional de cada nación.
En tercer lugar, la integración regional también se inserta en un esquema mayor que la determina: es la economía política internacional que marca las reglas comerciales sobre el orden jerárquico mencionado.
En cuarto lugar, son las dimensiones de la fase actual de la economía capitalista las que explican la interconexión sistémica: las tasas de cambio, el sistema de precios y la tasa de interés de la potencia central.
En esta dimensión, en el orden mundial, las organizaciones económicas internacionales determinan –con el veto de las potencias– la enunciación de las normas y los mecanismos de sanciones para su incumplimiento.
En el orden interno, los Estados, son meros instrumentadores de mecanismos de regulación y control a través de la maquinaria administrativa que concentra la fuerza legítima para su implementación.
En quinto lugar, las plataformas de interconexión virtual y electrónica de transacciones monetarias permiten afianzar la estructuración económica, dándole instantaneidad y velocidad de reproducción. El capital financiero encuentra su autopista de despliegue y concentración en la fabricación virtual del dinero sin anclaje en la producción distributiva.
En sexto lugar, los medios de comunicación y las redes sociales interconectan en tiempo real las realidades, sentimientos y manifestaciones, lo que permite una “diplomacia de los pueblos” parcialmente condicionada y en un estado latente de activación plena cuando menos lo esperemos. La toma de la Bastilla francesa tardó 14 días en conocerse en Madrid. La toma del Capitolio norteamericano fue el evento instantáneo de toda una tarde para el mundo entero.
En sétimo lugar, los procesos sociales en su lucha por la apropiación de los recursos, el poder y el conocimiento, se valen de los mecanismos anteriores para logar legitimidad a su ampliación o restricción de derechos fundamentales –en los sectores populares– y de acumulación ilimitada –en los más concentrados y favorecidos–.
En octavo lugar, la producción de bienes y servicios –teorizada por Bieler y Morton, Braunmühl y Burnhan, entre otros– muestran el poder real de la matriz económica del mundo fragmentado en cada país según su desarrollo.
En noveno lugar, el “todo planetario” como una realidad que escapa a las fronteras y dimensiones mencionadas, enfrenta un proceso difícilmente reversible que se basa en un modelo de producción que necesitaría de varios planetas para sustentarlo.
*Politólogo y Doctor en Ciencias Sociales. Profesor e Investigador de la Universidad de Buenos Aires.