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Vicentin y después

El fin de la épica

Vicentin
Vicentin | CEDOC

Multinacionales. Bancos públicos. Bancos del exterior. Semilleras. Cooperativas. Grandes corredores de granos. Fondos de inversión. El plan para  Vicentin que el miércoles próximo el gobierno nacional y la provincia de Santa Fe llevarán a la audiencia que convocó el juez Fabián Lorenzini para buscar una salida para la compañía está a años luz de las ideas originales que esbozó el Gobierno hace un mes, aquel ya mítico 8 de junio que detonó protestas de sectores del campo y la ciudad que se extendieron hasta esta semana.

Será cuestión de pedirle a YouTube que levante el video de esa conferencia, la verdad. Porque lo que idearon el interventor Gabriel Delgado y los equipos del mandatario santafesino Omar Perotti no tiene nada de aquella épica que emocionaba a Juan Grabois. Será mejor que nadie se acuerde de que entonces se hablaba de soberanía alimentaria, de la búsqueda de una empresa testigo en el mercado de granos y divisas, y mucho menos de que se iba por la expropiación o de que “la idea primigenia” había sido de la senadora Anabelle Fernández Sagasti, que a esta altura está trabajando tanto en la salida para la agroexportadora como en la vuelta de ShowMatch.

Según pudo saber PERFIL, a través de distintos mecanismos financieros, el Estado transformaría en acciones en la compañía la mitad de todas las acreencias, en una especie de sindicalización de todo lo que le quedaron debiendo, tanto los US$ 300 millones al Banco Nación como sumas menores a otros entes como la AFIP. De la misma manera, habría acuerdo para que, atención, la banca internacional, a la que la gerencia de los Nardelli les colgó cerca de US$ 500 millones, capitalice también la mitad de esa deuda y pase a tener parte del control de la empresa, con el Rabobank, el más expuesto en créditos, a la cabeza.

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Todo esto iría en simultáneo con la gran apuesta del plan: el ingreso de fondos frescos, unos US$ 150 millones en principio, cruciales para empezar a pagarles una parte importante de la deuda a los productores agropecuarios. Son los que tienen que convencer de que vuelvan a entregarle granos para moler a la que llegó a hacer una firma líder del sector, pero que sin ese flujo no tiene cómo generar caja ni mucho menos horizonte claro.

Como en esta cuarentena, la pregunta es quién puede ponerla. Ahí, el diálogo está avanzado con jugadores claves del rubro. Hay multinacionales de las semillas y los fertilizantes para entrar con una inversión de por lo menos US$ 50 millones. Apuestan a sumar capacidad de almacenamiento de los granos que reciben en operaciones de canje con los productores, con lo que podrían ofrecer mejores condiciones y aumentar sus ventas.

Hay grandes cooperativas que también tienen acreencias importantes con Vicentin, a las que ingresar en el capital de la firma les permitiría internacionalizar sus negocios. Dato: esta semana el presidente Alberto Fernández participó con el propio Perotti en un acto con la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA). El jefe de Estado elogió al cooperativismo. Ok, si hubiera tenido enfrente a fabricantes de ollas Essen es posible que les hubiera dicho que siempre fue partidario de “esas ollas que reemplazan el uso del horno”, pero en este contexto hay que darle bola a ese gesto. Además, hay importantes corredores de granos que quedaron con deudas por cerca de US$ 50 millones, que estarían analizando ingresar como accionistas. A su vez, hay charlas con grandes fondos de inversión y no se descarta que se sume incluso Glencore, la actual socia en la planta de Renova.

La condición de todos los involucrados en el plan es que haya un management profesional, por lo que da la impresión de que en principio el rol que se pensaba para YPF Agro, en esto de ponele YPF a todo que suena a epopeya petrolera, se diluye. Por último, en el trazo grueso, la expectativa es que Vicentin recupere su flujo de negocios pre Cambiemos, e incluso hay quienes aseguran con que en dos años la compañía, que ahora coquetea con la quiebra, pueda pasar a cotizar en Bolsa.

Claro que el punto central para que todo esto avance es que haya un ok del juez Lorenzini y de los dueños actuales de Vicentin, que tranquilamente pueden ser lo mismo. Habría zanahorias para la familia. ¿Podrían quedarse con una porción minoritaria de las acciones? No sería mal arreglo, si se piensa que estaban pidiendo socorro a cuatro manos tras chocar una empresa inchocable según sus propios colegas del sector. Por otro lado, tal vez hay razones menos cool para que agarren, como el avance de las investigaciones contra todes. El fiscal Gerardo Pollicita muestra un festival de irregularidades en el dictamen en el que pidió la inhibición de bienes de ex funcionarios y empresarios por los manejos de créditos públicos con la empresa. Además, podría haber más temporadas en esta serie, a medida que se vean los balances y haya preguntas del tipo “¿che, quién auditó esto?”.

Si la salida para Vicentin llega finalmente por acá, mejor ni pensar en el quilombo gratuito que se compró Fernández ya sea, digamos, por “los rebalanceos internos propios de una coalición en el poder”, o por los arranques de su vicepresidenta, la líder del espacio, Cristina Kirchner. Porque la crisis por la pandemia no da margen para pasos en falso con medidas improvisadas, ni arrebatos tuiteros en modo pibe caliente que le escribe a la ex a las 3 AM. Y sobre todo con el delirio que se ve en la oposición que no gestiona, si su liderazgo es el de un Mauricio Macri que siempre encuentra un Vargas Llosa para que le haga de Marcelo Figueras para salir a hablar sinceramente de que populismo, populismo y populismo.