El análisis del primer campeonato de fútbol televisado por el Estado arroja, en principio, una ventaja indiscutible: cualquier persona que reciba Canal 7 por aire pudo ver el partido que se le antojara. Sin embargo, a pesar de la muletilla que repite que la emisora estatal “se ve en cualquier punto del país”, esto no es así. En algunos lugares del interior hay que estar abonado al cable para poder verla. De todos modos, que una gran cantidad de gente pueda ver los partidos sin pagar está bien. Y no tener que esperar hasta las 12 de la noche del domingo para ver los goles también está bien. Porque emitir el lunes a la madrugada un gol que se produjo el viernes anterior fue un error estratégico de Torneos y Competencias, la medida más impopular que tomó la empresa. La pelea por el rating del programa Fútbol de Primera generó esa decisión desatinada porque el problema no era que “la gente vio los goles todo el fin de semana”, sino que la competencia fue cada vez mayor y mejor. Esto le jugó en contra porque el rating no subió a los niveles pretendidos y la empresa se ganó la antipatía de una buena parte de la sociedad futbolera.
¿Quién paga? Aún hoy cuesta explicar algunas cuestiones equivocadas de la medida que la dupla Gobierno-AFA tomó en contra de la sociedad Clarín-Torneos. La respuesta es siempre la misma: “Ahora veo los goles durante todo el fin de semana”. Y es cierto que mucha más gente ve todos los partidos, pero esto también trajo consecuencias negativas. Hay una que es un escándalo: los periodistas que componen el equipo de Canal 7 no cobraron un solo peso por su trabajo. Les dijeron que les iban a pagar todo junto, pero todavía no hay noticias de que hayan cumplido la promesa. Sólo recibieron alguna paga los principales responsables de las transmisiones, pero desde Alejandro Apo –comentarista principal– hacia abajo, ninguno cobró nada. Ni siquiera recibieron su sueldo periodistas que ganan salarios cercanos a los setecientos pesos.
Otro punto cuestionable es que esta nueva política no genera fuentes de trabajo. Cuando Canal 9 intentó poner al aire periodistas propios en las transmisiones, el 7 les cortó el audio a los cinco minutos de comenzado un partido y aparecieron mágicamente el relator y el comentarista de la emisora oficial. Y parece que así será, si es que la señal se multiplica por el resto de la grilla. Sólo tendrán trabajo los periodistas de Canal 7. Es grave que las únicas voces escuchadas en fútbol –como en cualquier orden– sean las “oficiales”.
Otra cuestión para anotar del lado oscuro de las transmisiones es que decayó el nivel profesional de los periodistas. Los de Torneos y Competencias eran claramente mejores. Quedan exceptuados de este concepto Marcelo Araujo, Julio Ricardo y Alejandro Apo, voces consagradas y cabezas visibles del proyecto del Gobierno-AFA. No sería serio cuestionar ni elogiar sus capacidades profesionales. Tienen más de treinta años en el medio y, como muchos periodistas de mi generación, aprendimos de ellos.
Son elogiables, en cambio, el relato de Rodolfo de Paoli –ex Torneos– y los comentarios del rosarino Marcelo Levandovsky. El resto, salvando honrosísimas excepciones, todavía cae en demasiados furcios, la información que manejan es mala y los tonos de voces se oyen chillones y opacos. La esperanza es que estas deficiencias se vayan corrigiendo o, llegado el caso, que convoquen a profesionales más experimentados y mejor preparados.
Tampoco fue bueno recurrir a ex jugadores. En su mayoría, no responden a los patrones estéticos que necesita una transmisión. Más que nunca, evidencian que el trabajo de los periodistas no tiene nada que ver con el de los futbolistas. Aunque a veces se crucen, hacemos trabajos diferentes. Y haber estado diez, quince o veinte años dentro de una cancha no es suficiente para sentarse delante de una cámara, un micrófono o una computadora. Hay que prepararse. Y, salvo Diego Latorre y Carlos Aimar, el resto tiene serias dificultades a la hora de expresar una idea.
Sólo pérdidas. La parte más complicada del asunto es la económica. El Estado invirtió seiscientos millones de pesos y sólo pudo recaudar en concepto de publicidad privada entre 15 y 17 millones. La aparición de avisos oficiales hizo subir la cifra, que llegó a los cuatrocientos millones. Las declaraciones del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, agregaron confusión: “El Estado no se hizo cargo del fútbol para generar ganancias”. Pero cuando la presidenta, Cristina Fernández, anunció que el Estado se iba a hacer cargo de la televisación de los partidos, había dicho otra cosa: “El cincuenta por ciento del excedente que genere la comercialización del fútbol por parte del Estado será destinado al desarrollo del deporte olímpico, porque el Gobierno no busca hacer un negocio con el deporte, sino promoverlo”. Hay algo real: el Estado no está obligado a generarse ganancias, a hacer grandes negocios como un privado. A lo que sí está obligado es a brindar servicio público, gane o pierda dinero. No sería tan grave, por ejemplo, si dan o no ganancias los ferrocarriles (en caso de que fueran estatales) o si Aerolíneas Argentinas no entregara números ideales al término de cada ciclo.
Algo funcionó mal y es que se pagó por el fútbol argentino mucho más de lo que realmente vale. El propio Estado –con un importante aumento de su propia tanda– apenas pudo pasar los cuatrocientos millones. Quedó casi doscientos millones abajo, entre otros motivos, porque el fútbol no se pudo comercializar al exterior como soñaban los promotores del cambio de mano. Y porque, digámoslo claramente, el negocio no es tan grande como supusieron Grondona y sus dirigentes al romper el contrato con Televisión Satelital Codificada.
El jefe de Gabinete dice que tiene “cinco o seis” ofertas de empresas privadas para televisar el fútbol y se especula con que los pliegos de licitación serán abiertos a comienzos de 2010. Hasta ahora, sólo Boca, River e Independiente recibieron –de forma separada– ofertas para que la televisación de los partidos sea por cable y bajo el sistema Pay Per View.
Y estos tres clubes, más San Lorenzo, Racing y Vélez formaron El Grupo de los 6 para discutir un poco más la repartija de “los dineros de la televisión”, como dice desde siempre Víctor Hugo Morales.
Es cierto que la Argentina necesita imperiosamente una nueva Ley de Medios –la que propone el Gobierno es buena– y no menos cierto es que resulta atractivo anunciar a los cuatro vientos que el fútbol es gratis y “para todos”. El problema es que el negocio ya no es negocio y que, en definitiva, esta cuestión no es más que un nuevo round en la lucha Gobierno-Clarín. O sea, es una pelea política en la que mucha gente resultará herida. Demasiada gente.