Definir en pocas palabras el término “emprendedor” no es sencillo. Su existencia se remonta a tiempos lejanos, ya que se lo menciona incluso en las Sagradas Escrituras: “Y Saúl dijo a David: ‘Bendito eres tú, hijo mío David; sin duda emprenderás tú cosas grandes, y prevalecerás’”.
De acuerdo con la RAE (Real Academia Española), “emprendedor” significa “que emprende con resolución acciones dificultosas”. La palabra inglesa entrepreneur proviene del latín inter prendere, una de cuyas acepciones es “el que se mete y hace la tarea”. Entrepreneur en inglés significa empresario, cuya definición es “persona que toma a su cargo una empresa”.
Nos hemos acercado a una definición, pero lo cierto es que cualquiera que impongamos sólo será una más. Por eso, les propongo que viajemos juntos detrás de algunas ideas que no tienen mayor intención que la de ayudar a revalorizar un vocablo que, en nuestro presente, ha tomado una trascendencia vital para las sociedades.
Si tratamos de bosquejar un escenario futuro, la única salida para la creación genuina del desarrollo laboral del siglo XXI parece estar fundada en el andamiaje de miles de emprendedores que actúen como agentes de cambio, sustenten la competitividad de nuestra sociedad, se procuren trabajo a sí mismos y sean multiplicadores de empleo. Ser un agente de cambio es una virtud; es el que hace que las cosas sucedan: en nuestro caso, aquellos que tengan la condición de originar la refundación del país.
Cuando hablamos de multiplicadores de empleo, nos referimos a emplear, término originario del latín implicare, que significa “introducir”. Es ésta la manera de eliminar la exclusión con la que se ve amenazada toda la humanidad. Vivimos momentos en los que las grandes empresas, en nombre de la globalización, la competitividad y la tecnología, reducen empleados día a día, y este enorme caudal de gente queda fuera de la economía en red y sólo es posible incluirla mediante la creación de empleos o planes sociales: hoy son las pymes las que motorizan el PBI de las naciones y ocupan la mayoría de la mano de obra del mundo, por lo tanto es necesario introducir en la agenda de todos los sectores (empresario, gubernamental, tercer sector, enseñanza inicial, básica, media y superior) el especial desarrollo de una sociedad culturalmente emprendedora.
Las grandes empresas, emprendimientos que hoy son multinacionales, fueron forjadas por emprendedores que pasaron de las ideas (lo inmanifiesto) a que las cosas sucedan (lo manifiesto). Estas locomotoras, como los gobiernos, tienen que entender por qué deben “sponsorear” el espíritu emprendedor, ya que las pequeñas y medianas empresas habitualmente ofrecen productos y servicios a las grandes empresas, mejorando la competitividad del cluster de cada industria, y estas últimas existen como fruto del mercado (demanda) creado por las pymes a partir de la capacidad de consumo generada por la magnitud de su volumen de empleabilidad. Las grandes empresas, sin una sociedad con capacidad de consumo, no existen.
En nuestro país amerita hacerse una analogía con el fútbol: fuimos criados en espacios donde a pocas cuadras hay una plaza, una cancha, un potrero; ergo, las probabilidades de que surjan buenos jugadores se multiplican. También donde no las hay pueden aparecer buenos jugadores, pero claramente en distinta proporción. Lamentablemente, en nuestra región surgen mayormente emprendedores fruto de la adversidad, pero no debería ser éste el único disparador, sino que deberían emerger como fruto de la siembra de espacios que impulsen como emergente fruto de la oportunidad, y en esto los gobernantes deben impulsar políticas educativas y la creación de miles de espacios, futuros jardines de la empleabilidad, que apuntalen el paso “del ser” emprendedor “al potencial de ser” pyme o una gran empresa; tenemos que valorizar culturalmente la obra por ellos realizada, éstos tienen que ser nuestros referentes, los que crean valor y empleo, no la fama efímera de la televisión. Ninguna obra de semejante magnitud puede ser desplegada si no se la desarrolla integralmente, ni bajo la tibieza de decisiones de apuestas pequeñas y mediocres.
Una primera distinción para lograr una definición del concepto de espíritu emprendedor es hablar de un “hacer” más que de un “ser” o “esencia”. Emprender es transitar por el fascinante estado de hacer que las cosas sucedan, un emprendedor es aquel que se arroja a la creación de nuevos mundos y respuestas, iluminando caminos, inspirando al prójimo, trascendiendo a lo dado. Haciendo que las cosas sucedan de manera innovadora. Y no es obra de una casualidad, sino de una causalidad: tratándose de un estado, podemos aprender a crearlo y recrearlo. Un emprendedor, ni se nace, ni se hace, se encuentra… es en el arrojo que se encuentra emprendiendo y ese arrojo debe ser promovido desde la escuela inicial, a arrojarse se aprende arrojándose, a emprender, emprendiendo, por eso tenemos que aprender a enseñar que es más importante el proceso de adquisición que lo adquirido.
Una persona que se halla en real estado de emprender tiene la voluntad de crear, recrear, accionar, reaccionar, iniciar, reiniciar, intentar, reintentar, hacer y rehacer para que la rueda de la creación de valor comience a girar, como dice el poeta romano Horacio Flaco en el teatro de la vida: “Empezar es haber recorrido la mitad del camino”. Y esa chispa del inicio debe ser culturalmente festejada, porque es ahí donde empieza a construirse la nueva nación.
Forzando un poco las palabras, podría decirse que “estar emprendedor” es ser en acto y en potencia, ser en sí y ser en otro. En una conferencia en la que abundaban representantes de capitales de riesgo, ante una pregunta mía acerca de qué había dentro de un huevo y cómo harían para descubrirlo, la mayoría respondió que con sólo romperlo sabrían lo que contenía, pero que eso no era necesario porque ya lo habían hecho y la respuesta era obvia: clara y yema. Era cierto, pero ellos sólo habían reconocido el ser en acto, les faltaba descubrir el ser en potencia. Si incubaran el huevo, con el tiempo descubrirían que en él había un ser en potencia que evolucionó en un ave, y que luego sería un productor de nuevos huevos, y así la cadena se sucedería multiplicándose en miles que podrían convertirse en el alimento de la humanidad.
Me gusta hablar del emprendedor en verdad y sus miedos. ¿A qué le tiene miedo un emprendedor en verdad? ¿A perder plata?, todos tenemos miedos, el arrojo da miedo, pero eso nos hace humanos, por eso creo que el emprendedor en verdad, el auténtico, le tiene miedo a no tener el dinero, la energía para desplegar aquella creación de valor que tenemos en el orden de las ideas, el verdadero temor es a no sintonizar con nuestro público target, a no tener resonancia que nos conecte, que mejore la experiencia, a generar valor de manera sostenida, ahora esto sólo podremos comprobarlo arrojándonos, abandonando la zona de confort, nuestro “ser” yendo en la búsqueda de nuestro “potencial de ser” y es esa tensión la que nos da la mágica formula de la voluntad, esa tensión entre el ser y el potencial de ser es la que me da la fuerza de voluntad para arrojarnos. Un emprendedor no necesita valores trascendentes para ir por la construcción de la propuesta de valor, él no necesita un bono para moverse, el emprendedor en verdad privilegia más sus valores inmanentes y por ello insisto en que la emoción es el motor de la acción y no la motivación, no necesita que le den motivos extrínsecos.
El emprendedor no sólo interviene en la creación de empresas; también encontramos emprendedores que trabajan dentro del hogar, en una corporación, en una ONG, en el gobierno, en un hospital, una escuela, en forma individual. Cada uno de estos entornos trasciende las fronteras de los negocios, es una manera de abordar el día a día con una mezcla de innovación, transformación, creatividad y optimismo.
Un emprendedor tiene como particularidad la convicción; él mismo es una mezcla de la voluntad de mirar las anomalías, de un estado de sospecha continua en busca de oportunidades, construye su propia historia, para identificarlas tiene que estar conectado, tiene que resonar con la problemática del cliente, ser auténtico, esto le va a permitir identificar dónde le aprieta el zapato al cliente, y deleitarse resolviéndolo, haciéndolo, convenciéndolo, sintiendo pasión por disfrutar. Pasión implica riesgo, compromiso. Su fuerza tiene garantía de encuentro, aunque éste no se encuentre definido por anticipado. El emprendedor tiene que promover la imaginación y la creación de nuevas respuestas y nuevos mundos, pero para eso tiene que estar conectado con uno mismo, creer en uno mismo y ser auténtico, si no, no hay creación genuina. Todo esto está en el orden del pensamiento.
Cuando se está en un estado emprendedor, el éxito consiste en crear, hacer nacer y no en obtener. Esto es importante para no caer en las frustraciones en que nos sume la sociedad moderna. Los emprendedores van y ven más allá del mero hecho de ganar dinero. Para un emprendedor, el dinero es una herramienta importante, pero sólo como medio para concretar el fin soñado que lo impulsa a hacer y transformar. Un emprendedor puede crear por encima de las situaciones difíciles que se le presenten en el recorrido, siente que lo importante es disfrutar ese recorrido. El fin nunca podrá ser el dinero, sino lo que en ese momento le dé alegría, plenitud. El dinero será una consecuencia eventual del camino hacia su propósito.
Aprender a aprender no significa acumular conocimiento, sino tratar de entender las reglas de juego del paradigma reinante. Como dice Fernando Savater: “Estoy seguro de que fue en ese momento cuando por fin empecé a pensar. Es decir, cuando comprendí la diferencia entre aprender o repetir pensamientos ajenos y tener un pensamiento verdaderamente mío, un pensamiento que me comprometiera personalmente, no un pensamiento alquilado o prestado como la bicicleta que te dejan para dar un paseo”.
Todo emprendimiento –no importa su dimensión– está sustentado en sueños, no algo onírico, sino en una causa, lo que hoy damos por llamar el storytelling, la historia que quiero contar, que quiero que narremos juntos, que construyamos juntos. La fuerza de voluntad y la convicción se forjan al calor de grandes sueños. En palabras de Disney: “Si uno puede imaginarlo, soñarlo, entonces puede realizarlo”. Si a dicho sueño se lo amalgama con la fuerza de la imaginación (imaginar es más que pensar, más que proyectar, más que ambicionar; es pensar en grande, ser audaz), estaremos creando nuevos mundos, con confianza en nosotros mismos, en lo que creemos, en lo que soñamos. El sueño es potencial de ser, nos hará creer, nos dará la fuerza de voluntad. La causa hará la diferencia.
El emprendedor tiene que forjarse para conservar la serenidad aun en momentos de frustraciones, y no puede confundir fuegos artificiales con una guerra, manteniendo, como si fuera un pescador, la habilidad de esperar, de ir al encuentro; se esfuerza al máximo y tiene, ante todo, deseos de ganar. Sabe disfrutar los retos porque entiende que de uno es lo que uno hace por uno.
No pierde el tiempo ocupándose de lo que dicen los demás de sus éxitos o sus fracasos, sino que se ocupa de sí mismo y relativiza el concepto de error. Es más fácil caminar el recto camino de la mentira que ingresar en el difícil laberinto de la verdad, parafraseando al filósofo francés André Comte- Sponville: “La sabiduría sería la felicidad en la verdad”; se trata de ser feliz trabajando en verdad, y para esto es necesario comprometerse, construir entendiendo las reglas del juego, donde no podemos dejar de hacer y pensar bajo un nuevo paradigma signado por la inmediatez, privilegiando trabajar de esta manera antes que ganar dinero en la mentira.
Emprender es un barco que parte, que siempre llega, pero casi nunca al puerto soñado; algunas veces arriba a uno muy semejante, otras a uno muy distinto, llegar a buen puerto es llegar a algún puerto. Los hechos se hacen forjándolos, así como los negocios se hacen creándolos.
En este viaje, los compañeros, los empleados (intrapreneurs) son más que socios, son una dicha, son aquellos que idealizarán y soñarán junto al emprendedor, quienes potencien las habilidades de toda iniciativa, juntos, sólo juntos construirán el equipo necesario para que las formas acontezcan.
A todos en algún momento nos ha dado la sensación de que se habla de los emprendedores con un ligero misterio, como si poseyeran un talento especial, un don que les viene dado. Pero si entendemos que, en cambio, son el producto de una circunstancia, rodeados de múltiples momentos de verdad, donde se concientizan, sensibilizan y desarrollan bajo los valores asociados a la tarea de emprender, seguramente habrá más emprendedores.
Y serán exitosos mientras más se dejen guiar por su voz interior, por lo que creen; por eso hablamos de crear mundos y no de copiar, porque si uno deja surgir lo que siente, lo que cree, aquello que emerja será una creación.
Un emprendedor hace lo que piensa, intuye, siente, y no lo que se dice, lo que se dice está habitualmente sesgado por lo que se cree que el otro quiere escuchar. La autenticidad y la conducta son las claves de la credibilidad, la fuerza y la energía del espíritu emprendedor.
Los emprendedores son protagonistas del hacer, no del parecer, crean espacios para compartir, por eso lideran y no sólo gestionan. Este templo tampoco será un lugar atractivo para todos; esa mística sólo está reservada para los jóvenes de espíritu, aquellos que abordan la vida con audacia, con pasión. Aquel que no hace sólo transporta la luz impropia, hacer es generar luz, iluminándose e iluminando a otros. Queda en todos nosotros construir un nuevo jardín de la república donde lo que florezcan sea la autenticidad, las creaciones, el empleo y más y más emprendedores en verdad.
*Profesor, ensayista y conferencista internacional. Catedrático de la Universidad de Buenos Aires, ha creado el Centro Emprendedor GEN XXI (un centro universitario que se dedica a programas de desarrollo emprendedor y redes de contención a emprendedores), la red educativa Aula 365 y la publicación infantil Kids News, la primera que ofrece a sus lectores imágenes en 3D y realidad aumentada, que ahora aparece mensualmente con PERFIL.
Ha escrito, como coautor, los libros Manual básico de consulta para emprendedores, Las claves del marketing actual y Marketing y competitividad.