Tres fechas marcan el G20: 1998, 2008 y 2018. Cuando fue creado (al año siguiente comenzó con encuentros de los ministros de Economía y presidentes de bancos centrales), cuando por la crisis de las hipotecas comenzaron las cumbres anuales de presidentes y jefes de Estado, y el año próximo, cuando parecieran superarse la crisis y el estancamiento de la economía mundial en coincidencia con que, por primera vez, un país preside el G20 y organiza la cumbre anual, privilegio que en suerte le tocó a la Argentina.
Si no fuera por Carlos Menem, la Argentina no estaría en el G20, de donde hasta España quedó excluida y es apenas invitada permanente. De haberse conformado el G20 algunos años más tarde, en la Argentina del default de 2001-2002 o en la del kirchnerismo de 2003 a 2015, quizás nuestro país no hubiera podido ser incluido en la más importante organización económica mundial, llamada la “refundación del capitalismo” o Bretton Woods II (el I fue cuando, al terminar la Segunda Guerra Mundial, se puso fin al proteccionismo y se crearon el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional).
Macri asumió la presidencia argentina del G20 en una ceremonia el jueves pasado, formalmente fue al día siguiente, desde el 1º de diciembre de 2017 hasta el 30 de noviembre de 2018, tras concluir ese mes la cumbre de presidentes y jefes de Estado en Buenos Aires. Como metáfora de la continuidad del Estado más allá de sus gobiernos, el acto fue en el Centro Cultural Kirchner, y obviamente Macri no habló de Menem ni de aquella Argentina de los 90 que él, como tantos argentinos, apoyaba y prefiere olvidar.
A Cambiemos-PRO lo llaman "los muchachos gradualistas" o "populismo financiero" pero son un remirado.
Pero independientemente de los intentos por hacer parecer que no existe el pasado y que Cambiemos-PRO surgió autopoiéticamente, lo cierto es que con la presidencia de Macri, la Argentina retoma el rumbo de globalización que recorrió Menem durante diez años y que había recorrido –en la primera globalización– la generación del 80 que gobernó el país con el Partido Autonomista Federal entre 1874 y 1916, los “conservadores progresistas”, como llama Pinedo a su bisabuelo. Hoy al PRO-Cambiemos se lo llama “populismo financiero” o “los muchachos gradualistas”, como agudamente define en la edición de su último bimestre la revista Crisis, bajo el irónico título de “La doctrina social del macrismo”.
Con una mirada crítica de la globalización, Crisis dice: “La segunda parte de la película (post octubre 2017) sigue siendo soplar y prender velitas: la eterna espera de una lluvia de inversiones que nunca volverá. Luego, cuando la fe ya no alcance para inflar los velámenes de un barco que flota sobre la espuma del endeudamiento, llegará la hora inexorable del ajuste. Y como decía un economista, en el largo plazo estaremos todos puestos”. Pero si “la verdad es revolucionaria”, como cita Crisis, es imposible no reconocer la fuerza irresistible de la globalización y comenzar por aceptar su centralidad para elaborar cualquier estrategia, ya sea de aprovechamiento de sus oportunidades como de contención de daños de sus amenazas.
Con esa perspectiva, de acompañamiento crítico, igual que en los años 90, la revista Noticias generó el primero de una serie de eventos titulados Camino al G20 en el hotel Alvear Icon un día antes del acto de Macri en el CCK. Con la presencia de gran parte de los embajadores, la ex canciller Susana Malcorra expuso su visión sobre qué se puede esperar de esta cumbre del G20 y las oportunidades que tiene la Argentina.
La globalización es una fuerza irresistible que hay que reconocer para aprovecharla y defenderse de ella
Desilusionado, un importante dirigente del peronismo post setentista me dijo ese mismo día que Néstor Kirchner no tuvo una visión del poder, sino sólo una visión del gobierno, de las cuentas públicas y la administración del Estado, como sí la tuvo Perón a mediados de siglo pasado, con la creación de unas Fuerzas Armadas y unos sindicatos partidarios con mucho poder que contrarrestaran las fuerzas del poder del capital. “Este gobierno (por Macri) sí conquistó el poder real además del poder electoral y gubernamental”, se quejaba. Probablemente sea a la inversa, y el gobierno actual sólo aceptó el poder de la globalización.
En cualquier caso, ya sea como agente o paciente, el G20 es un evento de enorme importancia para la Argentina. Y para aprovecharlo habrá que tener el diagnóstico correcto.