Con el título “Carta Abierta/1”, la semana pasada se difundió un documento firmado por más de 750 intelectuales argentinos que decidieron aunar sus perspectivas de diagnóstico y prognosis en relación con la disputa que alguna vez tuvo que ver con las retenciones a la renta agropecuaria, pero que hoy se ha transformado en un debate generalizado a propósito de un modelo de país.
Preocupados porque “un clima destituyente se ha instalado” en la sociedad argentina, y responsabilizando en gran parte a los medios de comunicación, cuya “práctica de auténtica barbarie política diaria, de desinformación y discriminación consiste en la gestación permanente de mensajes conformadores de una conciencia colectiva reactiva” y “que gestan la distorsión de lo que ocurre, difunden el prejuicio y el racismo más silvestre y espontáneo”, los firmantes –y algunos que no la firmaron pero que colaboraron en su redacción– se declaran en estado de alerta para defender al sistema democrático de los ataques que viene recibiendo.
Puesto a explicar por qué no firmó el documento, Eduardo Grüner desarrolló una brillante (según su estilo) argumentación, rechazando las ideas del “mal mayor” y el “mal menor”, cada una de las cuales estaría representada (grosso modo) por “el campo” y “el Gobierno”, finalmente agentes de las mismas fuerzas del mal. Grüner no puede sino estar de acuerdo con un documento que ayudó a redactar, pero no puede comprometerse a “trabajar mancomunadamente” con un Gobierno respecto de cuyas “opciones estratégicas” él ya había señalado su distancia. Lo más importante del documento no es, sin embargo, su incitación a alineamientos abstractos, sino el grito que oír se deja detrás de su alarma: “Uno de los puntos débiles de los gobiernos latinoamericanos, incluido el de Cristina Fernández, es que no asumen la urgente tarea de construir una política a la altura de los desafíos diarios de esta época, que tenga como horizonte lo político emancipatorio” y “Creemos indispensable señalar los límites y retrasos del Gobierno en aplicar políticas redistributivas de clara reforma social”.
Hubiera sido tan sencillo resolver el conflicto sobre las retenciones... Hace dos meses señalábamos que habría bastado con anunciar una o dos de esas políticas redistributivas (un seguro universal de salud, un subsidio a la desocupación) para desarticular el berrinche de los ricachones. Ahora, 750 piden lo mismo: no un tren bala, sino políticas concretas de redistribución. ¿Es tan difícil?