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Brasil

El ida y vuelta de Barbosa y el ajedrez electoral brasileño

En un contexto de fragmentación extrema, la entrada de Barbosa y la salida de Lula sacudieron el tablero en todo el espectro político. La nueva decisión de Barbosa, que parece ser definitiva, repite el hecho.

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Joaquim Barbosa. | AFP.

Duró poco más de un mes la especulación sobre la participación de Joaquim Barbosa en las elecciones presidenciales brasileñas, programadas para octubre. El 8 de mayo, Barbosa anunció via Twitter que había decidido no disputar las elecciones, citando razones personales.

El exjuez de la Suprema Corte es considerado prácticamente un héroe nacional desde 2012, cuando condenó a 24 políticos, banqueros y empresarios en el juicio del “Mensalão”, que reveló un esquema de compra de votos en el Congreso liderado por el Partido de los Trabajadores (PT).

Desde el 6 de abril, cuando se afilió al Partido Socialista Brasileño (PSB), Barbosa ya se perfilaba como uno de los principales candidatos a la presidencia. El día siguiente, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, que hasta entonces lideraba en las encuestas de intención de voto, se entregó a la Policía para empezar a cumplir una sentencia de 12 años en prisión.

En un contexto de fragmentación extrema, la entrada de Barbosa y la salida de Lula sacudieron el tablero de las elecciones, reverberando a lo ancho del espectro político. Ahora, la nueva decisión de Barbosa, que parece ser definitiva, repite el hecho.

En la izquierda, el efecto del amague de Barbosa se siente menos que la salida de Lula. A pesar de que ensaye nombres como el del exalcalde de la ciudad de São Paulo, Fernando Haddad, el PT todavía no declaró una alternativa a Lula, lo que ya augura una disputa por su apoyo y por los que serían sus votos. Manuela D’Ávila (Partido Comunista de Brasil-PCdoB), Guilherme Boulos (Partido Socialismo y Libertad-PSOL) se perfilan como posibles herederos del voto más radical, aunque su presencia en un segundo turno permanece improbable. Ninguno supera el 5% en los sondeos.

Más al centro, Ciro Gomes (Partido Democrático del Trabajo-PDT) y Marina Silva (Red Sustentabilidad-REDE) podrían absorber buena parte de los “huérfanos” de Lula y tienen mejores chances. Además, se benefician del aborto de la candidatura de Joaquim Barbosa, que tendería a ocupar un espacio similar. Las encuestas indicaban que Marina (tercer lugar en las elecciones de 2010 y 2014) y Barbosa probablemente disputarían un lugar en el ballotage con Lula fuera de la disputa, y ahora la posición de Marina tiende a fortalecerse.

Por la derecha, el gran ganador es el ultraconservador Jair Bolsonaro (Partido Social Liberal-PSL) que prácticamente garantiza su presencia en el segundo turno con las salidas de Lula y de Barbosa. El diputado conocido por su defensa de la dictadura y por sus declaraciones homofóbicas, xenófobas y misóginas, estable con cerca del 20% de la intención de voto, se consolida en el primer lugar, aunque su alto índice de rechazo supone serias limitaciones en un eventual ballotage.

El discurso de Bolsonaro sufriría frente a una candidatura de Barbosa, que es visto como “el candidato de la justicia”. Sin Barbosa, el diputado carioca podría enfatizar el tema de la ley y del orden, que hubiese encontrado mejor representación en un juez de reputación impecable que en un político con pocos logros tangibles en sus tres décadas de carrera política.

La situación de la centro-derecha sigue complicada independientemente de las demás candidaturas.

El gobierno de Michel Temer (Movimiento Democrático Brasileño-MDB, antes PMDB) ronda el 5% de aprobación, asolado por las inúmeras acusaciones de corrupción contra el presidente y varios de sus ministros y parlamentares. Tan venenosa es la asociación a esos nombres que en la ventana de cambio de partido (inexplicable institución brasileña en el que se permite que los políticos electos se vendan, literalmente, a otras siglas) el MDB perdió 19 legisladores y cedió la posición de mayor partido en el Congreso al PT. La reelección de Temer, vista como un desesperado intento de continuar blindado contra las investigaciones de la Operación Lava Jato, y la candidatura de Henrique Meirelles, el ministro de finanzas, parecen inviables.

El Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), tradicional rival del PT, tiene chances poco mejores con la candidatura de Geraldo Alckmin, exgobernador del estado de São Paulo. El partido, desgastado con el drama de Aécio Neves, perdedor del ballotage contra Dilma en 2014 y protagonista de comprometedoras escuchas en las que le pide dinero al dueño de la empresa JBS, encuentra dificultad para proyectarse como antes; Alckmin no alcanza el 10% en ninguna encuesta.

La lista de potenciales candidatos cuenta aún con figuras como Rodrigo Maia (Demócratas-DEM), actual presidente de la Cámara de Diputados, el senador Álvaro Dias (Podemos-PODE) y el empresario João Amoêdo (Partido Nuevo-NOVO). Por ahora, ninguno de ellos supera el 5%.

Vale recordar que las campañas todavía no empezaron oficialmente y mucho puede cambiar. Por su presencia en el Congreso, el PT, MDB y PSDB van a acaparar la mayor parte del fondo partidario (fondo público para financiamiento de campaña creado después de la prohibición de donaciones empresariales) y del tiempo de televisión. Esto puede acortar la ventaja de Bolsonaro y de Marina, cuyos partidos son mucho menores.

Al mismo tiempo, pueden surgir ciertas alianzas con el potencial de sacudir todo de nuevo.

En la izquierda, un eventual apoyo del PT a Ciro Gomes podría darle un fuerte impulso a un candidato con mucha experiencia. Pero a pesar de la histórica identificación de Ciro con la izquierda, su apoyo a la causa que investiga el Lava Jato lo alejó del partido, y la dirigencia se encuentra dividida.

En el centro, lo esencial ahora es ver como se posiciona el PSB; como uno de los partidos grandes, sus recursos pueden alterar drásticamente las capacidades de la candidatura que reciba su apoyo. La posibilidad una dupla Marina-Barbosa no se puede descartar y hasta tendría chances de ganar en el primer turno. Para eso, además de navegar las ambiciones de Barbosa, Marina tendría saldar algunas diferencias con el PSB, del cual fue candidata en 2014. A pesar de los 23 millones de votos que obtuvo, no llegó al ballotage, y después de las elecciones salió del partido.

En la derecha hay varias combinaciones posibles. Dada la cercanía con el PSDB en el crucial estado de São Paulo, el PSB podría terminar apoyando la candidatura de Alckmin. Un “pacto oligárquico” PSDB-MDB-DEM, permanece improbable, pero no es inimaginable. Tampoco es impensable que el MDB o el DEM busquen surfear la ola conservadora, alinearse a Bolsonaro y hacer lo posible por moderar su radicalismo. Otros partidos grandes, como el Partido Progresista (PP) y el Partido de la República (PR), que no tienden a lanzar candidatos propios a la presidencia, seguramente van a tirar su peso detrás de uno de esos nombres.

En pocos meses, casi ciento cincuenta millones de personas saldrán a votar y decidirán quién comandará la mayor economía de América Latina. Con decisiones inesperadas como las de Barbosa, con el futuro de Lula y el apoyo del PT aún en el aire y con el Lava Jato a full, las previsiones se hacen difíciles. Si los eventos de los últimos años han demostrado algo, es que no siempre se puede confiar en las encuestas, y que en Brasil todo es posible.

 

(*) Analista de política y relaciones internacionales.