COLUMNISTAS
EL FUTBOL COMO DISTRACCION

El imperio de la insignificancia

La escena no permitía pensar que de allí podría surgir la nota de hoy. En ella aparece el autor de este artículo de-satando sus zapatillas de tenis con la distracción del que nada espera. Un hombre que suda y sufre con su cintura al inclinarse hacia los cordones. Una gota que cae justo desde la punta de la nariz hasta la media.

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La escena no permitía pensar que de allí podría surgir la nota de hoy. En ella aparece el autor de este artículo de-satando sus zapatillas de tenis con la distracción del que nada espera. Un hombre que suda y sufre con su cintura al inclinarse hacia los cordones. Una gota que cae justo desde la punta de la nariz hasta la media.

La reflexión más profunda del instante refiere a un passing de revés con slide que si hubiese entrado... ¡caramba, qué diferente sería el recuerdo del partido! ¿No le resulta misterioso al lector que en ese lugar hubiesen dos personas hablando de Cornelius Castoriadis? Cabe de todo en un vestuario, es evidente.

¿Y el triunfo de Boca en la Recopa –o como se llame–, ese último fruto victorioso de una Libertadores que ganó hace no se sabe cuánto y frente al ganador de una Supercopa –o como se llame– que Arsenal ganó hace meses? ¿Cómo se relacionan los dos jugadores intelectuales de “al lado” y el filósofo griego a quien el firmante desconocía? Una idea atribuida a este último ata los cabos: “El aumento de la insignificancia”.

Entonces uno deja las zapatillas y se queda absorto pensando en ese título de un libro o de un ensayo del tal Castoriadis. Imagina una inundación, por ejemplo. El agua empieza a entrar por debajo de la puerta, después forma un lago, trepa por la escalera y finalmente lo cubre todo.

Como el agua, la insignificancia nos tapa. ¡Y qué decir –se embala uno– de la prosperidad de los insignificantes! Sin reflexionar que, acaso, uno es uno más de ellos, alguien que ya está lanzado a explicarse qué es lo que no le cierra en este mundo de marquetineros empecinados que les cantan loas a los ganadores de inventos hechos para la televisión.

No se trata de negarle nada a Boca. La Copa está, la juega y la gana. En buena ley, con buen fútbol, como el que viene jugando hace tiempo.

El asunto es la desmesura, las 18 copas, lo que se lucra con la falsedad encubierta de calendarios sin alma deportiva. Podrían inventar ahora, y angustia un poco darles una idea, un torneo de un solo partido llamado la Recontrarecopa a jugarse entre Boca y un campeón de los Estados Unidos. Ida y vuelta. O un solo partido en Japón. Y a vender que se viene la Recontrarecopa, y no se sabe si Boca tendrá a Palermo, y la expectativa, y la Bombonera llena y si fuese posible un triunfo sobre la hora con un gol del pibe Noir que por la tele se lo dedica a Martín para que vuelva pronto.

Boca jugó la mitad de los partidos internacionales de su historia entre 1998 y 2008. La otra mitad pertenece a casi cuarenta años de fútbol.

La proliferación de torneos de este tiempo, la calidad adulterada por la competición entre “clasificados” e “invitados” de rigor –que son siempre los mismos–, es la primera explicación. El aficionado muere de falsas emociones, se las ingenia con los carteles que pega en los árboles o introduce en Internet. Está indefenso ante la maquinaria, pero la celebra cuando le va bien.

¿Cuándo empezó la insignificancia su imperio en las ideas que manejamos desde los medios? Lo contrario sería analizar la estafa que se comete contra el fútbol justamente por la televisión que lo inunda.

Debe haber sido cuando se inició la era de la TV y su descarnado y desigual negocio.

¿No se observa a insignificantes personas que bien trajeadas y con un discurso de 200 palabras intercambian ideas con los telespectadores? Son los soldados de esa insignificancia que hoy puede ser un torneo sacado de la galera para lograr rating y abonados al cable, mañana un chisme, y luego reflexionar por qué se va un entrenador, en vez de analizar por qué al club le ocurre lo que se ve cada día de fútbol.

Amarga la idea de que el aumento de la insignificancia ocurra en todos los órdenes de la vida.

Está en el lector analizarlo. Esta columna sólo tiene pretensiones futboleras. Pero si todo fuese igual, ¿cuáles serían las noticias a las que les prestamos atención, los personajes que nos ocupan cotidianamente, las discusiones a las que nos lanzamos? ¿Cuál es el tiempo invertido en conflictos secundarios mientras lo que nos pasa de veras es desatendido? ¿De qué Supercopa o Recopa o Sudamericana participamos en los temas de mayor trascendencia? ¿Cuál es la copa 18 con la que nos entretetienen para no entrar en serio en el gran torneo?