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El kirchnerismo y la izquierda testimonial

Máximo Temes
Máximo Kirchner y La Cámpora se abrazaron a las consignas de izquierda que critican al Gobierno. | Pablo Temes

“Es importante que el kirchnerismo se haya asumido como una fuerza de izquierda bajo la conducción de su jefa Cristina Kirchner. Por supuesto que de inmediato se me señalará que se trata de peronismo y no de izquierda, culturalmente lo entiendo también así, pero desde el punto de vista de la ideología, hoy por hoy, el kirchnerismo de Cristina encarna los valores que en el mundo se reconocen como de izquierda y eso es saludable para el destino de la Nación”.

Con una definición categórica, más pragmática que teórica, Jorge Aleman publicó esta semana una interesante columna en Página/12 en la que estableció los principales lineamientos de una hipótesis que viene repitiéndose entre intelectuales oficialistas: ¿el kirchnerismo se repliega en la izquierda para contener su base electoral porque descuenta una derrota en las elecciones presidenciales?

En el artículo titulado “El kirchnerismo y la izquierda”, el psicoanalista y ensayista que ha publicado una decena de libros que dan cuenta de un pensamiento que se retroalimenta entre el psicoanálisis, la filosofía y la política, aclara que la izquierda kirchnerista, al tener raíz peronista, no podría erigirse como una alternativa revolucionaria propia del Siglo XX, ni dar por supuesta la posibilidad de una ruptura absoluta con el capitalismo. La propia Cristina se ha encargado de aclarar ese límite en repetidas oportunidades.

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Por lo que la alternativa izquierdista parecería representar tan solo un barniz retórico que le permitiría al kirchnerismo renovar una imagen golpeada por la crisis política que atraviesa el Frente de Todos.

“¿Qué se debe hacer desde el punto de vista de la izquierda kirchnerista en las próximas elecciones?”, preguntó entonces Aleman. “Intentar ganar y por eso debe realizar un justo medio entre su dimensión crítica y su responsabilidad institucional”, contestó el intelectual vinculado al Presidente. La respuesta no deja margen de duda sobre la madurez política que, interpretan en la Casa Rosada, debería asumir el espacio liderado por la vicepresidenta en la próxima campaña electoral.

Se trata, sin embargo, de una consigna que parecería no haber sido acordada con el kirchnerismo. El ejemplo más claro se produjo en la sanción de la ley más importante que tuvo que afrontar el Frente de Todos en lo que va de su mandato.

Cuando el 11 de marzo pasado, Máximo Kirchner cuestionó públicamente el acuerdo que el Gobierno alcanzó con el FMI, renunció a la presidencia del bloque oficialista y votó junto a los 28 diputados camporistas en contra de los deseos de Alberto Fernández, el kirchnerismo derivó en una curiosa oposición-oficialista con pretensiones de izquierda.

El repaso de las últimas apariciones públicas de Máximo Kirchner da cuenta de esa novedosa tendencia: el 4 de abril encabezó un acto en Merlo donde reprobó “la presión de los mercados” para alcanzar el acuerdo con el FMI; el 1 de mayo celebró el Día de los Trabajadores en el Sindicato de Luz y Fuerza de Baradero, en el que criticó duramente al ministro de Economía Martín Guzmán por haberse reunido con empresarios que “se hacen los distraídos” frente a la escalada de precios; el 13 de mayo reclamó en Lanús por un mayor aumento en el salario mínimo, vital y móvil; y el 10 de junio condenó la demora en la construcción de un hospital en Hurlingham porque “los jubilados tienen que ir hasta el Posadas para poder usar el servicio de salud pública”.

Si no fuera porque el joven Kirchner aún integra el Frente de Todos y, por lo tanto, sigue siendo formalmente parte del Gobierno, se podría decir que el diputado se pasó a las filas de la izquierda, ya que su discurso retomó las banderas y la agenda programática propuesta por el Frente de Izquierda y Unidad de los Trabajadores (FIT-U).

El desvarío de Máximo tiene una razón política: en las últimas elecciones legislativas, los desencantados del kirchnerismo encontraron cobijo en las listas del FIT-U. Nicolás del Caño y Myriam Bregman fueron los más favorecidos frente a una sangría que el líder camporista ahora intenta poner fin.

El kirchnerismo derivó en una oposición-oficialista con pretensiones de izquierda.

Es que en las elecciones generales de noviembre, la izquierda se consolidó como la tercera fuerza nacional y reafirmó el resultado que obtuvo en las PASO de septiembre, al sumar cerca de un 1,5 millones de votos, lo que constituyó casi el 6% del sufragio a nivel nacional.

Lo que más preocupa al kirchnerismo fue el respaldo que obtuvieron los candidatos de izquierda en el segundo y en el tercer cordón del Conurbano. La avanzada del FIT-U fue proporcional a la pérdida de votos que allí sufrió el Frente de Todos: la Izquierda obtuvo dos bancas en la provincia de Buenos Aires, donde logró un apoyo de 538.000 votos.

Canalizando el descontento de sectores que antes habían apoyado al Gobierno, la coalición que integran el PTS, el Partido Obrero, Izquierda Socialista y el MST, logró cifras históricas, que en algunos casos llegaron a los dos dígitos en Moreno, Merlo, Presidente Perón y también en el interior de La Matanza. Son bastiones en los que el kirchnerismo siempre mandó en las últimas dos décadas.

Canalizando el descontento del Gobierno, la izquierda creció en el Conurbano.

La repetición argentina, el libro que Ricardo Forster publicó durante el gobierno de Mauricio Macri, invitaba a entender el cambio que entonces evidenciaba el país a partir del análisis de “la victoria de la nueva derecha” y los “errores cometidos por los proyectos populares”. En ese trabajo, que fue muy bien recibido por la entonces oposición al macrismo, el filósofo kirchnerista impulsaba un debate interno para que el aprendizaje le permitiera al espacio liderada por Cristina Kirchner volver a disputar el poder y no contentarse con ser “reducidos a meras expresiones de oposición testimonial”.

“Un fantasma recorre la Argentina, el fantasma de la repetición”. Emulando a Marx, Forster se anticipaba en ese texto publicado en 2016 a una reincidencia en la que ahora podrían volver a caer los que militan en nombre de Néstor Kirchner. “Ese es el núcleo del conflicto. Ahí radicó la debilidad del kirchnerismo”, sintetizó entonces el autor.

Anticipándose a una derrota que asume como irreversible, el kirchnerismo parece estar iniciando una delicada estrategia que se basa en tres pilares: renunciar a su vocación de poder, consolidar su piso electoral y constituirse en el principal actor de la oposición que se iniciará en diciembre 2023.

Por lo visto, no existe otra lectura posible para Cristina.