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El Lava Jato trucho

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Ahora que el Gobierno, opositores, jueces y fiscales parecen interesadísimos en que Odebrecht entregue pruebas de quiénes recibieron sus coimas durante la era K, hay que permitirse dudar.

Desde el discurso de la trasparencia, puede ser bello verse reflejado en el espejo brasileño. Pero la imagen muta en horrible ante el fantasma de una clase política desprestigiada y apresada, un empresariado encarcelado y delator, un sistema institucional en crisis y una economía que no para de caer. Eso ya no luce tan bien, ¿no?

Semejante panorama ya lleva tres años en Brasil y no se observa freno. Debe ser por la corrupción estructural que reina desde hace años. Por casa andamos igual o peor, porque aquí encima se goza de impunidad, como lo demuestran resonantes escándalos desde los 90 para acá que han quedado sin castigo.

La desconfianza crece porque el único nombre propio involucrado por un delator brasileño es el de Gustavo Arribas, amigo de Macri y actual jefe de Inteligencia, con menos de un millón de dólares que habría recibido no siendo funcionario público. Faltaría hallar el destino de más de 34 millones, según admitió Odebrecht. Curioso que no surja ningún apellido del kirchnerismo.

También llama la atención que respecto al Lava Jato sólo miremos hacia el gigante constructor brasileño. Hay indicios de que Cristóbal López se quedó irregularmente con activos de Petrobras y Electroingeniería con Transener, con Julio De Vido y Roberto Dromi en la mira. Ni hablar de lo que habría cobrado en otras operaciones con Brasil el ex secretario Ricardo Jaime. Y es muy probable que pronto una gran empresa argentina sea denunciada por el mismo lodo.

Caerles sólo a los ex funcionarios kirchneristas sería lo más sencillo (y lo deseable para los medios y periodistas anti K). Sin embargo, como hasta bramó Elisa Carrió, el caso del intocable De Vido desnuda que tan fácil no es. El ex ministro construyó una vasta red de protección y complicidad de la que no escaparon otros dirigentes políticos, empresas y jueces.

De Vido es apenas una pieza de un dominó que puede desbarrancar con que solamente caiga una pieza. Porque además de descubrir cohecho en la obra pública, tal vez aparezcan aportes de campaña y “sobres”.

Por eso la política no arremete seriamente con un cambio de legislación que premie la delación seria y comprobada. Por eso muchos jueces y fiscales hacen que miran para otro lado y mueven las causas según para donde les conviene que sople el viento. Por eso conocidos empresarios se interesan para que no se avance en estos temas. Por eso ciertos medios prefieren apuntar al que cobra y no al que paga.
Por todo esto es que dudo.