La victoria de Evo Morales en la elección presidencial de Bolivia llama la atención por lo contundente. Morales sólo perdió en tres departamentos y más que duplicó los votos de quien salió segundo. Su gobierno, cuyas credenciales democráticas presentan muchos flancos débiles, ha superado con éxito una prueba decisiva, la electoral. ¿Cómo explicar que un gobierno que fuera de su país despierta tantos cuestionamientos como adhesiones, y que dentro mismo de Bolivia llegó a estar por debajo del cincuenta por ciento de respaldo, obtenga ahora una convalidación tan masiva en las urnas?
El gobierno de Evo Morales busca su justificación a través de tres ejes discursivos. Uno de ellos es muy confrontativo y derogatorio de sus opositores. Otro es una mezcla de reivindicaciones arcaicas y retrógradas combinadas con una aspiración revolucionaria y superadora del orden capitalista. El tercero se hace cargo del malestar social de gran parte de los bolivianos y de su rechazo manifiesto al sistema político que conocieron por años y que no les proporcionó respuestas a sus problemas. No es ajeno a este último aspecto el hecho de que ese sistema tradicionalmente se mostró incapaz de formar coaliciones mayoritarias, dejando entonces la designación del Poder Ejecutivo a cargo del Congreso.
En definitiva, aun sin estar claro cuál de esos tres ejes discursivos contribuye más a su éxito, Evo Morales ha logrado armar una coalición mayoritaria. Si se mira la política como la capacidad de formar coaliciones –de lograr que las coincidencias entre preferencias de muchos votantes sean antepuestas a sus diferencias–, Evo ha sido exitoso en unificar a una gran parte de los bolivianos, mientras sus opositores quedaron enredados en las diferencias entre ellos. Los argentinos conocemos bien esa situación. A favor de Morales, juega el ingrediente étnico de la realidad boliviana. Las etnias ‘originarias’ tienen diferencias entre ellas –las cuales a veces se expresan de modos notablemente violentos– pero tienen coincidencias: un reclamo secular que las oponen a los habitantes llegados de otras partes a través de los tiempos y a los antiguos habitantes de las regiones del país que no formaban parte del Alto Perú. La unificación del electorado colla por encima de las muchas diferencias que existen dentro de él es un éxito político de Evo Morales pero es también un fracaso de sus opositores. Lo más llamativo de éstos es su incapacidad para formar coaliciones electorales multiétnicas. Del mismo modo, Evo logra una supremacía en casi todo el territorio de Bolivia en tanto sus opositores se ven confinados a unos pocos distritos.
Cuán estable pueda ser esa coalición habrá de verse. El concepto de la democracia de representaciones comunitarias, sumado a las prácticas de intolerancia política y desdén por el pluralismo, es un experimento con pocas chances de éxito. Bolivia es una sociedad diversa, mucho más diversa de lo que el estereotipo que la divide entre collas y cambas sugiere. La asincronía en el desarrollo de sus distintas regiones explica algo de los enfrentamientos políticos, pero es también un factor poderoso en la generación de migraciones internas. Una proporción elevada de la población originaria del altiplano se ha desplazado al oriente del país –donde ninguno de sus ancestros jamás puso un pie– y en mayor medida aun, ha emigrado a la Argentina, a Brasil, a España y a los Estados Unidos. Esa gente no está buscando fuera de Bolivia o en el oriente de su país lo que Evo ofrece ahora, sino progreso y movilidad social. Salen en busca del denostado capitalismo, no de las raíces primitivas de su cultura.
La duda sobre el futuro de la coalición de Evo Morales tiene más que ver con el futuro del desarrollo boliviano bajo su modelo que con las circunstancias políticas del país. En este último plano, Evo cuenta a su favor con la desorientación estratégica de las fuerzas políticas que se le oponen. Pero en el primero, el desarrollo del país, cuenta con menos cartas fuertes. Es dudoso que el malestar social alimentado con espíritu triunfalista y prácticas antidemocráticas alcance para colmar expectativas a largo plazo.
*Rector de la Universidad Torcuato Di Tella.