Vivimos en la sociedad del Gran Hermano, estamos permanentemente vigilados, dejamos en las plataformas digitales una gran cantidad de datos que nos vuelve más comprensibles y también manipulables. Informamos sobre lo que hacemos cuando usamos teléfonos inteligentes, computadoras, dispositivos GPS y otros artefactos que nos conectan con una Red que todo el tiempo avanza sobre toda la realidad. Todos los días, centenares de cámaras nos filman, registran lo que hacemos, a qué hora nos movemos, a dónde vamos.
La cantidad de datos que existen en las redes sobre todos nosotros es enorme y crece exponencialmente en la medida en que se desarrollan el internet de las cosas, la inteligencia artificial, y se sofistican técnicas de análisis de datos.
Hasta ahora hemos trabajado con informaciones y datos de encuestas que nos proporcionaban versionas parciales acerca de lo que decía la gente sobre lo que piensa y cómo se comporta, pero era difícil aproximarse a la realidad. Con frecuencia nuestros análisis estaban limitados por el uso de conceptos anticuados, centrados en la reflexión sobre problemáticas sociales y políticas obsoletas (clases, mercados), enfocados en respuestas de actores aislados a preguntas formuladas desde el mundo de los investigadores.
El uso de datos aislados nos llevó a movernos dentro de visiones instantáneas y estáticas, que no permiten entender una realidad líquida que solo se puede descifrar integrando informaciones cualitativas, cuantitativas y análisis holísticos que ayuden a comprender un mar de sensaciones que se transforman todo el tiempo.
Nuestra cultura y los hábitos de la sociedad dependen del aprendizaje social
Es ineficiente el que se dedica a la lucha ideológica porque cree que vuelve la “izquierda”, y una marea castrista inunda América Latina. Usando herramientas tradicionales, podrá averiguar que en ningún sitio hay más de un 15% de personas interesadas en esa discusión. Si busca datos objetivos disponibles en la red, comprobará algo más grave: muy pocos escuchan la internacional comunista o los himnos de los partidos políticos en el Youtube. Los jóvenes no escuchan más las canciones en homenaje al Che Guevara que las de algunos raperos intrascendentes. Decenas de millones de seguidores oyen todos los días a youtubers que hablan de cosas intrascendentes, casi nadie se interesa en los discursos de los líderes políticos.
Quienes dicen que los electores exigen a los candidatos que presenten programas de gobierno, puede comprobar usando las herramientas electrónicas, que ni el 1% de los votantes de ningún país lee esos documentos y los que lo hacen están decididos a votar por alguien. Lo hacen para encontrar las equivocaciones del texto para combatirlo.
Las ciencias del comportamiento han avanzado y a nadie que esté actualizado se le ocurre que el mensaje se transmite con textos. Es conocido que en un discurso o en un comercial las palabras no representan ni el 20% de lo que se comunica. Más del 80% depende de la forma en que se comunica, de las imágenes, de los contextos más que de los textos.
Después de la pandemia se implantó una sensación generalizada de angustia. Históricamente, en estas situaciones se debilitan los valores de los que habló Weber: el ahorro, el sacrificio, la previsión del futuro. La gente tiende a gastar, divertirse, jugar, buscar placer. Las siempre crisis fomentaron el entusiasmo por lo lúdico inmediato, en desmedro de los sacrificios para construir en el largo plazo.
Este entusiasmo por lo efímero se fomentó con la tercera revolución industrial y los cambios aparecidos en las relaciones de los seres humanos entre sí y las que establecen con objetos que cada vez más están animados, aprenden, sistematizan información, se comunican entre sí y con nosotros.
Miles de estudios que se realizan dentro del paradigma behaviorista, usual en los Estados Unidos, nos permiten comprender lo que ocurre desde la perspectiva de lo que Byung-Chul Han llama el nihilismo dataísta.
Uno de los autores más importantes de esta corriente es Alex ‘Sandy’ Pentland, ex profesor de sicología y ciencias de la computación de la Universidad de Stanford, actual director del Laboratorio de Dinámica Humana de Grupo, del MIT, cuyo libro más conocido es “Social Physics: How Social Networks Can Make Us Smarter”, que pone las bases de una nueva disciplina, la física social.
Necesitamos superar el concepto del individuo como unidad de racionalidad
Los humanos tenemos en común con las abejas más de lo que acostumbramos a admitir: somos, ante todo, criaturas sociales. Nuestros hábitos de acción y las nociones básicas de nuestro sentido común surgen de nuestra experiencia dentro de grupos sociales. La física social estudia el flujo de ideas, sensaciones y la forma en que las redes sociales humanas las difunden y las transforman en comportamientos.
Pentland muestra que los seres humanos respondemos más a incentivos sociales que recompensan a otros que están en nuestro entorno y fortalecen los lazos que los unen a ellos, que a incentivos que involucran solo nuestro propio interés económico.
Un estudio realizado en 300 ciudades de los EE. UU. y Europa, explicó el promedio de los ingresos más con variaciones en el patrón de las comunicaciones de la gente que con diferencias en la educación o la estructura de clases. Los ingresos individuales crecen exponencialmente en la medida en que los individuos comparten sus experiencias.
Esta sociedad no parece estar gobernada por la suma de racionalidades individuales, sino por una inteligencia colectiva conformada por el flujo de ideas y ejemplos que reciben de su entorno todos los miembros. Es esa relación activa la que crea grupos con hábitos y creencias compartidos e integrados. La física social muestra que, cuando un grupo incorpora constantemente ideas externas, los individuos que la componen toman mejores decisiones de las que tomarían permaneciendo más aislados.
Nuestra cultura y los hábitos de nuestra sociedad dependen principalmente del aprendizaje social. La mayoría de nuestras creencias y hábitos públicos los aprendemos observando actitudes, acciones y resultados de nuestro entorno, más que por argumentos.
Pentland puede estudiar patrones de intercambio de información en una red social, sin necesidad de conocer su contenido y predecir con precisión cuán productiva y efectiva es esa red, para comunicar determinado mensaje, ya sea de una empresa como de una ciudad.
El académico codirigió el debate del Foro de Davos que condujo a la regulación de la privacidad de los datos en la red de la Unión Europea. Sus investigaciones ayudan a las personas a comprender mejor la “física” de su entorno social y tanto los individuos como a las empresas y comunidades a reinventarse para ser más seguras, productivas y creativas.
Las empresas cofundadas o incubadas por el laboratorio de Pentland incluyen el sistema de prestación de servicios de atención médica rural más grande del mundo, el brazo publicitario de Alibaba, empresas como Ginger.io (servicios de salud mental), CogitoCorp.com (entrenamiento de IA para la gestión de la interacción), Humanyze.com (salud organizacional), Endor.com (IA llave en mano que preserva la privacidad), Enigma.co ( contratos inteligentes confidenciales), Wise Systems (planificación y optimización de entregas), Riff Analytics (mejora de reuniones en línea), Sila Money (banco estable y moneda estable), Akoya (interacciones financieras seguras que preservan la privacidad), FortifID (identidad digital), Servicios comunitarios colaborativos (inversión en comunidades desatendidas)y Secure AI Labs (análisis de datos médicos federados).
Con sus colegas William J. Mitchell y Kent Larson del MIT, desarrolló el concepto de laboratorio viviente, una metodología de investigación centrada en seres humanos, para detectar, crear prototipos, validar y perfeccionar soluciones complejas de la vida real.
La sociedad occidental partió de la idea de que somos individuos librepensadores, pero los estudios del comportamiento humano basados en el big data dicen que la comunicación y los hábitos compartidos son más importantes para explicar nuestras actitudes, estimular la productividad y la creatividad, que las opciones individuales. Nos movemos más por incentivos que recompensan a individuos relacionados con nosotros y fortalecen nuestros lazos con ellos, que a incentivos referidos solo a nuestro interés económico. Necesitamos superar el concepto del individuo como unidad de racionalidad y reconocer que nuestra inserción en la vida está ampliamente determinada por el tejido social que nos rodea.
Las consecuencias de estas investigaciones sobre la posibilidad de viralizar los mensajes y sobre las formas de la relación de los individuos con la red son enormes. Aplicando la física social se puede desarrollar de manera sofisticada un complejo concepto como el de la ciber militancia, que permite conseguir una eficiencia extraordinaria en la acción política. Es una nueva dimensión de análisis que logra conseguir metas que parecen imposibles.
Estos complejos trabajos, elaborados dentro de este paradigma, tienen un complemento en el campo de la filosofía sobre el que volveremos en nuestro próximo artículo.
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.