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El nuevo ministro y un gran desafío

Un gran desafío signa el arribo de la nueva conducción económica. Naturalmente, surge una lógica expectancia en cuanto al rumbo que le será impuesto a la política económica. Objetivamente, y tal cual lo venimos expresando por este medio, la situación económica se presenta muy delicada, sometida a un equilibrio lábil.

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Un gran desafío signa el arribo de la nueva conducción económica. Naturalmente, surge una lógica expectancia en cuanto al rumbo que le será impuesto a la política económica. Objetivamente, y tal cual lo venimos expresando por este medio, la situación económica se presenta muy delicada, sometida a un equilibrio lábil. Una vacilante y hasta controversial mejora de la economía mundial no implica por sí una recomposición automática de la economía argentina. En realidad, lo esencial son los deberes propios a cumplimentar para poder acoplarnos a esa eventual mejora.

Aun atenuándose algo el rigor de la desaceleración interna –aunque lamentablemente ahora se suma la negativa incidencia de la epidemia en curso–, la economía trasunta un desencuadre general del conjunto de las grandes variables macroeconómicas. Hemos transitado una severa dinámica de fuga de capitales que aun muestra resabios, arrastramos una política cambiaria problemática y de limitado realismo, sufrimos una ralentización de la monetización de la economía, se percibe un pronunciado deterioro fiscal con un serio capítulo provincial, se despliega un comportamiento inercial de la inflación pese a la desaceleración (persistiendo la puja de precios y salarios), sobrellevamos la cuestión de la credibilidad del INDEC.

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Hay algunos aspectos más airosos, como la relativa contención del empleo (aun sin coincidir con algunos números oficiales demasiado optimistas) y la existencia de un fuerte superávit comercial externo. No obstante, el temor es que en defecto de un rápido y probo intento de recomposición macroeconómica, el mercado laboral puede sufrir adicionalmente. Por otra parte, el superávit comercial es, en gran parte, corolario del bajón económico y de medidas trabantes de determinadas operatorias, las que, en algunos casos, pueden molestar al propio proceso de recuperación.

El grado de sensibilidad del cuadro económico en el que nos movemos se aprecia aun mejor si encaramos un breve ejercicio comparativo. Cotejando con la instancia de fines de 2007 (en ocasión de la rotación presidencial), las adecuaciones a imponer ahora en el marco macroeconómico general, y en sus variables integrantes, son mucho más entitativas que las útiles en aquel momento para poner a punto el modelo. Aquí se trataba de aplicar un service o recurso de sintonía fina. No concretado esto, con las ríspidas ulterioridades que se fueron jalonando, más la radicalización de la crisis externa, la situación económica se resintió visceralmente. A fines de 2007 bastaba con encarar el service del modelo competitivo productivo; hoy, éste se desvaneció. La alternativa preferible es buscar reciclarlo pero, sin duda, el reto es muy superior.

Con relación a la bisagra 2001-2002, la actual situación objetiva, aunque fastidiosa, es menos dramática. Aunque el modelo competitivo productivo que signó el gran éxito de 2003 (2002)-2007, tal como se dijo arriba, se desdibujó o desvaneció, sus potentes residuos permitieron sobrellevar hasta cierto punto los embates negativos. Pero, ¡ojo!, porque el sentido de la trayectoria es crucial. Al comenzar 2002, la “ventaja” que se tenía era que, luego de un largo período de descomposición, se hacía nítido el desahucio del régimen de esa época. Por el contrario, hoy, dado que todavía resuena reciente la destacada performance del lustro aludido y hemos palpado la potencia de sus residuos, corremos el riesgo en el plano subjetivo de subestimar el delicado cuadro actual.

En fin: es de desear el éxito de la nueva gestión ministerial, acompañando, entonces, con el plausible margen de expectancia que corresponde. Sin duda, el contexto económico tangible –con sus contenidos estanflacionarios y de desencuadre de variables–, que fija las coordenadas de aquélla, registra una pronunciada complejidad. Véase que la amplitud y profundidad de la exposición que pesa sobre el marco macroeconómico y sobre las distintas variables son severas. Por lo tanto, se requieren respuestas de política económica rápidas y contundentes, con un claro sentido de integralidad.


*Economista.