Hace unos días compré un libro usado que me llamó la atención por la contratapa en la que hay una foto del autor vestido de buzo. Debajo dice que el escritor es también músico, que ha grabado el disco Laberinto de pasiones con su grupo Comida China y que ésta es su primera novela, ganadora de un premio de la desaparecida Fundación Antorchas. Luego aparecen dos recomendaciones muy elogiosas, una de César Aira y otra de Alberto Laiseca. Según Aira, el autor es el más destacado de los jóvenes que practican la literatura posmoderna en la Argentina. Laiseca dice que es “uno de los más grandes talentos ocultos de la Argentina”. El libro, editado en 1993, se llama La venganza de Killing y lo firma Rafael Bini.
Me pregunté qué se había hecho de esta promesa literaria, ya que no parece haber publicado desde entonces, y me acordé de un personaje que conocí hace tiempo. Era un fotógrafo búlgaro residente en Francia, un discípulo de Cartier-Bresson. El tipo tenía una obsesión extraña: coleccionaba los anuarios de las revistas de arte donde se anunciaban los pintores del futuro. Las guardaba cuidadosamente y años más tarde las volvía a abrir para comprobar que nadie había vuelto a oír hablar de esos jóvenes genios. “Otro candidato para el búlgaro”, pensé. Pero el caso Bini es mucho más interesante y demuestra que nuestra manera de pensar se vuelve obsoleta con el progreso de la tecnología.
Bini anticipa su destino en la novela. “Me gusta el rock, una pena que haya muerto. Ahora sólo hay revival, apenas tímida reconstrucción de lo ya sentido en un relámpago de eso indefinible que fuimos, que es como olvidarse un saco en el cine y volver a buscarlo quince años más tarde. Y encima encontrarlo, pero sólo para descubrir lo mal que nos quedaba.” En La venganza de Killing, escrita hace quince años, hay un japonés llamado Kimo Shima que crea un asesino serial en el futuro. El presente no es mucho mejor: en la tradición de Philip Dick, transcurre en una Argentina donde el Almirante Massera logró hacerse con el poder vitalicio y la población vive bajo el terror de la Policía del Símbolo. Todos los personajes se enfrentan en un videojuego y tienen clones cibernéticos que se cruzan en varios niveles de realidad. Como sucede en el ciberpunk (Killing sigue siendo una de las pocas novelas ciberpunk locales), la identidad individual se diluye en una gama de posibilidades.
Bini parece haber tomado este precepto al pie de la letra y una pista de su pensamiento se encuentra en la afirmación que hace en el prólogo de un libro Alejandro Piscitelli, el gurú cibernético criollo: “si bien Internet no cambia todo, sí ha cambiado muchas cosas; entre ellas, la forma de percibirse a sí mismo dentro de una red global.” Efectivamente, si uno pregunta en la Internet por Rafael Bini se lo percibe de manera especial. Por un lado, algunas páginas afirman que su disco de rock es una grabación de culto en la que colaboraron famosos músicos, mientras que en otras Bini se dedica a la música ambient con su grupo Il Bardo Robot. Pero más sorprendente es su transformación como periodista. En la famosa contratapa es cronista de espectáculos y se afirma que “estudió Letras, Comunicación, Cine y Semiótica”. Pero ahora Bini es “columnista de tecnología y negocios” en algunos de sus blogs y “especialista en Internet, Nuevos Medios y Comunicación Interactiva” en otros. Uno de sus perfiles lo declara experto en “estrategias de comunicación corporativa, media training expertise para empresas y desarrollo con imagen pública.”
Confieso que tanto desdoblamiento me dejó un poco perplejo y llegué a pensar que había varios Rafael Bini, ya que los blogs tecnológicos no se conectaban con los literarios ni estos con los musicales. Hasta que finalmente di con una página italiana que asocia los múltiples talentos de Bini. Eso sí, en ese site se llama Rafael Bini Vitali y es un “giornalista italo-argentino”.