No quería usar mi poco espacio para esto. Pero acá estoy, respondiendo de nuevo a Fogwill, que –me parece– me acusó de vaya a saber uno qué. ¿De no saber leer lo que dice Sarlo? Me parece que la he leído y entendido bien. Por el contrario, me cuesta bastante entender –entre tanta saludable provocación– cuál es la verdadera posición de Fogwill en materia de política cultural macrista: que Macri le cae bien ya lo ha dicho públicamente; que cerrar Ciudad Abierta le parece fenómeno, también. Que se enojó un poco porque no le dieron el Premio Municipal lo entendí también perfectamente, y sé que tendrá sus motivos. Que se incluye instintivamente entre lo que él llama las mejores plumas, insinuando de yapa que a lo mejor ni Sarlo ni yo deberíamos escribir en este espacio, depende de su ingenuidad y de su amor por sí mismo: ¡Dios le preserve ambas cosas! Que la ironía es su marca de fábrica también me es evidente e incuestionable. Yo, sin ironía, correré ese feo riesgo que él mismo menciona, el de los pasquines trotskistas: atomizar tanto las posiciones críticas hasta reducir todo pensamiento opositor a corpúsculos totalmente funcionales a los intereses del poder.
¿Sabe lo que me pasa, Fogwill? Que a Sarlo le entiendo lo que dice, y a usted no le entiendo lo que quiere decir. Ella publica una idea que creo compartir y su información –hasta donde me consta– es verdadera. No hay contradicción en avalar la necesidad de un recambio de sangre, y al mismo tiempo deplorar la forma en la que unas personas son reemplazadas por otras sin ajuste a ningún plan previo. Es ese asalto mafioso de los gobernantes a las instituciones y esa falta de debate sobre el plan cultural lo que Sarlo o yo cuestionamos. Szuchmacher (que así se escribe) tendrá propuestas para un Festival diferente, lo cual me parece regio. Y no hay contradicción en esto: podremos debatir este festival a posteriori. Pero esas propuestas, ese plan, ¿tenían que ver con darles 48 horas a los empleados anteriores para rajar? El FIBA no es “propiedad” del gerente de turno, sino –en principio– de los ciudadanos.
No sé si Sarlo sea amiga de Casabé (que no se llama Mercedes, como usted afirma, sino Graciela) y creo que usted tiene una versión incompleta del asunto. Como todos, bah. No le temo al debate, y si estuviéramos de acuerdo en todo, esta sección tal vez no existiría. Pero usted cita mal –y recortada– una información (como hace también con mi propia columna) sólo para demostrar un punto que –además– no sé cuál es. ¿Cuál es? Si usted se equivocó hace un año al escribir en La voz del interior me parece noble de su parte admitir su error. Pero yo no creo haberme equivocado con lo que escribí hace un par de semanas. ¿Es eso lo que me quiere decir con este rodeo? ¿Qué yo estoy equivocado? ¿Y le parece que puedo creerle?