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El periodismo de hoy y el de antes /3

Tomas150
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Finalmente: ¿qué diferencia hay entre el periodismo que se hace hoy y el que se hacía, por poner un ejemplo, veinte años atrás? ¿Es uno mejor o más complejo o más completo que el otro? Por supuesto, no hay una sola respuesta para estas preguntas. Ser periodista, eso sí (que ese fue el disparador de estas últimas columnas), parece ser más fácil hoy que hace algunos años. Definamos fácil: los aportes de las nuevas teconologías (desde Internet a las redes sociales) y la fotografía digital y el desarrollo del diseño hicieron las tareas cotidianas mucho más accesibles, veloces y llevaderas (¿recuerdan cuando en lugar de buscar y verificar en Google cualquier dato había que ir a un archivo a pedir sobres con recortes de viejas notas? ¿Alguien se acuerda que hasta hace no mucho los reporteros gráficos no podían ver su trabajo al mismo tiempo que lo hacían, en los visores de sus cámaras de última generación, y ellos y sus jefes y los cierres de los artículos dependían del resultado posterior al revelado?). Hoy, incluso, con el mail, el chat, el teléfono celular y los procesadores de textos y los programas de diseño, la mayor parte del día del periodista transcurre en el metro cuadrado que ocupa su escritorio en la redacción. Salir a la calle a buscar datos, entrevistar fuentes, cubrir un suceso determinado suele ser la excepción, y no la norma. ¿Resulta eso en un mejor trabajo, o en uno peor, más alejado de la realidad de la calle, de la percepción de los hechos en vivo? Una vez más: el resultado dependerá del periodista, de su formación intelectual y, claro, de su talento.

Después está la libertad de expresión, la libertad de empresa, y la libertad de conciencia de cada uno. Debe ser complicado hacer periodismo político y económico, por citar sólo dos secciones, frente a una realidad tan convulsionada como la de los últimos años. Tengo amigos que trabajan en diarios como Clarín y La Nación (por no citar el caso pionero de PERFIL), que se encuentran con serias dificultades a la hora de acceder a fuentes e información oficiales. Tengo otros que trabajan en medios cercanos al poder de turno (Página/12) y otros que cobran su sueldo del multimedios más adicto al kirchnerismo (Veintitrés, Tiempo Argentino) que están convencidos no sólo de que la objetividad no existe (bueno, nada nuevo) sino también de que el periodismo bien entendido no debe limitarse a informar o a analizar los hechos: el nuevo (bueno, no tan nuevo) rol del periodista sería incidir directamente en la realidad a través de sus artículos, investigaciones y denuncias, para modificarla. Una especie de regreso a un periodismo militante que no se veía en la Argentina desde hace por lo menos cuarenta años. Son algo así como voceros convencidos del Gobierno, y nadie los presiona para escribir lo que escriben, y lo hacen profesionalmente, porque además son (o solían ser) buenos periodistas.

Entonces: el profundo cambio que sufre actualmente la profesión es de distintos niveles. De técnica y plataformas de publicación, lo que lo convierte en un oficio más practicable para cualquiera. De financiamiento, por la crisis económica internacional y el precio de los insumos, el descenso de los ingresos por publicidad y los cambios de hábitos de los lectores. Y ético y político, que es el más riesgoso para el futuro: porque cuando los periodistas acaben por convertirse definitivamente en militantes, la credibilidad (ese capital tan necesario) será sólo una cuestión de fe. Y se hará muy difícil volver atrás.