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El período azul

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Así como existió en Picasso una serie de etapas de su trabajo que los estudiosos del arte denominaron como período azul, período rosa o cubismo, uno puede decir que, para cierto tipo de sensibilidad humana, existe en algún momento de la vida el período  Leonard Cohen.

Frank Black, el líder de Pixies –para mí una de las más grandes bandas de la historia–, estaba de gira en la primera época del grupo y se llevaba bastante mal con la bajista, Kim Deal. Así que decidió tomar un descanso y se alojó en un hotel cercano a la playa. Estaba deprimido y melancólico y tenía en un casete I’m Your Man, de Cohen. No era fan del canadiense, no lo había escuchado mucho, pero cuando puso su música y escuchó sus poemas, se transformó: “Ese disco fue lo único que escuché durante tres días seguidos una y otra vez”.

En algún momento de su larga vida, Cohen se encerró en Mount Baldy, un monasterio zen de las Colinas de Los Angeles para seguir las enseñanzas de su maestro Roshi. Como suele decir, “uno no entra al zen porque la está pasando bárbaro, se entra porque se está desesperado”. Cohen es un maestro para caminar la desesperación. Sus canciones son hermosas, pero sus poemas no lo son menos. Y cuando sus versos se recortan casi hasta la extinción, es cuando más se potencian.

El Libro del anhelo es una muestra de esto. A veces, suele decir cosas inquietantes también en los reportajes: “Mira, te diré lo que sé: el matrimonio es la práctica espiritual más difícil del mundo. La gente suele preguntarme cómo me quedo en el monasterio zen semanas o días o meses, pero eso no es nada comparado con el matrimonio. Si estás realmente en el matrimonio, realmente presente, es un autorreflejo las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. ¿Quién puede aguantar eso?”.

Ahora, aplaudámoslo con ese aplauso que se hace con una sola mano, ¿no?