Grandes afiches callejeros con la imagen del general Perón propagandizan el nuevo libro de Juan Bautista Yofre, titulado El escarmiento, con un llamativo subtítulo, también destacado en los afiches: La ofensiva de Perón contra Cámpora y los Montoneros, 1973 – 1974.
Dice Yofre en el prólogo que “…lo primero que buscó Perón fue volver a vestir el uniforme que le habían quitado”.
Primer error, en este libro armado como una novela policial, que se lee con indudable interés. Toda la vida y la obra de Perón llevan a saber que lo primero que quería era reencontrarse con su pueblo, que lo había bancado durante 18 años de lucha y esperanza…
Aunque Yofre critica duramente a los Montoneros, toma una de las afirmaciones más importantes que estos formularon: que las tres AAA fueron creadas por Perón, como “somatén” o grupo armado independiente, paralelo a las fuerzas militares, en defensa de su Movimiento. (Lo dice en su anterior Nadie fue.) Y todos sabemos que las tres AAA eran las tres Fuerzas Armadas utilizando la estructura parapolicial encabezada por López Rega. Recientemente, el responsable de la Auditoría General de la Nación, Dr. Despouy, denunció el accionar antisubversivo secreto coordinado de las Fuerzas Armadas de Uruguay y Argentina, en 1974, con la pantalla de las tres AAA, interfiriendo en el gobierno de Isabel. Para tal coordinación y accionar no bastan los parapoliciales.
Yofre pretende presentar un Perón represivo, filo fascista, que no existió.
Después del ataque del ERP al cuartel de Azul –habiendo ya ocurrido el intento de copar el comando de Sanidad Militar–, Perón escribe a los militares de aquella guarnición: “La estrategia integral que conducimos desde el gobierno, nos lleva a actuar profundamente sobre las causas de la violencia y la subversión, quedando la lucha contra los efectos a cargo de toda la población, las fuerzas policiales y de seguridad, y si es necesario de las Fuerzas Armadas”. Léase bien, y compárese con la forma genocida en que se hizo. Sugerir que Perón aprobaría el genocidio es desconocer la trayectoria pacifista del General (“tiempo o sangre”) particularmente acentuada en su regreso al país.
Yofre nos cuenta cosas que todos sabemos: que los Montoneros traicionaron a Perón (y el asesinato de Rucci es el jalón que marca esa traición). El General explicó reiteradamente a su sector juvenil batallador que con él en el país todo cambiaba, que era momento de orden y de reconstrucción. Y sólo fue parcialmente escuchado: surgió el sector Lealtad, pero el grueso de Montoneros continuó con su intento de lucha armada.
Perón definió a las organizaciones armadas peronistas como “formaciones especiales”.
La calificación lo dice todo: formaciones para actuar en determinadas circunstancias, en el momento en que había que derrotar al gorilismo gobernante para poder regresar al país, utilizando todos los elementos posibles. Era una etapa de lucha, a la que, luego del regreso, debía suceder otra de reorganización y orden. Yofre insiste en la influencia cubana en Montoneros, que por supuesto existió, pero que todo indica no fue determinante. De todas maneras, resultan absolutamente ridículas las dispersas formulaciones de la documentación montonera sobre la patria socialista, ante el coherente y progresivo proyecto político de Perón, que culmina con su Modelo argentino para el Proyecto Nacional.
Un asunto delicado en los libros de Yofre es la utilización de información de origen militar basada en la tortura. En este volumen, Yofre finaliza su libro con un supuesto escrito de Habbeger –uno de los jefes, de origen “descamisado”, desaparecido en Río de Janeiro– en que analiza a sus compañeros, los dirigentes montoneros. Dice que el documento es del tiempo de su desaparición “o acaso algo más tarde”. Documentación dudosa –uno bajo tortura dice y firma cualquier cosa– y de origen espurio que descalifica al intelectual que se presta a utilizarlo.
*Autor de La encrucijada argentina. Verdad y mentira del sueño peronista (Sudamericana).